Editorial

La democracia no es sólo contar votos

Los partidos separatistas pueden ausentarse de la convocatoria, pero no pueden pretender que se escuche una voz deliberadamente ausente.

MADRID, 18/08/2023.- La nueva presidenta del Congreso, la socialista Francina Armengol (d), se ha reunido este viernes con el rey Felipe VI (i) en el Palacio de la Zarzuela en Madrid para informarle de las constitución de las Cortes de la XV legislatura. EFE/ Chema Moya POOL
MADRID, 18/08/2023.- La nueva presidenta del Congreso, la socialista Francina Armengol (d), se ha reunido este viernes con el rey Felipe VI (i) en el Palacio de la Zarzuela en Madrid para informarle de las constitución de las Cortes de la XV legislatura. EFE/ Chema Moya POOLChema Moya EFE/ POOL

No han tardado los portavoces de la izquierda antisistema en acusar a Su Majestad de falta de neutralidad e injerencia política por haber propuesto a Alberto Núñez Feijóo, el ganador de las recientes elecciones generales, como candidato a la investidura. Sencillamente, no sólo no son ciertas ninguna de las dos acusaciones, sino que denotan, en el mejor de los casos, un profundo desconocimiento de las reglas del juego en una democracia digna de ese nombre.

Porque el sistema democrático no consiste en contar votos, que también, sino en el respeto al conjunto de normas y formalidades que conforman el espacio político y social en el que se desenvuelve la Nación, que son, además, la garantía de la libertad de los ciudadanos. Parece una obviedad tener que recordar cuáles son los fundamentos básicos para una convivencia en democracia, pero desde el triste resurgimiento de los movimientos populistas en nuestro país, con Podemos como el mejor exponente, se antoja inevitable alertar contra quienes traducen las mayorías parlamentarias en meros instrumentos de una acción política determinada, que estaría legitimada por sí misma para alterar el equilibrio de poderes.

Se trata de una mixtificación de consecuencias potenciales muy peligrosas, como hemos podido comprobar en Venezuela y Nicaragua, para el sistema de libertades. Por supuesto, con ello no queremos restar la menor legitimidad a un gobierno surgido de un acuerdo parlamentario y, una vez más, damos por supuesto que a la legitimidad de origen se seguirá necesariamente la de ejercicio. Dicho esto, es preciso volver a la decisión del Jefe del Estado, a nuestro juicio y al de la mayoría de los españoles, impecable y perfectamente ajustada al marco institucional y a la realidad del resultado del procedimiento de consultas.

Porque los partidos separatistas pueden perfectamente ausentarse de la convocatoria establecida por mandato de esa misma Constitución que quieren destruir, pero no pueden pretender que se escuche una voz deliberadamente ausente. Y, sí, el candidato socialista, puede hacer cábalas ante Su Majestad sobre su futuros apoyos parlamentarios, pero, en ningún caso, asegurar nada.

De hecho, ni siquiera el PNV quiso confirmar al Rey el sentido de su voto, admitiendo explícitamente lo precipitado de los tiempos marcados por la Presidencia del Congreso. Así las cosas, y, como bien ha explicado la Jefatura del Estado, se ha seguido la costumbre de encargar la formación de gobierno al candidato más votado, es decir, a Núñez Feijóo. Que ello pueda deslucir el elaborado relato de los propagandistas de La Moncloa sobre la supuesta victoria de Pedro Sánchez, en nada compromete a Su Majestad, que ha cumplido con meticulosidad su función constitucional en una Monarquía Parlamentaria.