Editorial

Una moción para la queja y la propaganda

Los ciudadanos tendrán la oportunidad de escuchar de uno de los personajes que mejor encarnaron el espíritu de la Transición una égloga de los males de la patria

Ramón Tamames
Ramón TamamesCristina BejaranoLa Razón

Parafraseando a Monterroso, cuando, mañana, se apaguen las luces del Hemiciclo el dinosaurio de la crisis de deuda, la inflación desbocada, la tasa de paro más alta de Europa, los problemas de la Justicia, el precio de la vivienda, las consecuencias de la ley del «sí es sí», la insoportable carga fiscal de las clases medias y la insidiosa campaña nacionalista contra las instituciones del Estado todavía estará ahí.

Sin duda, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aprovechará la ocasión que se le brinda para reiterar su discurso triunfal y, de paso, acusar a Núñez Feijóo de ser la causa de todos los males; la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, si es que, al final, interviene, tendrá oportunidad de marcar músculo político; Santiago Abascal, el líder de Vox, podrá decir lo mismo de siempre pero sin límite de tiempo; el Partido Popular tratará de mantenerse de perfil, y el imposible candidato a la presidencia del Ejecutivo, Ramón Tamames tendrá, si nada se tuerce, un momento de gloria que, ciertamente, honora toda una vida entregada al conocimiento y a la política.

Podría aducirse que, cuando menos, los ciudadanos tendrán la oportunidad de escuchar de los mismos labios de uno de los personajes que mejor encarnaron el espíritu de la Transición una égloga de los males de la patria que compartirá una amplia mayoría de los españoles y la reivindicación del modelo político y social que consagró la vigente Constitución, hoy, menospreciada por una izquierda enferma de adanismo y por unos partidos nacionalistas que sólo la entienden como barrera infranqueable a sus propios intereses.

Puede ser cierto, pero ni Tamames es la única voz que lleva alertando contra la deriva ideológica de la actual dirección del PSOE, ahí están, sir ir más lejos, Felipe González y Alfonso Guerra, ni la utilización espuria de una previsión constitucional tan importante, como es la moción de censura parlamentaria, puede justificarse en la queja o en la propaganda. En este sentido, se lamentan los populares, y justifican su abstención, en que la iniciativa de Vox supone un balón de oxígeno para el presidente del Gobierno en vísperas de un proceso electoral que puede determinar el cambio de mayorías en el cada vez más cercano mes de diciembre.

Pero aunque ese mensaje ha sido rápidamente comprado por los estrategas de La Moncloa, a tenor de los resultados de las encuestas independientes, sostenidos en el tiempo y unívocos, no será vinculando a Feijóo con el fascismo o despreciando las consideraciones de un anciano que sabe perfectamente de lo que habla, como el jefe del Ejecutivo podrá frenar el maltrecho rumbo de su gestión. Entre otras cuestiones, porque la sociedad española se ha visto sometida a una de las campañas de propaganda gubernamental más intensas desde la recuperación de la democracia, hasta llegar a la sobresaturación.