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Análisis

Vox y la Cataluña silenciada

Varias activistas al grito de “Voto a Garriga, voto fascista” se manifiestan delante del colegio electoral del cabeza de lista de Vox por Barcelona, Ignacio Garriga Marta PérezEFE

Vox ha sustituido al Ciudadanos de 2017. Mientras los naranjas han mermado con un discurso blando, de ofrecimiento al PSC de Sánchez y Salvador Illa, y el PP catalán no aprendía nada de sus errores, Vox ha asumido muy bien su papel. Ignacio Garriga y compañía han seguido el mismo modelo que en otras convocatorias electorales: hacer gala de ser los portavoces de los silenciados y únicos guardianes de las esencias españolas. A ese papel ha contribuido la reacción de los independentistas.

Los «voxistas» sabían que su presencia en las calles, con un discurso duro y nacionalista español, iba a conseguir la respuesta de los separatistas más violentos. De esta manera, los irredentos del catalanismo han hecho la campaña a Vox, los han convertido en protagonistas de la polarización. Las imágenes de los manifestantes de Vox acosados y agredidos por los separatistas ha conseguido que el elector no nacionalista empatice con ellos, porque en su vida cotidiana sufre el rodillo independentista. Lograr empatía y generar esperanza son dos de las claves más importantes para conseguir el voto en un territorio como el catalán carcomido por la desafección, el conflicto y el enfado. A cada pedrada e insulto, con cada grito exigiendo que salieran de sus barrios, los de Vox iban ganando enteros. No ha hecho falta que expliquen su programa, como tampoco que Garriga sea un líder de masas o que sepa cuánto presupuesto maneja el Gobierno de Cataluña. Vox ha captado muy bien que el elector no nacionalista se encontraba en un callejón sin salida. Frente a los dos posibles tripartitos, el de PSC con ERC y En Comú Podem, o el de JxCAT, con ERC y la CUP, se presentaba Vox. Garriga dijo a las puertas del colegio electoral: «Con contundencia, rigurosidad y coherencia, daremos voz a la Cataluña silenciada y a los catalanes abandonados».

Así lo ha visto el electorado enfadado con el nacionalismo y el socialismo, el hastiado con la situación, esos silenciados que quien quiere ver a alguien crítico y duro en el Parlamento de Cataluña. El votante no nacionalista era consciente de que el constitucionalismo no iba a ganar, con lo cual, en lugar de «tirar» el voto en Ciudadanos, que se ofrecía desesperado a Salvador Illa, o al PP, que no iba a contar para nada en cualquier caso, ha preferido el voto testimonial: «Por lo menos, que se nos oiga con voz clara». Esto ha convertido a Vox en la cuarta fuerza de Cataluña. Es evidente que el resultado electoral va a suponer un terremoto en la derecha española. Si Arrimadas conduce el partido hacia el centro-izquierda, el centro-derecha estará dividido entre un PP cariacontecido y un Vox crecido. En el caso de repetirse elecciones en Cataluña, no cabe la menor duda de que Vox, a diferencia del Ciudadanos de 2017, repetirá estrategia electoral y tendrá un mejor resultado. Al tiempo, los «voxistas» apretarán a los gobiernos autonómicos del PP, apropiándose de la alternativa al gobierno socialcomunista y a la coalición Frankenstein. Esto signif ca que el estilo populista se impondrá, al igual que ha ocurrido en la izquierda, lo que va a endurecer el enfrentamiento dialéctico entre rupturistas y constitucionales, entre la derecha y la izquierda y sus aliados nacionalistas. Está visto que la oposición a los socialcomunistas puede ser moderada, pero no tibia y blanda, que el centro no es la equidistancia, sino la contundencia en la defensa de los principios.

El electorado recompensa la coherencia entre el comportamiento y la palabra, especialmente en la derecha, que no tolera el compadreo con la izquierda ni la comprensión con los que quieren romper el orden constitucional. El resultado de las elecciones deja evidente que las vías tradicionales de comunicación política -la entrevista y el titular de prensa-, no son suficientes, y que no se puede abandonar la calle cuando es justamente la presencia social lo que se está jugando. En un territorio donde se debate la independencia, en el que se pelea diariamente contra el nacional populismo que todo lo infecta, un partido que quiere representar a los silenciados no puede quedarse en casa, meterse en el armario y esperar a que suene la flauta. Esto es especialmente suicida cuando las emociones y no la razón lo marcan todo en las urnas. El voto no nacionalista estaba en la Cataluña silenciada. Vox lo vio, se atrevió y triunfó. No fue original. Lo hizo Ciudadanos en 2017, pero se olvidó, y el PP fue incapaz de cosechar.

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