Violencia de género

«He denunciado 18 veces ¿qué más hago?»

Marta es una de las 64.000 víctimas de violencia de género bajo el sistema de protección policial. Su caso fue calificado de «alto riesgo» pero hace diez días su agresor volvió a acecharla

Marta sigue siendo acosada por su maltratador
Marta sigue siendo acosada por su maltratadorJesús G. FeriaLa Razón

El sistema Viogen la calificó como víctima de «alto riesgo» y, a día de hoy, no está a salvo. Hace apenas diez días, su maltratador la esperaba a las puertas del juzgado –una citación a la que él no se presentó– acompañado de un «amigo» con la intención de hacerla daño. Marta hizo todo lo que se debe hacer cuando sufres un episodio de violencia de género pero continúa en una espiral de tensión constante. «Denuncié a este tío en 2018. Ya van 18 veces. Estamos casi en 2021 y sigo sin poder quitármelo de encima ¿Qué más tengo que hacer?», lamenta. La historia de esta mujer, a la que un juez ha decidido retirarle el sistema de protección telemático porque le pitó más de 600 veces y la estaba volviendo loca, parece inverosímil pero se ha dado este año en Madrid.

Amenazas de suicidio

Marta no se llama Marta pero sí vive en Madrid, donde parece fácil romper con un pasado, rehacer una vida. Su calvario comenzó hace dos años, cuando conoció en la casa de apuestas donde trabajaba a un chico marroquí. Ella tenía 29 años, él 28 y llevaba diez años dando tumbos tras dejar el centro de menores donde residió hasta los 18, cuando dejó de ser un «mena». Comenzaron una relación. A Marta le hacía sentir como su «salvadora», la mujer más maravillosa del mundo hasta vio que seguía hablando con otros clientes (era una «guarra» y una «puta») y comenzaron los problemas. La llamaba de madrugada, borracho, diciéndole que se iba a suicidar. «Me fui de vacaciones y me dijo que cuando volviera a Madrid me iba a enterar». Así fue. El primer día que volvió al trabajo el tipo entró a la casa de apuestas «con actitud de querer atizarme allí mismo».

“Yo al cementerio pero tú conmigo”

Decidió quedar con él en un parque de Moratalaz y cortar la poca relación que mantenían. Como era de esperar, él no aceptó: «Yo hoy voy a ir al cementerio pero tú vienes conmigo», le dijo. «Empezó a darme puñetazos, patadas, me empujó, me tiró del pelo y cuando conseguí zafarme pedí ayuda a una pareja que pasaba por ahí. Llamaron a la Policía pero él se fue corriendo». Ese día denunció y le aplicaron un riesgo «alto» tras rellenar los apartados del sistema Viogen, la aplicación informática de uso policial que valora el riesgo de una víctima. Ese día, lejos de ser el principio del fin, comenzó un bucle infinito de denuncia, orden de protección, juicio y nueva denuncia, del que aún no ha salido y que ha indignado a Marta, harta de gritar que, a día de hoy, sigue en peligro. “La Justicia es un desastre y siento una revictimización constante». Tras esa primera denuncia, Marta solicitó protección e impusieron a su agresor una orden de alejamiento de 500 metros que no sirvió para nada. «Le dije a mi abogado: “Voy a volver a trabajar y me lo voy a volver a encontrar, ya verás”. Y así fue. En cuanto entré por la puerta del trabajo, al girar la cabeza le veo en la calle, sentando en un banco, mirándome con cara de “hoy te voy a matar”». Marta avisó a la Policía, le localizaron y le comunicaron su orden de alejamiento pero al día siguiente se volvió a producir la misma escena. La tercera vez, la Policía le interceptó antes de llegar al trabajo de Marta. Tras la vista judicial por el quebrantamiento de la protección se produjo una situación surrealista: «Al salir del juzgado me meto en el metro y él, que salió a los cinco minutos, también. No nos cruzamos en el vagón de milagro».

Cambio de casa y de trabajo

El tipo fue condenado a seis meses prisión y, un mes antes de que saliera, Marta se cambió de casa y de trabajo. «Tenía claro que él iba a volver a por mí». Salió con un sistema de control telemático, y a ella le proporcionaron un dispositivo Cometa, que avisa a la víctima cuando detecta una aproximación de riesgo. «Psicológicamente a mi me ha vuelto loca y ahora me lo han quitado. Me pitó 600 veces. No dormía, salía corriendo en cuanto me pitaba...una pesadilla». Porque el calvario de Marta no acabó al cambiar de casa y trabajo. «Él va por ahí andando y le salta en qué zonas no puede entrar: así descubrió mis sitios y acabó localizándome». Marta señala la triste paradoja de que el sistema que en teoría la protegía fue el «chivato» que señaló a su agresor las zonas que frecuentaba. «Los meses que estuvo en libertad fue una locura: me pitaba todos los días a las tres de la madrugada, a las cinco...» El maltratador volvió a la cárcel pero solo estuvo ocho meses dentro. El pasado mes de febrero volvió a salir y hoy sigue en la calle. Desde entonces, ha habido días que su agresor ha estado a apenas 100 metros de ella. Un día, subiendo por la calle de su casa le empezó a pitar cada vez más fuerte y echó a correr hasta encerrarse en casa. Estaba solo a 200 metros. Aunque la escena más tensa la vivió en pleno estado de alarma.

