Armonización fiscal
Josefa Palacios, o Pepi como la conocen sus vecinos de Utrera, en Sevilla, está desesperada. Apenas duerme pensando en que cualquier día pueda acabar durmiendo en la calle. Desde que murió su padre en 2011, su vida se ha convertido en un vía crucis con motivo del «maldito» impuesto de sucesiones. Una herencia que se transformó en una absoluta pesadilla que no tiene visos de mejorar. Pese a que desde hace un par de año se implantó en Andalucía una bonificación del 99% de este gravamen para contribuyentes del grupo I y II, es decir, descendientes y cónyuges, los cambios positivos que aplicó el Gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla en la Comunidad no tienen carácter retroactivo, y por ello, todos aquellos que antes de 2019 arrastraban impuestos desgarradores siguen sumando intereses.
«Cuando falleció mi padre, tres años después de mi madre, heredé la vivienda en la que siempre he residido, que estaba a su nombre. Entonces, la Administración andaluza me reclamó más de 100.000 euros por el impuesto de sucesiones, no pude pagarlo y con el tiempo esta cantidad ya supera los 500.000 euros. Tengo todo embargado y vivo de una pensión de 500 euros. Si entonces no pude hacer frente a esos 100.0000 euros, cómo voy a hacerlo con la que me exigen ahora», protesta Pepi entre lágrimas en conversación con LA RAZÓN.
Su deuda descomunal no termina ahí. Su padre le dejo a sus tres hijas otra casa en propiedad compartida: «Cuando la Junta hizo la tasación dijo que esa vivienda estaba valorada en 1.200.000 euros, algo absurdo porque es una casa en ruinas. Nosotros hicimos una tasación privada y se tasó el inmueble en 100.000 euros. Es una vergüenza. En la valoración que hizo la Administración añadieron metros de más y otras irregularidades». A la deuda acumulada de Pepi se suma la de sus hermanos, que les ha ocurrido algo similar: «Entre todos sumamos más de un millón y medio de euros en impuestos por la herencia de nuestro padre. No tienen ningún sentido. La mayoría son fincas destrozadas, inhabitables, sin valía alguna. Es más, lo que hemos pedido a Hacienda es que se queden con la casa que ellos tasaron en más de un millón y así podemos saldar la deuda. Pero no lo admiten. Quieren destrozarnos. También hemos tratado de vender, pero como nos tienen todo embargado no podemos hacerlo. Estamos atrapados. La herencia ha arruinado nuestras vidas», relata.
«Tasaciones irreales»
Su abogada, Carmen Julia García Mesa, aporta los detalles técnicos de la situación de su cliente: «Hemos intentado agotar todas las vías para abonar la deuda, pero siempre hemos recibido negativas por parte de Hacienda. La Administración inició un procedimiento de comprobación estableciendo unos valores muy superiores a los reales de los bienes, llegando incluso a introducir en el haber hereditario bienes que habían sido transmitido por el progenitor en vida, no incluyendo deudas y cargas del patrimonio y no teniendo en cuenta ciertas deducciones que a les eran aplicables. Todo esto supone un incremento notable del caudal hereditario y, por ende de las cuotas a pagar por cada heredero. Pero la Administración no da su brazo a torcer. Ahora estamos pendientes de un recurso extraordinario que hemos presentado».
Según añade la letrada, el «caudal hereditario» hubiera servicio como cuota a pagar por cada hermano cero euros «y no la cantidad desorbitada que les piden en estos momentos». «El límite exento estaba entonces en 175.000 euros, y ellos tienen una serie de propiedades que Hacienda las valoran tres veces por encima del mercado, tenemos periciales que demuestran que algunas incluso superan el 200% de su precio real», argumenta al tiempo que muestra las tasaciones reales de las propiedades.
Mientras el proceso judicial continúa, Pepi sigue recibiendo notificaciones de embargo y aumento de su deuda con el fisco. «Tengo 50 años, recibo una pensión mínima una por enfermedad que me impide trabajar y no sé qué hacer con mi vida. Mi hija de 26 años, que estaba empleada en un hotel de la zona, se ha quedado sin trabajo con motivo del coronavirus. También tengo dos mellizos de tres años que son unos angelitos y que me da miedo al pensar en el futuro que les espera. Mi temor es que a mí me pase algo, que me muera mañana y ellos carguen con todo esto. No es justo. He trabajado como una mula toda mi vida y encontrarme ahora en esta situación es la muerte. Yo ya no vivo, solo sobrevivo para poder dar de comer a mis hijos», reconoce.
«Nos tienen asfixiados»
Los padres de Pepi, Manuela y Pepe, trabajaron siempre en el campo. Él tenía ganado y ella vendía carne y leche en el mercado de abastos de Utrera. «Los seis hermanos, trabajábamos con ellos. Yo era la encargada de la casa, de hacer la comida para todos, de limpiar.... Cuando fallecieron me puse a trabajar como camarera, pero ya ni puedo hacerlo por la enfermedad que padezco. Somos gente sencilla, sabemos leer y escribir, pero poco más. Como comprenderás no entiendo cómo nos pueden hacer esto. No es que no queramos pagar, claro que sí lo deseamos, pero no podemos hacerlo con esta cantidad enorme que se nos solicita y que cada año aumenta», detalla.
Para más inri, esta sevillana desvela que al marido de una de sus hermanas también le han embargado su nómina: «Nos tienen a todos asfixiados. A mi no pueden embargarme mi paga porque ya no tendría ni para comer. De hecho, gracias a que mi pareja me ayuda».
Desde que comenzó «esta tortura», como apunta la utrerana en numerosas ocasiones durante la entrevista, ha tenido que recibir asistencia psiquiátrica,» «nunca he entendido por qué la Agencia Tributaria no quiere la casa que ofrecemos en especie, quiere el dinero que no tenemos». Sentada en la mesa del comedor de su casa, Pepi nos muestra una de las últimas notificaciones de embargo de la Agencia Tributaria: «Mira, ésta es de hace un año y ya me pone que debo por esta casa 400.000 euros en intereses. ¿Tú ves lógico que me pidan esto por mi casa, lo único que voy a poder dejar a mis hijos cuando yo no esté? Cuando ves que quieren quitarte todo lo que has conseguido durante tu vida no te queda más remedio que llorar y sentir una pena enorme», solloza.