Editorial

La calma política que reclama Valencia

El programa del candidato popular contiene los elementos objetivos que propiciaron el despegue económico, social y cultural de la Comunidad Valenciana.

Desayuno informativo de Carlos Mazón en La Razón
Desayuno informativo de Carlos Mazón en La RazónDavid JarLa Razón

El hecho de que la Comunidad Valenciana tenga el dudoso honor de encabezar los registros nacionales de deuda pública y déficit presupuestario, como señalaba, ayer, en la Casa de LA RAZÓN, el candidato popular a la Generalitat, Carlos Mazón, no tendría mayor trascendencia si la mayor parte de ese dinero se hubiera utilizado productivamente, es decir, en inversiones que redundaran a medio y largo plazo en el desarrollo económico y social de una de las comunidades más dinámicas de España, pero la realidad, también denunciada por Mazón, es que se ha ido por el sumidero de las políticas clientelares más pedestres y, sobre todo, en financiar un proyecto nacionalista, de carácter pancatalanista, además, en una región que nunca había abdicado de su realidad integradora.

Por supuesto, toda obra de ingeniería social conlleva un enorme gasto público, como demuestran las cuentas de Cataluña, y provoca tensiones ciudadanas inútiles que deterioran la convivencia. Nada más inexacto que el discurso de la «normalidad» de esos mesías uncidos a un ideal que apenas comparte un 15 por ciento de la población, pero que, con una aritmética electoral favorable, se ven provistos de una capacidad de presión que altera la realidad.

Todo ello se ha traducido para los valencianos en la mayor presión fiscal de España, que, desde 2015, el año del Pacto del Botànic, ha subido en un 37 por ciento. Son los propios datos de la Hacienda regional los que nos dicen que, por término medio, cada habitante de la comunidad paga hoy 2.637,8 euros anuales, frente a los 1.926 de cuando gobernaba el Partido Popular. Gasto político y para políticos, en certera expresión de Carlos Mazón, que, a la postre, nunca redunda en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, porque siempre hay una campaña ideológica que financiar, una asociación sectaria que subvencionar o unos proyectos delirantes, como la reducción del turismo, que afrontar con el dinero de todos.

Creemos que la Comunidad Valenciana reclama una vuelta a la calma política, sin los decibelios de una propaganda gubernamental asfixiante ni la pulsión partidaria que llegó hasta el extremo de utilizar los inacabables procesos judiciales y las fiscalías como instrumento de destrucción del adversario político. Poco a poco, sentencia absolutoria tras sentencia absolutoria, se ha ido recuperando la normalidad. Por último, pero no menos importante, el programa del candidato popular, cuyas principales líneas apuntó ayer, contiene los elementos objetivos que propiciaron el despegue económico, social y cultural de la Comunidad Valenciana. Allí donde se ponen trabas, por ejemplo, a la ampliación del puerto que ha llegado a tener el mayor tráfico de mercancías de España, políticas inversoras, reducción de trabas burocráticas y prioridad en los ciudadanos. Que eso es el progreso. No el progresismo.