A 160 metros en la desescalada

Cuando comenzaron las primeras fases de la desescalada, le tuvo a 160 metros. «Iba en el metro, donde el dispositivo no funciona y al salir tarda un rato en volver a coger señal. De repente empezó a pitar sin parar y eché a correr hacia la comisaría. Denuncié y a la media hora estaba otra vez sonando el dispositivo». En la última citación judicial él no se presentó pero tuvo la chulería de acudir a la puerta del juzgado. «Me zafé de él gracias a mi abogado pero esto ¿hasta cuándo? Van 18 veces y aún quedan 8 juicios. Si realmente quieren proteger a las que denunciamos que destinen recursos en personal especializado y que no digan que nos protegen solo con un aparato», asegura resignada. Marta sigue acudiendo a una de las oficinas de atención a las víctimas de delitos de la Consejería madrileña de Justicia, donde prestan ayuda a víctimas de especial vulnerabilidad y les proporcionan recursos sociales o psicológicos. Y, a pesar de todo, logra sacar la parte positiva de todo el proceso. «He tratado con gente maravillosa. Mi psicóloga me ha ayudado a detectar síntomas de maltrato desde el minuto uno y a valorarme más. Eso me lo llevo para siempre».

RICARDO TORO/ Comisario jefe de la UFAM central de Policía Nacional

En lo que va de año van 41 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas ¿Cómo valora esta cifra?

Aunque solo hubiera habido una víctima, la cifra siempre sería mala. Dicho esto, hay que ponerlo en perspectiva: en el mismo periodo del año pasado ya iban 54 víctimas. Esto no quiere decir que vayamos a cerrar el año con mejores cifras porque en un día pueden crecer pero sí podemos afirmar que la tendencia sigue siendo a la baja y ya parece que quedan lejos años como 2008, cuando se batió récord con 76 mujeres fallecidas por la violencia machista.

¿Cómo ha afectado el confinamiento a la violencia de género?

Ha sido un año totalmente atípico. El hecho de que durante unos meses los agresores no tuvieran libertad deambulatoria se ha traducido en un descenso significativo de las denuncias en lo relativo a la violencia de género y violencia sexual. Esos delitos se han reducido mucho con respecto a los años anteriores. La violencia doméstica, por su parte, (hacia padres, hijos o mujer hacia el hombre) se ha mantenido en niveles similares.

¿Ha habido menos violencia de género o solo se ha podido denunciar menos?

Nosotros hemos seguido atendiendo igual: el 091 ha seguido ahí, todas las unidades y las medidas de protección se han mantenido a pleno rendimiento así que no nos consta que ninguna mujer haya tenido problemas para ir a denunciar. La pandemia no ha dificultado las denuncias. El problema es que las que eran víctimas antes de la pandemia también lo han sido durante.

¿Qué ocurrió cuando comenzaron las fases de desescalada?

Se produjo un pequeño repunte. Hay que recordar que las órdenes de alejamiento, al estar todo el mundo confinado, fueron más difíciles de incumplir por parte del agresor. Una vez que ya no hay confinamiento el agresor tiene más facilidades para ir a buscar a su víctima y ésta también se mueve más por distintos ambientes y se pone en una situación de mayor riesgo.

¿Cómo es la problemática con respecto a las menores?

Las cifras en las menores es similar a la del año pasado pero la campaña de concienciación este año va dirigida a ellas: es alarmante la baja percepción de lo que significa la violencia de género a través de redes sociales. Lo veíamos antes y lo hemos seguido viendo: no consideran que determinados actos, como las formas de control que se ejercen por el móvil, constituyen violencia. Y en control acaba siendo un acoso, un acecho y una caso violento.

¿Desde qué edad lo notáis?

Cada vez desde una edad más temprana. Antes las parejas se formaban más tarde y ahora vemos parejas que con 13 o 14 años se consideran novios y existe una situación de violencia de género. Las redes sociales tienen mucho riesgo porque introducen todos los movimientos que hacen en su vida.

¿Qué más se puede hacer?

Es importante insistir en la concienciación social. No hay que mirar hacia el otro lado: cualquier vecino que escuche algo, cualquier persona del entorno que sepa, debe denunciarlo.