La crónica
Vox espera que Feijóo fracase en su intento de llegar a La Moncloa
La fuerza que en Vox han cogido las corrientes más identificadas con la falange y la facción ultracatólica ha generado interferencias entre los dos partidos.
Esta misma semana ha habido contactos al más alto nivel entre el PP y Vox, con participación de Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal. Las conversaciones sirvieron para constatar la escasa flexibilidad de Vox en las negociaciones, aunque, en todo caso, el diálogo es mucho mejor con Abascal, que tiene cultura de partido y sabe hasta dónde se puede llegar, que con sus negociadores, Kiko Méndez Monasterio (de quien se dice que es el que hoy manda realmente en el partido) y Jorge Buxadé. La fuerza que en Vox han cogido las corrientes más identificadas con la falange y la facción ultracatólica también ha generado graves interferencias en otros canales abiertos a nivel nacional entre los dos partidos.
Vox está hoy en la «operación reemplazo», pero no de Pedro Sánchez, sino de Alberto Núñez Feijóo: su mejor escenario sería que el líder popular fallase en su primer intento de llegar a La Moncloa y se abriese una crisis interna en el principal partido de la oposición, de ahí que su línea estratégica esté concentrada en centrar el foco en los posicionamientos más radicales e incómodos para el PP. Las encuestas, sin embargo, colocan hoy al PP a poco más de una veintena de escaños para tener la mayoría absoluta, con más de 150 diputados, mientras que Vox cae por debajo de los 30.
En puertas del arranque oficial de la campaña, los populares se dirigen a centrar de nuevo el foco en ganar voto a derecha y a izquierda, y la siguiente prueba para los de Abascal es Murcia, donde el presidente en funciones, el popular Fernando López Miras, resistirá la exigencia de sillones a cambio de los dos escaños que necesita para alcanzar la mayoría absoluta, incluso hasta llegar a nuevas elecciones si Vox no se mueve de su intransigencia.
El pragmatismo con el que la dirección del PP ha afrontado la negociación de los pactos ha abierto escenarios con los que no se contaba antes del 28M. El debate sobre si Vox entraría o no en los gobiernos ha quedado ya despejado, silenciando a las voces, de alto rango, que planteaban que lo más conveniente podría ser cerrarse a negociar su incorporación para convertir en bandera electoral el lema de que Vox bloqueaba el cambio. Finalmente, la prueba de la negociación tras el 28M se ha resuelto por el camino de aprovechar el pájaro en mano: prudencia, táctica, pensando en el 23J, y respetar la demanda de los territorios de que no se les cierre el paso al poder.
Los datos que hoy manejan en el centroderecha apuntan que si el PP mantiene la trayectoria actual, el «cambio» podría ser posible con esa abstención de Abascal que les liberaría de la carga de un Gobierno de coalición entre dos partidos que, pese a los acuerdos, se reconocen como incompatibles en su convivencia, al menos desde el lado popular. De hecho, en el mapa estratégico con el que se mueven en Vox se impone la tesis de que el mejor escenario al que se pueden enfrentar pasa por la posibilidad de que Feijóo no sume y se mantenga Sánchez en la Presidencia del Gobierno. Tiene sentido porque los dos partidos, a día de hoy, comparten como principal hipótesis de trabajo que las urnas darán una clara victoria a Feijóo, lo que llevaría a Vox a tener que conformarse con un apoyo externo al nuevo gobierno.
Para Vox es mejor marco que Feijóo no consiga entrar en Moncloa, porque les abriría un amplio espacio de crecimiento mientras el PP se consume en una crisis interna con fondo sucesorio. El líder popular ya ha anunciado su compromiso de que si no gobierna no dirigirá la oposición, sino que tutelará el relevo en su partido con dos figuras como potenciales sucesores, la de Isabel Díaz Ayuso y la de Juan Manuel Moreno.
Pero antes de llegar a su nuevo liderazgo el PP entraría en una difícil crisis interna en la que se enfrentarían los dos modelos que representan la presidenta madrileña y el andaluz. Y esto abriría espacio a Vox para aprovechar las debilidades de su principal adversario para crecer con más aire que si se mantiene como partido consorte a nivel parlamentario de una mayoría sólida del PP a nivel nacional, tras haber salido ampliamente reforzado en poder territorial del 28M. Por eso, fuera del canal oficial se escucha que «lo mejor que le puede ocurrir a Abascal es que Feijóo no llegue a Moncloa» y así él, sin hipotecas, se lance a ocupar el espacio del PP con la fuerza añadida que le daría un nuevo gobierno de coalición más débil en la parte socialista y más fuerte en la parte de Sumar-Podemos e independentistas.
El interrogante del 23J, salvo sorpresa, es si el PP gobierna con Vox o sin ellos. Desde el entorno de Feijóo aseguran que Abascal «ya sabe que se gobernará en solitario porque valdrá con la abstención de Vox», si bien, por más que desde los dos lados se dirija la comunicación a sus intereses, la batalla está condicionada al resultado. De momento, los hechos tras el 28M también han dejado otra conclusión: la vía pragmática de la dirección popular, que ha sostenido en el mantra de que hay que atender la voluntad de la mayoría, anticipa que la repetición de las elecciones es una salida que no se baraja.
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