Coronavirus

Los nuevos pobres: la otra pandemia

Las largas colas en busca de alimentos han dado la vuelta al mundo. Hablamos con quienes antes vivían de su trabajo y ahora lo hacen de la caridad

«Miedo al contagio no tenemos mucho, mi miedo es no tener para comer y no encontrar trabajo», reconoce Sonia, de 42 años, mientras espera su turno en el reparto de comida que ofrece el banco de alimentos de la madrileña calle Marqués de Leganés. De la noche a la mañana perdió su empleo como limpiadora en un hotel turístico de la capital, en el que trabajaba sin contrato.

Su marido, taxista de profesión, se encuentra en un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). Los famosos ERTES impulsados por el Gobierno para, dicen, salvar el tejido laboral en la pandemia, pero que no todos los afectados están cobrando. «Lleva dos meses esperando a hacerlo», asegura mientras recoge una jaula llena de alimentos básicos como aceite, pasta, azúcar y productos de limpieza. En su hogar viven ocho personas, incluidos menores, y desde que estalló la crisis «no entra» dinero. «En casa estamos un poco agobiados. Tengo cuatro niños que no van al colegio y echan mucho de menos a sus compañeros», expone.

Además, su casa forma parte de ese 4,1% de viviendas de la Comunidad de Madrid que no dispone de conexión a internet ni ordenador. «Veo el futuro muy mal. No se trata solo de comida. A los niños se les han quedado pequeñas las zapatillas, y ahora no puedo ni comprarles unas nuevas. ¡Menos mal que no salen a la calle!», dice con ironía, intentando quitar hierro a la dramática situación que está atravesando. «Veo que se acerca una tormenta incluso peor que la que vivimos en la crisis de 2008», insiste.

Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.
Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.Jesús Gómez Feria

Al igual que Sonia, durante la crisis sanitaria son miles y miles los españoles que hacen cola cada día ante los comedores sociales, entidades religiosas o redes vecinales para tener algo de comer. Desde Cáritas Diocesana de Madrid aseguran que las peticiones de ayuda se han triplicado en las últimas semanas. De hecho, el 85% de estas solicitudes son para la cobertura de necesidades sociales, en su gran mayoría para alimentos, gastos de vivienda y medicinas de familias que no pueden obtenerlas de otra manera. Atienden a lo que ya se conoce como los nuevos pobres de la pandemia.

Un sector, cada día más amplio de la sociedad, que dos meses después de la declaración del estado de alarma están atravesando situaciones muy difíciles. Es más, el papel de Cáritas está recuperando los niveles desencadenados por la crisis de 2008. Fuentes de la institución aseguran que «empleados que no han ingresado el ERTE o trabajaban en la economía sumergida así como pequeños autónomos sin colchón de ahorro son quienes acuden estos días a la entidad». Es más, el 40% de las solicitudes de ayuda en las últimas semanas proviene de personas que nunca hasta ahora habían recurrido a Cáritas.

Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.
Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.Jesús Gómez Feria

Ana, de 32 años, es una de ellas, y, así, por primera vez en su vida ha tenido que pedir ayuda y acudir a un banco de alimentos por necesidad. «Llevo siete años viviendo en España y jamás había visto nada igual», explica mientras llena su carro de la compra con saquitos de azúcar y paquetes de pasta. Con la pandemia perdió su trabajo en el sector de la restauración y pese a que está en un ERTE, dice, «aún no he cobrado nada». En su casa de alquiler, de 40 metros cuadrados, viven cuatro adultos y dos niños.

Allí llevan los más de 60 días de confinamiento. «Es agobiante porque estamos todo el día atrapados entre cuatro paredes», confiesa. Con el parón de la actividad económica y el decreto del estado de alarma que ha obligado a los españoles a permanecer en casa todo el día, el tamaño de las viviendas está influyendo de cara a llevar mejor o peor la cuarentena. Muchas personas acostumbradas a trabajar todo el día fuera del hogar y utilizar solo la casa para dormir, de la noche a la mañana, se sienten atrapadas en una situación de aislamiento obligado.

Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.
Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.Jesús Gómez Feria

José Luis, de 47 años, también trabaja en el sector de la hostelería y en el mes de marzo, súbitamente, se quedó en la calle. Está acogido a un ERTE, situación que le permite cobrar el 70% de su salario, mientras que el establecimiento en el que trabajaba permanece cerrado. Acompañado por su hermano, pregunta también por las ayudas al alquiler, consciente de que si esta crisis se prolonga durante mucho más tiempo será incapaz de cumplir con el pago mensual.

«No creo que nada vuelva a ser igual, me preocupa mucho el futuro». Se muestra ansioso porque la capital pase de fase con la esperanza de que el alivio de las restricciones en el sector de la restauración le brinde una oportunidad laboral. Según la asociación Hostelería Madrid, existen alrededor de 19.135 pymes de hostelería en el municipio cuya actividad se ha reducido un 98% desde el 14 de marzo.

Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.
Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.Jesús Gómez Feria

El cierre de los comedores escolares también está suponiendo un desafío para garantizar la alimentación y el estado nutricional de muchos niños. Son numerosas las familias que han visto cómo sus gastos en alimentación se multiplica, ya que permanecemos más tiempo en casa y gastamos más en alimentación. Otras familias, desde el cierre de los colegios y de los comedores escolares, necesitan acudir a asociaciones para poder garantizar la alimentación de los más pequeños.

Virginia, de 43 años, llega con su tres hijas. Las dos más pequeñas tienen 3 y 5, que juegan en la fila del comedor ajenas a las dificultades familiares. Cogen una de las cajas vacías que se amontonan en la puerta del comedor y la colocan encima de otra para apilarlas y mantener la limpieza en la calle en todo momento y no molestar a los vecinos de esta céntrica calle de Madrid. La mayor de ella, de unos 9, sonríe menos. Está pendiente de la lista de alimentos que está incluidos en el lote. «Mamá, falta la leche», indica mientras llena el carrito con potitos infantiles, alimentos de higiene personal, verduras y frutas.

«Está siendo muy duro», reconoce la pequeña con la voz entrecortada. Su madre hace malabares mientras organiza todo sin quitarle el ojo a las niñas. «Con el cierre del comedor estamos sufriendo verdaderas penurias. A ello, súmale que están todo el día en casa», explica Virginia. Las cuatro cargan con bolsas y según su edad, cada una lleva más o menos carga. «¿Vendréis la próxima semana?», pregunto. «Pero, ¿podemos?», dice la mayor de la tres hijas de Virginia.

Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.
Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.Jesús Gómez Feria

Era el 15 de mayo cuando palpábamos el sentir de estos madrileños que se han visto obligados a acudir a los bancos de alimentos. Madrid celebraba su patrón de luto. Caía una fuerte tormenta sobre la capital y pese a ser solo las cinco de la tarde, el aguacero inundaba las calles y oscurecía la jornada de repente. Es el preludio del apocalipsis social que amenaza a España. Este año, los chotis no sonaron en la pradera de San Isidro porque la distancia de seguridad para mantener a raya el virus es la norma. Tampoco hubo verbena en Las Vistillas porque el Ayuntamiento suspendió todos los festejos populares hasta octubre. Y las rosquillas no concentraron aglomeraciones en torno a los puestos.

Entre las pocas colas que se vieron durante la festividad, estaba la del comedor social de la calle Marqués de Leganés, impulsado por Red de Cuidados Madrid Centro. Se creó a raíz de la crisis del coronavirus, a partir de mensajes y grupos de WhatsApp, gracias al tejido social que existe en los diferentes barrios del centro, que se volcaron en al apoyo de los más vulnerables. Desde mediados de marzo, centenares de voluntarios están desarrollando tareas para ayudar a personas mayores, enfermas, de familias en situación de vulnerabilidad y a colectivos que ya vivían, principalmente, de la economía informal.

Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.
Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.Jesús Gómez Feria

María José, una de las voluntarias, explica que «atendemos a entre 20 y 25 unidades familiares cada unos de los tres días que acudimos. Esto supone unas 120-130 personas al día, ya que las familias que acuden están formadas por entre uno y ocho miembros». El ritmo es frenético. Organizan los alimentos que son donados por los mercados, grandes supermercados como Eroski, la Embajada Argentina o Mercamadrid. Se distribuyen entre alimentos frescos, envasados y lácteos. Para evitar grandes colas y cumplir con las medidas seguridad, organizan una agenda a fin de que la gente llegue a la cola de manera escalonada. Aun así, es complicado que no se formen pequeños tumultos en momentos concretos de la tarde.

