Coronavirus
De 190 habitantes a 500: así repobló Arcones el coronavirus
«Que se empadronen, pronto tendremos fibra». Laureana Martín, la alcaldesa de este pueblo segoviano, está feliz con la llegada masiva de «exiliados», pero teme que cuando pase la alarma les dejen de lado
«Ojalá que todos los que han venido se queden». Este es del deseo de Laureana, que ha visto como su pueblo ha crecido en número de habitantes de manera exponencial desde el inicio de la crisis del coronavirus. En Arcones, una pequeña localidad segoviana de 190 habitantes, todas las casas se han ocupado. «Hay unos 600 domicilios repartidos por los seis barrios que tenemos. Normalmente, durante todo el año, como mucho hay 100 ocupadas, ahora lo están todas, así que como mínimo hay 500 personas viviendo en nuestro pueblo, es algo insólito», relata esta mujer que ejerce como alcaldesa desde 2011.
Dice que «aterrizaron todos de golpe» desde Madrid, principalmente, pero también de Barcelona y, pese a que las calles del pueblo están desérticas, ya que todo el mundo cumple a rajatabla la cuarentena, los abundantes vehículos aparcados en carreteras y vías del pueblo dan buena cuenta de esta «superpoblación». «Comenzaron a llegar el viernes, y los que vivimos aquí estábamos sorprendidos. Veíamos coches y coches. Luego, cuando salimos a la farmacia o a hacer algún recado, observábamos las luces encendidas de los domicilios. Interactuamos poco, pero saber que ahora somos más, aunque sea de manera temporal, pues es una alegría», nos confiesa esta jubilada.
Mientras cocina para su familia reconoce que lo ideal sería que toda esta gente que ahora viene a la España vaciada huyendo del «maldito virus» se empadronara en Arcones y que este pueblo castellano saliera de la lista negra de la despoblación y regresara a sus buenos tiempos. «Fíjate, antes aquí vivíamos 2.000 personas, pero, claro, el trabajo comenzó a escasear y la gente joven se fue marchando. Algunos conservaron sus casas para venir en verano o los fines de semana, aunque solo queda gente mayor, la media de edad será de más de 70 años», relata.
Laureana promete que pronto llegará la fibra de internet, motivo por el cual (la deficiencia en las telecomunicaciones) provocó la estampida en las zonas rurales. «Yo hago siempre mucha campaña en las redes para que la gente venga y conseguí que hasta una familia de Ibiza se instalara aquí; no han durado mucho porque no les salía trabajo de lo suyo. Aquí trabajo no falta, pero en limpieza, hostelería, ganadería... y no a todo el mundo le gusta», reconoce.
Como si fuera verano
El caso de Arcones no es el único que ha visto cómo su población se duplicaba en esta última semana. Quién podría imaginar hace unas pocas que la tranquila localidad de Las Navas del Marqués, en Ávila, iba a registrar sus máximos picos de afluencia cuando todavía no hay cánticos de verbena. Pese a las recomendaciones de Sanidad, antes de que se decretara en España, miles de habitantes con segunda residencia en Las Navas del Marqués optaron por trasladarse al pueblo ante la amenaza del Covid-19.
A pesar de que muchos vecinos tacharon a estos ciudadanos de «irresponsables» e «imprudentes» y que, incluso, no comprenden la actitud permisiva del alcalde, el regidor, Javier Sastre, trata de ser comprensivo con ellos, pues «estamos tan cerca de Madrid que es normal que hayan decidido venir aquí. Somos un pueblo de acogida y al no tener los niños colegio, los padres ven que aquí, en su segunda residencia, pueden estar más tranquilos al poder salir al campo». Eso sí, también han cerrado los bares, los parques e incluso muchas de las plazas públicas y, ante las críticas de los residentes, el alcalde pide «solidaridad» y ya ha anunciado varias actividades para que la gente no se aburra durante el confinamiento.
Por su parte, Charo y Pablo, un matrimonio jubilado de 67 y 77 años, respectivamente, forman parte de los «exiliados», de esos a los que en los pueblos ahora miran con recelo. Ellos decidieron hacer las maletas e instalarse en Corral de Almaguer, un municipio de Toledo que se encuentra en la comarca de la Mancha Alta de Toledo, a los márgenes del Río Riánsares. «Solo hemos salido a comprar estos días, prácticamente no nos encontramos con nadie, y sí lo hacemos nos saludamos de un extremo a otro», dicen. Sin embargo, algún vecino sí que les ha sugerido el hecho de haber «huido» de Madrid, en plena crisis epidemiológica, aunque cree que sin maldad. «Al llegar, una vecina de toda la vida me dijo: ‘‘¡Pero qué pasa, a ver si nos vais a traer aquí el virus!”», explica Charo, que incide en que están «todo el día solos», pues, «si la situación fuese otra habríamos hecho más vida social, y eso no se está produciendo». A día de hoy, aún no saben si volverán a Madrid, quizá ellos formen parte de esta repoblación de la España vaciada que no ha hecho más que comenzar.
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