Coronavirus

Tomás Gómez: Iglesias no puede ser presidente en funciones

El Congreso debate la prórroga del estado de alarma
El vicepresidente de Derechos Sociales del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante el pleno del CongresoMariscalAgencia EFE

Las muestras de apoyo y de gratitud a los profesionales sanitarios son motivo de esperanza para pensar que no somos una sociedad egoísta e inconsciente y que somos conscientes de lo que los demás hacen por nosotros.

Las grandes empresas del país están contribuyendo como pueden con donaciones e intentando que no haya desabastecimiento, las universidades se han reinventado en tiempo récord y las clases online han sustituido a las presenciales, incluso algunos trabajadores con síntomas leves han seguido haciendo teletrabajo.

Nos interesamos unos por otros, intentamos animar y nos solidarizamos con quien lo está pasando peor. Un profesor, compañero de trabajo a quien tengo aprecio y admiración, despedía uno de sus correos con un “queda un día menos para abrazaros”. El Covid19 nos ha obligado a dar un frenazo y valorar lo importante.

Sin embargo, hay un grupo de personas excluido de este clima de apoyo mutuo y que siguen siendo objeto de crítica y de ataques, más o menos duros, los políticos. Poca gente les percibe como lo que son, personas con familias, que aman, que sufren y que enferman como los demás.

Son bastantes los políticos que se han contagiado porque su actividad es necesaria para el país en este momento, como la de los cuerpos y fuerzas de seguridad o la de nuestros queridos profesionales sanitarios.

Es verdad que el gobierno ha tomado medidas acertadas, como las económicas, y otras más cuestionables, como la controversia sobre si tomaron las medidas sanitarias en el momento adecuado.

El balance de su gestión se discutirá, no es un debate exclusivo en España, también lo es en Reino Unido, en Estados Unidos y en todos los lugares del mundo, pero lo que toca ahora es que paremos esta peste del siglo XXI.

Para ello, tenemos que hacer las cosas lo mejor posible. El confinamiento, cuanto más estricto mejor, el orden cívico en los supermercados y farmacias es esencial, la investigación debe esmerarse en encontrar tratamiento y vacuna para los repuntes futuros previstos de la epidemia y el gobierno debe atender a la emergencia sanitaria y a la crisis económica.

Esto no significa que el gobierno no debe estar sujeto a control, todo lo contrario. Así, por ejemplo, hay una circunstancia que no ha pasado desapercibida: en el gobierno hay tres bajas por la infección, entre ellos la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, también en el entorno familiar directo del presidente, estando su esposa, su madre y su suegro, también afectados por el virus.

En esta situación, no es descartable que el propio presidente pueda resultar positivo en la infección y eso generaría una situación institucional muy particular, la de que Pablo Iglesias podría convertirse en presidente en funciones.

Pedro Sánchez debería tener prevista esa situación, porque situaría a la cabeza del gobierno a alguien que no es ni la primera, ni la segunda, ni siquiera la tercera fuerza política del país. Alguien que no inspira confianza y que no debe ser la máxima autoridad en esta crisis. Las cosas de los pactos.