Ante el 23J

Moncloa alienta la expectativa del bloqueo

La campaña se cierra con el PSOE apelando a la remontada y con la incertidumbre sobre la fórmula de colaboración en la derecha

Pedro Sánchez durante un mitin en Barcelona
Pedro Sánchez durante un mitin en BarcelonaMorenattiAgencia AP

El equipo del presidente del Gobierno despide la campaña alimentando las expectativas sobre el resultado del domingo. Sería toda una sorpresa, también para Moncloa, que las urnas confirmasen una remontada que facilite de nuevo la investidura de Pedro Sánchez. Pero sí hay una mínima posibilidad, según anticipa el análisis demoscópico, de que la izquierda pueda bloquear la investidura y forzar unas nuevas elecciones: hacia esa meta se dirige el entusiasmo con el que el PSOE busca animar en el último momento el voto de la izquierda.

No es que confíe en mantenerse en Moncloa tras el 23J, pero sí en que las urnas abran un periodo de investiduras fallidas y de repetición electoral que les dé una segunda oportunidad para esa remontada.

La izquierda tendrá su propia travesía en el desierto si se confirma la opción más probable, la salida del poder. Por más ruido que hagan los críticos con Pedro Sánchez, en el fondo saben que será muy difícil evitar que continúe al frente de la Secretaría General en un marco de descomposición de la coalición y en el que Yolanda Díaz está condenada a ser jibarizada por el podemismo.

Moncloa se siente victoriosa del resultado de la última semana de campaña después del golpe que supuso la derrota sonora en el cara a cara con Alberto Núñez Feijóo. Pero que el presidente del Gobierno haya echado mano en primera persona del caso Marcial Dorado, una fotografía de hace 30 años y que el PSOE ha usado en las cuatro campañas gallegas en las que Feijóo consiguió mayoría absoluta, es visto también como una muestra de «desesperación».

La sintonía que han mostrado Sánchez y Yolanda Díaz en esta campaña esconde ocultas dos prioridades compartidas. Por un lado, conseguir el mejor resultado para librar la batalla contra sus críticos: Sánchez, frente a la mayoría orgánica que fue desalojada del poder en los comicios del 28M, y Díaz, frente a Irene Montero y Pablo Iglesias. En segundo lugar, que el lunes se abra la puerta al bloqueo político.

En la derecha, la campaña llega a su final sin que se despeje la incógnita de la fórmula de colaboración que pueden encontrar PP y Vox para garantizar la gobernabilidad. La opción de un Gobierno en solitario no se perfila con una mínima claridad en los tracking que continúan manejando los partidos, a pesar de la tendencia a la baja de Vox.

Por tanto, el reparto de escaños entre PP y Vox será decisivo para que se clarifique si es posible un pacto de investidura o se hace necesaria una coalición, con presencia del partido que preside Santiago Abascal dentro del nuevo Ejecutivo. El candidato popular ha fijado la línea en conseguir más escaños que PSOE y Sumar juntos, pero para eso debería lograr también que alguno de los partidos que forman parte del frente nacionalista e independentista no vote en su contra y se abstenga.

La debilidad de ERC y la batalla ya abierta por las próximas elecciones autonómicas catalanas será una variable que influya en el realineamiento postelectoral. En Cataluña, el clima demoscópico ha consolidado la idea de que se avecina un fortalecimiento del bloque constitucional, especialmente del PSC de Salvador Illa, pero también del Partido Popular.

Y esto hace que en círculos políticos empiece ya a hablarse de la posibilidad de que el resultado de ERC en las generales, y su debilidad en la Generalitat, provoquen también un adelanto en Cataluña. Incluso hay quienes dicen que podría ser «inminente», según el recuento electoral.

De confirmarse el cambio, la fórmula de colaboración entre PP y Vox tendrá repercusión en otros ámbitos de la política doméstica, como la situación en Cataluña o hasta dónde lleva Podemos su ambición de volver a convertirse de nuevo en la referencia de la izquierda desde la calle.

La presencia de Vox en un futuro Gabinete sería utilizada como justificación por el independentismo y también por la izquierda para agitar la bronca política y social, desestabilizando así al equipo que presidiera Feijóo. En las filas populares hay muchos recelos ante esa posible coalición. Ya los generan las que se han formado a nivel autonómico, en la Comunidad Valenciana y en Extremadura, pero el coste a nivel nacional estiman que sería mucho mayor.

El perfil de Vox en estas negociaciones autonómicas, más duro y más dogmático, permite hacer la proyección sobre cuál sería también el modelo elegido para negociar su entrada en un Gobierno nacional. Y el PP teme que esa fórmula acabe dejándoles la misma cosecha que ha sacado Sánchez de compartir su gobierno con Unidas Podemos. Las tensiones en el Consejo de Ministros, la existencia de dos gobiernos dentro de un mismo Gabinete, el desgaste del perfil institucional de Feijóo o el mismo ruido por la batalla identitaria sobre la que se sostienen los extremos, en este caso desde el flanco de la derecha.

En el ámbito territorial o en materia social el PP se enfrentaría a la misma dinámica por parte de Vox que ha practicado Unidas Podemos con el PSOE para asfixiar la centralidad.