Editorial
El crucial desafío en Valencia del PP
Lo que ayer se pudo ver en la ciudad del Turia es a un Partido Popular galvanizado, con un líder regional como Carlos Mazón que transmite entusiasmo y confianza
Llenar la plaza de toros de Valencia se ha convertido en un signo de buen agüero para el Partido Popular. Una demostración de fuerza que, en casi todas las ocasiones, ha precedido a una victoria clara del centro derecha en las elecciones generales. Ayer, Núñez Feijóo, Carlos Mazón y María José Catalá, respectivamente, candidatos a la presidencia del Gobierno, a la presidencia de la Generalitat y a la Alcaldía de la capital valenciana reunieron a 12.000 simpatizantes en el coso taurino, sin duda, conscientes de que conseguir el triunfo popular en la Comunidad Valenciana es crucial para la consecución del cambio político en el conjunto de España.
No es tarea sencilla, ni mucho menos, y las encuestas sobre intención de voto reconocen que el bloque de la izquierda, aunque muy debilitado, podría resistir a la suma de los apoyos del PP y de Vox, repitiéndose el escenario del pacto del Botánic. Pero, con todo, lo que ayer se pudo ver en la ciudad del Turia es a un Partido Popular galvanizado, con un líder regional como Carlos Mazón que transmite entusiasmo y confianza, y, sobre todo, capaz de reivindicarse ante la opinión pública como el partido que hizo de Valencia una de las regiones más punteras de España, realidad que quedó sepultada bajo una de las campañas de desprestigio más sañudas de las llevadas a cabo por la izquierda, que la Justicia, con su proverbial lentitud, ha ido reduciendo a sus justos términos.
En este sentido, hay que señalar que el cambio de signo político en la Comunidad Valenciana no sólo responde a la necesidad de recuperar la senda de crecimiento económico y reparar el deterioro sufrido por los servicios públicos, en especial, la Sanidad, durante los ocho años de gobierno tripartito, sino, también, para reconducir la deriva nacionalista que, desde una pretensión pancatalanista, está propiciando la ruptura de los viejos consensos, en una región, todo hay que decirlo, que nunca ha tenido el menor problema a la hora de definir su propia identidad, siempre, desde un plano no excluyente.
Como puede suceder en las Islas Baleares, el partido socialista puede pagar muy cara su alianza con los radicales nacionalistas de Compromís –una formación que con el 16 por ciento de los votos ha tratado de imponer, y, en parte, lo ha conseguido, su visión totalitaria al resto de la población–, sin siquiera llegar a rentabilizar la subida de escaños que le auguran las encuestas a costa del descalabro de Unidas Podemos.
Ciertamente, los candidatos populares, con Mazón a la cabeza, han conseguido movilizar al centro derecha y afronta la última semana de la campaña desde una buena posición. Pero parece difícil que vuelvan esas mayorías absolutas, al menos, mientras Vox, que no pierde fuelle, siga reteniendo buena parte del voto conservador. Cambiar ese paradigma a nivel nacional es, sin duda, el mayor desafío que tiene Núñez Feijóo.
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