Son las 18:10 y es el turno de Escarlet Sarmiento. Su número de lote es el 71 con alimentos para seis personas, incluidos dos niños de 3 y 6 años. En un “excel” incluyen pequeñas observaciones para que el reparto se realice de la manera más dinámica posible. En el caso de Escarlet se puede leer que necesita «productos básicos y leche, sobre todo, leche». En la celda de entrega especial: «Pañales talla 6 y toallitas para la higiene». Escarlet, de 36 años, llega puntual con su hija, Yerlin, de 19. Dice que antes de la pandemia trabajaba como asistenta de hogar, pero con la crisis dejó de ir. Aunque está agradecida porque «la señora de la casa –en la que lleva trabajando tres años– me da 800 euros con los que pago el alquiler. El resto de facturas he dejado de pagarlas porque no me da. El único dinero que entra en casa es el mío», explica.

Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.
Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.Jesús Gómez Feria

Jairo tiene 31 años y solo dos meses antes de que estallara la pandemia logró el ansiado permiso de trabajo. Hasta que se decretó el estado de alarma trabajaba en la construcción con un contrato precario que con la pandemia se ha esfumado. Está abrumado por la solidaridad. «No sé qué haríamos mi familia y yo sin la ayuda de la gente», reconoce.

Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.
Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.Jesús Gómez Feria

Y es que esta crisis también está despertado un movimiento que parecía adormecido desde la salida de la crisis económica. Gracias a la colaboración y solidaridad de centenares de voluntarios, comunidades, entidades colaboradoras, empresas y donantes, se puede atender a todas estas personas. Desde Cáritas aseguran que «canalizar esta ola de solidaridad es otro de lo retos de la institución». La pandemia está aumentado la pobreza en todo el país, poniendo en peligro algo tan básico como la adquisición de comida, lo que se refleja en el incremento del 30 % de las entregas que hace el Banco de Alimentos de Madrid, hasta llegar a niveles que ni siquiera se vieron en 2008.

Afectados directos

Según las cifras que maneja esta institución, alrededor de 190.000 madrileños subsisten gracias a su red de distribución de alimentos, frente a los 130.000 de finales de 2019, con productos distribuidos a través de 517 entidades solidarias, mientras otras 40 asociaciones aguardan para recibir su ayuda. Así, en la actualidad algo más de 700.000 están en situación de pobreza moderada (es decir, pueden pagar su alimentación, pero eso les impide abordar otros gastos primarios); medio millón tienen pobreza severa, con menos de 355 euros mensuales por unidad de consumo; y 213.000 sufren privación material severa.

Además del elevado número de víctimas mortales y la presión sobre el sistema sanitario, hay otra tercera pata en la crisis del coronavirus: la pobreza y la exclusión social están aumentando y las dificultades de la población que ya se encontraba en esa situación se agrava. Los ERTE y los problemas surgidas durante el confinamiento han provocado un incremento de los «nuevos pobres», es decir, personas que trabajan pero tienen ingresos tan bajos que no pueden llegar a final de mes y que habitualmente optan por reducir la alimentación o acudir a los bancos de alimentos para poder alimentar a sus familiares.

Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.
Reportaje de usuarios de comedores sociales que reciben alimentos por la crisis del Coronavirus. Comedor social de la calle Marques de Leganes 12.Jesús Gómez Feria

El tamaño de la oleada de pobreza que viene se desconoce aún, «no ha habido tiempo ni medios para cifrarla», reconocen desde Cáritas. Los equipos diocesanos y parroquiales de Cáritas en España están siendo testigos de cómo la economía de muchas familias está al límite y cómo son muchos los hogares que han visto cómo uno o los dos progenitores se han quedado sin empleo, con las consecuencias materiales y psicológicas que ello conlleva. En apenas 12 años, dos crisis devastadoras van a tener consecuencias en una buena parte de sociedad que de la noche a la mañana ve cómo se tambalea la vida que tenía agarrada con alfileres.