Subirats sobre el uso castellano en las universidades catalanas: “No veo que exista un problema”

El ministro de Universidades, Joan Subirats, ha minimizado el conflicto que existe con el uso del castellano en los campus catalanes después de la polémica por el acoso independentista a los profesores que no utilizan el castellano en sus clases.“No existe un problema. Lo que hacen los planes de estudios y las guías docentes es explicar en qué va a consistir el objetivo de la materia y en qué lengua se van a impartir las clases. Esto es un sistema del funcionamiento universitario de autonomía y de decisión del centro docente, otra cosa es que cada una de las comunidades autónomas tenga sus propias voluntades e intente incentivar modelos”, ha dicho en un primer encuentro con los medios de comunicación.

Subirats ha alabado la la gestión de su antecesor en el cargo, Manuel Castells, en lo que afecta a toda su labor legislativa y, en concreto sobre la Ley de Universidades (LOSU), sobre la que considera que se ha hecho una labor sólida, aunque también el ministro ha aclarado que la polémica ley, que no tiene el consenso de la comunidad universitaria, tardará aún algún tiempo en aprobarse. Su compromiso es aprobarla antes del primer trimestre de 2023 con lo que considera que “hay tiempo para tramitarla de manera más tranquila” ya que lo que pretende Subirats es “hacerla mía” introduciendo algunas modificaciones tras mantener un diálogo con los diferentes actores implicados. Algunos de los aspectos a revisar podrían tener relación con la acreditación previa para formar parte de las plantillas, la carrera profesional o la aprobación de títulos.

El ministro cree que la universidad está en un momento de transformación por el cambio de época en el que vivimos, por eso cree que hay varios retos que el sistema tiene que afrontar, como la formación a lo largo de la vida, ya que considera que no se dispone de una estructura suficientemente sólida. También cree que hay que atender al impacto que tendrá la inteligencia artificial, valorar el papel de la presencialidad, evitar brechas de género y aumentar el nivel de transferencia de las universidades a las empresas y a la sociedad y el entorno en el que vivimos.