Partido Popular

La guerra Soraya-Cospedal o el origen de la “Operación Kitchen”

El juego sucio que Rajoy permitió entre las dos mujeres fuertes de su equipo derivó en una lucha entre la Policía y el CNI. En el partido plantean una comisión interna que rompa con el pasado

Las ex secretaria general del PP, María Dolores Cospedal y la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, en Génova
Las ex secretaria general del PP, María Dolores Cospedal y la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, en GénovaAlberto R. RoldánLa Razón

El PP interpreta como una «maniobra política» la decisión de la Fiscalía de solicitar esta semana la imputación de varios ex ministros del Gobierno de Rajoy –María Dolores de Cospedal y Jorge Fernández– en el «caso Villarejo» por su presunta implicación en la pieza Kitchen, sobre los seguimientos al ex tesorero Luis Bárcenas a cargo de los fondos reservados.

Este análisis, que actúa como mecanismo de protección interna y que está ampliamente extendido en toda la organización política, busca la explicación al regreso de los fantasmas del pasado en una «operación política» para «destruir al PP». Dicen que no es casualidad que la Fiscalía haya actuado justo después de que Pablo Casado confirmarse a Pedro Sánchez su «no» a los Presupuestos Generales del Estado (PGE) y su «no», mucho más importante para los intereses de los dos principales partidos, a la renovación de las vacantes institucionales pendientes, entre ellas se encuentra el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el Tribunal Constitucional o el Consejo de Administración de Radio Televisión Española (RTVE).

La presencia de la ex ministra Dolores Delgado al frente de la Fiscalía da carril al PP para demonizar todas las decisiones del Ministerio Público, pero la salvaguarda queda reducida a este ámbito de la Fiscalía. El juez José De la Mata, que investiga la «caja B» del PP, también levantó esta semana el secreto del sumario del «caso Kitchen», donde se señala que las actuaciones tuvieron como objetivo robar pruebas de la financiación ilegal del PP a Bárcenas para que nunca llegaran a manos de la Justicia. Y que esta investigación se desarrolló extramuros del procedimiento judicial y pretendía eludir el control del juez de instrucción.

Aquí, ante este sumario, en el PP ya no buscan refugio en la teoría de la «conspiración política», sino que asumen la gravedad de los hechos investigados y ven con enorme preocupación las consecuencias de la utilización de estos hechos por parte de los dos sectores enfrentados en el Gobierno de Rajoy, «sorayistas» y «cospedalistas», que han vuelto a la «guerra sangrienta», vía filtraciones interesadas de unos contra los otros, a costa de que en medio el daño se lo lleve Pablo Casado.

«Esto puede ser como el “caso Naseiro” de Casado». En el paralelismo hay muchas diferencias con el caso de corrupción que se conoció poco después de la llegada de José María Aznar a la Presidencia del PP, la más significativa es que el actual presidente del PP tiene razón cuando sostiene que en los hechos investigados no tiene nada que ver ni él ni nadie de su equipo. En Génova sacan pecho, además, de que se negaran a incluir en las listas a dirigentes afectados por este asunto.

Pero en las lógicas de partido, que llevan a que, por ejemplo, con el «caso Gürtel» el PP llegara a plantearlo como una «causa general» contra ellos, la comparación con el «caso Naseiro» lo que quiere decir es que «igual que el PSOE utilizó el “caso Naseiro” para cortarle las alas a Aznar cuando empezaba a aparecer como una amenaza, ahora la Kitchen también es la vía de Sánchez para debilitar al PP». Esta afirmación viene de Génova. Pero sí se buscan explicaciones fuera de Génova, en el análisis hay matices importantes, porque desde fuera de Madrid lo que ven es que el «marianismo» y el fuego cruzado que se ha resucitado entre sus ex altos cargos, con el ex presidente del Gobierno a la cabeza, puede dinamitar al «casadismo».

