14-F

¿Repetición electoral en Cataluña?

Ninguno de los tres posibles socios quiere oír hablar de «tripartito» y apuestan más por gobiernos monocolores con apoyos externos

Òmnium Cultural reunió a los presos independentistas por el 1-O para ofrecer una fotografía conjunta por la amnistía y animar a la participación del soberanismo en los comicios
Òmnium Cultural reunió a los presos independentistas por el 1-O para ofrecer una fotografía conjunta por la amnistía y animar a la participación del soberanismo en los comiciosKike RincónEuropa Press

¿Cataluña está abocada a una repetición electoral tras el 14-F? Esta pregunta planea por tertulias, cenáculos y confabulaciones varias estos días. La incógnita fue lanzada desde los independentistas mucho antes de que llegara el efecto Illa. Para los republicanos, los de Junts per Cataluña derrotados por ERC pondrían unas condiciones draconianas que harían imposible la formación de gobierno. Para JxCat, la imposibilidad de un nuevo Ejecutivo radica en que ERC no quiere repetir el Gobierno de unidad independentista porque quiere primar su colaboración con la izquierda antes que seguir el camino a la independencia.

Y un ingrediente más. ¿Cuál de las dos formaciones entrará en crisis tras el 14-F? Si ERC no gana, porque hasta ahora siempre ha perdido en el último momento, la estrategia de su dirección será puesta en cuestión. Si JxCat no gana, o pierde por más de lo esperado, entrará en crisis, porque es un partido joven y una amalgama de intereses y de personajes en sus listas que muchos califican de frikis. Un dato: artículo 45 de su programa: «Promover la nueva Ley de Contratación Pública para disponer de unos servicios públicos más eficientes y de calidad, simplificando los procesos, dotando de mejor autonomía a su funcionamiento y eliminando la contratación con empresas del IBEX35». Este punto sería más normal verlo en el programa de los Comunes o la CUP que en una formación que lleva de número dos al ex presidente de la Cámara de Comercio, el liberal y conservador, y muy independentista, Joan Canadell. Lo que no es tan normal es verlo en una formación liberal y conservadora heredera del cuerpo electoral de Convergència, la derecha de toda la vida que parece haber comprado los postulados de la izquierda independentista. La derrota de una de las dos provocará en su funcionamiento interno movimientos tectónicos. El empate también, sobre todo, en ERC, que siempre va por delante en las encuestas hasta que llegan las elecciones.

La incógnita ha aumentado tras la irrupción de Illa. Las encuestas se han roto y la posibilidad de que los socialistas puedan ganar es cada vez más real. Sin embargo, esta victoria, supuesta de momento, envenena más el escenario. Los socialistas quieren gobernar. Illa lo dice en todas sus intervenciones y lo ha repetido en los dos debates, con un argumento que va directo a la línea de flotación de la segunda fuerza constitucionalista, Cs: «Si gano, me presentaré a la investidura y no me iré –referencia a Arrimadas– porque he vuelto».

Sin embargo, presentarse no es garantía de éxito. Las encuestas dan una mayoría independentista, aunque poner de acuerdo a las tres formaciones será harto complicado por las razones antes expuestas de ERC y Junts, y porque la CUP pondrá un precio muy alto que puede ser inasumible; y una mayoría de izquierdas que augura algún tipo de gobierno en el que participen socialistas, republicanos y comunes. Pero esta tesis es una entelequia porque, si gana Illa, hacerlo presidente por los republicanos es un trágala para Junqueras y Aragonés. Hace 17 años, ERC apostó por priorizar las políticas sociales ante las identitarias y le llevó a participar en dos gobiernos tripartitos con Maragall y Montilla. Ahora, ERC ha hecho suya esta estrategia que, desde su punto de vista, solo es posible si Aragonés es presidente, es decir, si ERC gana. La formulación de ese tripartito está por ver. Ninguno de los tres posibles socios quiere oír hablar de «tripartito» y apuestan más por gobiernos monocolores con apoyo externo. En conclusión, si gana el PSC todo se va al traste.

La aritmética pone freno también a un posible acuerdo de socialistas con la derecha, simplemente porque no suma. Los de Cs se dan por perdedores –Carlos Carrizosa, pidió, en el debate de RTVE, que se votará a su formación para evitar que Illa llegara a un acuerdo con ERC, o sea, que da por hecho que será la fuerza más votada–, pero es difícil que apoyen un gobierno de socialistas y comunes, al igual que el PP o Vox. La líder de JxCat, Laura Borràs, pidió que Illa rechazara el apoyo de la ultraderecha. Salvador Illa solo le dijo: «¡Pero si me quieren meter en la cárcel!».

Con este escenario endemoniado habrá que esperar a la noche electoral. Las encuestas sitúan la participación unos 20 puntos por debajo de 2017. La incógnita, a quién afecta más. Los dos bloques parecen inamovibles y solo se esperan cambios en la correlación de fuerzas internas. La situación es tal que todos están en el «todos contra Illa», aunque esta fórmula es la más socorrida para los socialistas, que aspiran a quedarse con el voto útil del constitucionalismo. En el campo independentista la lucha es encarnizada, tanto que el PDeCAT parece que será el primer damnificado. Solo su presencia, posible en Lérida y Gerona, podría romper el equilibrio de fuerzas y visto en los debates no parecen dispuestos a dar apoyo a ERC y menos a JxCAT, «partido que engaña». ERC empezó la campaña pidiendo el voto útil confrontando directamente con el PSC, «o Illa o Aragonés», era la dicotomía que planteaban, aunque en las últimas horas empiezan a revolverse contra JxCat que parece encontrarse cómodo, por lo que Aragonés hace hincapié: «No pactaré con el PSC». Después de esto, la repetición electoral en Cataluña es más que una elucubración.