Editorial

Es el ganador quien va a la investidura

De nada de esto habló el PSOE durante la campaña electoral ni los electores pudieron adivinar que se avecinaba una combinación de perdedores de tan amplio espectro para evitar que gobierne la lista más votada.

PALMA DE MALLORCA, 18/07/2023.- El presidente del Partido Popular y candidato a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo (c), clausura un mitin junto a la presidenta del Govern y del PP de Baleares, Marga Prohens, y el candidato número uno al Congreso, José Vicente Marí, este martes en Palma de Mallorca. EFE/CATI CLADERA
MITIN DE ALBERTO NUÑEZ FEIJÓO ELECCIONES GENERALES 23 J EN MALLORCACATI CLADERAAgencia EFE

Alberto Núñez Feijóo confirmó ayer su intención de aceptar el encargo de Su Majestad y presentarse a la investidura. Lo que puede parecer un gesto meramente testimonial, dado que, a día de hoy, carece de los apoyos parlamentarios suficientes, tiene, a nuestro juicio, una segunda lectura política, más allá de la visualización de que él ha sido el claro ganador de las elecciones, porque obligará al presidente de Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, a explicar en la Cámara qué razones de interés nacional justifican que no se respete el veredicto de las urnas.

Se argüirá que es un acto perfectamente legítimo, tanto desde el punto de vista político como jurídico, siempre que el candidato socialista consiga reunir tras de sí esa «nueva mayoría» que ha sido sancionada por los electores, cuya articulación se pretende «avant la lettre», cuando no es así. Es más, durante la campaña electoral el candidato socialista negó no sólo que Bildu hubiera sido socio del Ejecutivo, sino cualquier negociación con los proetarras para la aprobación de determinadas leyes. Y sobre la figura de Carles Puigdemont, el líder de Junts, Sánchez explicó que la palabra del ex presidente catalán «era papel mojado».

Es decir, que ni los ciudadanos han votado esa supuesta «gran coalición», de la que desconocían su existencia, ni el PSOE había admitido su disposición negociar las exigencias anticonstitucionales de las formaciones nacionalistas. Porque se puede recurrir a la dialéctica clásica de la confrontación derecha/izquierda –si es que el PNV o Junts pueden considerarse como partidos izquierdistas–, es decir, malos y buenos, maniqueísmo de libro, pero no hay discurso que pueda ocultar que el candidato socialista, que ha perdido desde el Gobierno la elecciones, tendrá que abrir negociaciones sobre asuntos como el referéndum de autodeterminación, la amnistía, la condonación de los 75.000 millones de euros del fondo de garantía que recibió Cataluña, la segregación de Renfe y AENA y cualquier otra demanda que los separatistas pongan sobre la mesa.

Por supuesto, de nada de esto habló el PSOE durante la campaña electoral ni los electores pudieron adivinar que se avecinaba una combinación de perdedores de tan amplio espectro para evitar que gobierne la lista más votada. Si el debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo sirve, al menos, para que los españoles conozcan el precio que está dispuesto a pagar Pedro Sánchez para seguir en La Moncloa, el candidato popular habrá hecho un buen servicio al conjunto de la ciudadanía, además de dar cumplimiento al mandato constitucional. Podrá perder, seguramente así será, pero en ningún caso se puede dejar el camino expedito a quien, hay que insistir en ello, no ha ganado las elecciones, por más que el equipo de propaganda gubernamental se empeñe en hacernos creer lo contrario.