La lectura del partido es bastante simple. Sentido común. Aunque no haya información de lo que pasó fuera de ese cerrado círculo de La Moncloa y de una parte de Interior, «lo que se está conociendo explica el miedo que Rajoy tenía a Bárcenas y que por eso llegaran tan lejos, pero de manera chapucera, no tenía ni un Vera ni un Barrionuevo, sino una guerra interna dentro de su Gobierno que él mismo alentó», reflexiona un dirigente autonómico del PP.

En este proceso de reflexión y revisión sobre el pasado en el que el PP se ha visto de nuevo forzado a caer, en el partido de Casado apuntan «que el CNI durante muchos años ha estado haciendo operaciones de este tipo, todo tipo de trabajos, pero el error que cometen éstos en que en medio de la guerra entre Soraya y Cospedal, entre CNI y Policía, el encargo se lo hacen a la Policía y sale la chapuza que sale».

El «caso Kitchen» lo resumen en que «aquí se intenta que la Policía haga lo mismo que ha estado haciendo el CNI para otra institución durante 30 años, por cierto, que todos los servicios de inteligencia lo hacen, no es una excepción, y el resultado es una vergüenza del pasado y un problema presente porque las nuevas peticiones de imputación de la Fiscalía son un ataque al PP». La imagen que tienen en el PP del último Gobierno de Rajoy es la de un Gabinete en el que había «juego sucio» dentro, con dos polos, Soraya Sáenz de Santamaría, de la que dicen que utilizaba a los servicios de inteligencia en contra de todo aquel que podía hacerle sombra en el favor de Rajoy, y, en el otro extremo, María Dolores de Cospedal y «sus amistades con el comisario».

En estas reflexiones cruzadas que estos días se pueden escuchar entre los dirigentes nacionales y territoriales del partido cabe destacar también la coincidencia en el análisis respecto a los efectos sobre Casado. Hay preocupación por la sustancia del caso en el que en la cúspide de la responsabilidad política sitúan a Rajoy, pero también por los efectos de la resucitación de las «cloacas informativas». «Están tan activos los de Rajoy y los del lado de Cospedal en soltar basura que a Teo no le queda sitio para meter baza», ironizan en el Comité de Dirección del PP, en alusión al secretario general, Teodoro García Egea.

En cualquier caso, y a pesar de que esta nueva crisis vuelva a dejar en evidencia que «el sistema sigue desgarrándose, y que las costuras de la Transición se han deshecho, y no hay fuerza ni entidad capaz de recomponerlas», en las filas populares concluyen también que por grande que sea esta nueva piedra, el problema real de Casado no está en la Kitchen. La exigencia es que «rompa del todo» con Aznar y con Rajoy, sin contemplaciones, «tiene que romper por completo con el pasado», y asumir que su problema no está ahí, sino en la falta de un proyecto que le diferencie de todo lo anterior. ¿Qué más podría hacer para romper con ese pasado? La respuesta la da un veterano dirigente del PP, que estuvo en primera línea con Rajoy y con Aznar, y que sigue en activo, pero observa desde la distancia lo que pasa en el partido. «Si queremos ir a por todas, siempre te queda la posibilidad de abrir una investigación interna. Con Aznar, ante el “caso Naseiro”, el encargo del procedimiento interno le cayó a Alberto [Ruiz Gallardón], y el resultado fue que se cargó al jefe del clan de Valladolid, a Arturo Moreno. No se lo perdonaron hasta que no hizo concejala a Ana Botella, por cierto».

Es evidente que no está en los planes de la dirección popular activar ese instructor interno que informe luego a la Junta Directiva Nacional de sus conclusiones, pero Casado seguro que ha escuchado estos días desde distintas direcciones el consejo de que debe ser más contundente en la ruptura con Rajoy y con Aznar, y evitar la tentación de refugiarse sólo en el discurso de que «hay una operación política de la Fiscalía en su contra, aunque la haya».