El Gobierno de Pedro Sánchez
Un Congreso roto: lanzar el pacto y esconder la mano
El presidente anuncia una reunión con partidos y agentes sociales mientras critica al PP. Casado no se cree la oferta y deja en el aire su posición ante esa convocatoria en Moncloa
El ruido que ayer se escuchó en el Congreso tapó la oferta de unos nuevos Pactos de la Moncloa en la que se envolvió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Sánchez se enfrentó al Pleno más crítico y con menos apoyos desde que estalló la crisis del Covid-19, y su refugio fue anunciar ante la Cámara que convocará la reunión con partidos, comunidades, empresarios y sindicatos que desde la semana que viene han empezado a reclamarle desde distintos ámbitos, incluso algunos de sus satélites más próximos. Entre críticas, por cierto, a su «modus operandi» durante la crisis. La falta de información y la unilateralidad es un reproche generalizado, que ayer volvieron a echarle en cara la mayoría de los grupos, también sus socios, hasta el PNV, que ha sido de los más fieles hasta ahora.
Pero lo que en la jornada de ayer se escuchó en el Congreso no sonó como la base necesaria para levantar esos grandes acuerdos de reconstrucción. Paradojas de la política, a corto plazo la impresión es que Sánchez sólo puede intentar apoyarse en Podemos y Ciudadanos, con la contradicción que implica en sí misma esta ecuación. ERC ya va a lo suyo, y anunció que se desmarca de los acuerdos de Estado. El PNV dijo que, si hay que ir a una reunión, irá, pero ya ha empezado a dejar advertencias y a marcar distancias que hasta ahora se cuidaba de esconder. Y PP y PSOE no pueden estar más enfrentados. Más allá de que Vox ha roto con cualquier tipo de colaboración, «complicidad», según ellos, con la estrategia del Gobierno de coalición.
El anuncio de la convocatoria de esta reunión multilateral tiene muchas sombras. La gestión de la crisis ha ido en la dirección contraria a lo que ahora anuncia el Gobierno que quiere poner en marcha, y que, dada la dimensión de la catástrofe sanitaria y económica, es la única salida posible. El Gobierno llegó al Pleno de ayer sin haber hecho ningún intento de aproximación al principal partido de la oposición para votar los decretos ley económicos, y el PP votó en contra de dos de ellos, y se abstuvo en el social. Pero el Ejecutivo sí mantuvo contactos y buscó complicidades con Ciudadanos, con lo que ayer en la bancada socialista se ufanaban de haber conseguido dividir a la derecha y agitaron el eslogan de que PP y Vox son «la misma ultraderecha».
La portavoz socialista, Adriana Lastra, embistió contra el PP, en un reparto de papeles con Sánchez, pero también es cierto que el líder popular, Pablo Casado, fue durísimo en su oposición al jefe del Ejecutivo. Como calentamiento para ese pacto que se anuncia para la semana que viene, Pablo Echenique, el «peón» en el debate del vicepresidente Pablo Iglesias, actuó como el «doberman» del Ejecutivo, con un discurso sostenido en las bilis y en el insulto contra el principal partido de la oposición, quien debe ser un pilar básico de una reedición de los Pactos de la Moncloa. No puede hablarse de esos grandes acuerdos de reconstrucción si no están en ellos PSOE y PP, con el agravante de que fuera ya se ha situado la tercera fuerza del Parlamento, Vox. Echenique, en representación del partido que forma la coalición de gobierno, situó al socio necesario para sacar adelante el pacto de reconstrucción en la extrema derecha, fuera de la Constitución y le tachó de heredero del franquismo.
Así, en un Parlamento cada vez más crítico y dividido, el anuncio de Sánchez de que habrá una reunión la próxima semana, a la que asistirá «quien quiera», sonó más a recurso dialéctico que a propuesta real de gran acuerdo. Pero el Gobierno tiene la obligación de explorar esa vía, aunque muchos no crean en ella. En el PP, ni se la creen ni la quieren. Y quizás solo Ciudadanos es el que en esta nueva etapa quiere creerse que es posible mover esa «pelota», en la que ante todo ha encontrado una salida para marcar un espacio propio y diferenciado del PP. Para que estos pactos fructifiquen hace falta un trabajo en la sombra previo, lealtad y confianza recíproca, como sostienen «patas negras» del socialismo y del PP que están al margen de las directrices oficiales. En los dos lados comparten que el Gobierno tiene que rectificar su forma de gestionar la crisis y los «vicios» de la política de confrontación «del pasado». Y el PP, contener sus ansias de ser la alternativa.
La nueva prórroga del estado de alarma fue aprobada con menos apoyo que la primera declaración que se validó el día 15. Los bloques han saltado por los aires y la gestión sanitaria y económica del Gobierno fue criticada por la izquierda y por la derecha, mientras el presidente tiró de solemnidad para reivindicar las decisiones y actuaciones de su Gabinete, desviar responsabilidades hacia las comunidades en la tragedia y abandono de las residencias de ancianos, y buscar la confrontación directa con los portavoces parlamentarios para dar más intensidad a la bronca, a diferencia de lo que ocurrió en los Plenos anteriores.
«Pido unidad y lealtad», dijo Sánchez, pero dentro de un discurso que obligó a Casado a exigirle que no le insultase si quería que su partido diera su apoyo a la prórroga de la alarma. Los votos del PP eran imprescindibles para aprobarla, después de que ERC y Vox endureciesen sus posiciones respecto a votaciones anteriores.
Ayer Sánchez anunció su dedecisión de impulsar un gran pacto de Estado sin ni siquiera hablarse con el principal partido de la oposición, Según Moncloa, habrá llamada a Casado. El PP lo calificó de «maniobra de distracción», hecha para no hablar de las cifras de la gestión de la crisis. «No se sientan a negociar ni un decreto y ahora dicen que quieren reescribir la transición, cuando nos llame, si nos llama, veremos qué hacemos», fue la valoración de la dirección popular.
«Ahora hay que ponerse manos a la obra y ocuparse de lo importante. No lanzar globos sonda para diluir responsabilidades y mutualizar los errores cometidos. Diálogo social, siempre, pero con complicidad para tomar decisiones ruinosas para los españoles, nunca», defendió Casado ante el Pleno. Aunque ayer no lo confirmaran oficialmente, el PP tiene muy difícil no asistir a la reunión si llega a celebrarse. El prólogo de esa convocatoria fue un largo y bronco debate, en el que las medidas económicas salieron con más abstenciones que síes.
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