Opinión

Sin excusas

José María Macías, vocal del CGJ
José María Macías, vocal del CGJLuis DíazLA RAZÓN

Sin excusas

Los términos de la misiva enviada por la la vicepresidenta de Valores de la Comisión Europea, Vera Jourová, en respuesta a la pregunta parlamentaria realizada por la eurodiputada de Ciudadanos Maite Pagazaurtundua, son sencillamente los esperados. Aunque la carta se dirige a una eurodiputada, en realidad lo que hace es recordarle o enseñarle al actual Gobierno de España, porque parece que lo ignora, en qué consiste el Estado de Derecho en la Europa actual y cuáles son sus exigencias en relación con el Poder Judicial, al menos en los dos aspectos que el Gobierno, por sí o a través de la pantalla parlamentaria, parece empeñado en incumplir: toda reforma del poder judicial debe hacerse contando con la oposición y oyendo a todos los sectores implicados, incluido el CGPJ y la Comisión de Venecia, y debe asegurarse que los vocales jueces sean elegidos por sus pares.

La excusa que pretende escudar la negativa a respetar los estándares europeos en la autonomía o la soberanía del Parlamento es ridículamente pobre y dice poco de quien la emplea, sea quien sea. Eso sólo se puede afirmar desde el desconocimiento de los rudimentos básicos de nuestro sistema constitucional o desde la entrega más absoluta al planteamiento partidista. Nadie niega esa soberanía, faltaba más, pero esa soberanía es perfectamente compatible con que el Gobierno y Parlamento cumplan con la Constitución y, en lo que se refiere a la Unión Europea, cumplan con los compromisos asumidos con la Unión Europea, que incluye respetar su Derecho.

El Estado español (que incluye tanto a su Parlamento, como a su Gobierno y a su Poder Judicial) se comprometió en los tratados de la Unión Europea a respetar su Derecho, y en punto alguno de esos tratados se permite a los Estados miembros que puedan incumplirlos bajo la excusa de una soberanía parlamentaria no sujeta a reglas. Esa concepción de la soberanía parlamentaria no rige en ningún Estado de Derecho civilizado, al menos en Europa, donde se asume que los parlamentos actúan, mientras no se modifique, sujetos a su Constitución y, en todo caso, respetando los compromisos internacionales asumidos. Que esos compromisos los incumpla nuestro Parlamento o el Gobierno es indiferente: al final, quien los incumple es España y los responsables sólo son quienes, incapaces de vislumbra los impactos de sus actos a medio o largo plazo, abordan cuestiones de una relevancia abrumadora con un tacticismo lamentable.