La crónica

La caída de Vox asusta a Ayuso: encuestas internas del PP no aseguran la mayoría absoluta

Madrid es un polvorín, al que le han encendido la mecha sin que nadie tenga realmente controlada la dirección de la explosión. En el PP preocupa la caída de Vox. A día de hoy, su suma no da la mayoría absoluta

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, asiste a la ceremonia inaugural de Hospitality Innovation Planet (HIP), que supone el reinicio de la actividad ferial en Ifema, este lunes
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, asiste a la ceremonia inaugural de Hospitality Innovation Planet (HIP), que supone el reinicio de la actividad ferial en Ifema, este lunesEmilio NaranjoEFE

La caída en apoyos de Vox en Madrid tiene en alerta al Partido Popular. A su candidata, la presidenta Isabel Díaz Ayuso, no le salen todavía las cuentas para sumar la mayoría absoluta que necesita para mantener el Gobierno regional, de acuerdo con los trackings internos más recientes. Queda mucha campaña por delante, pero la partida está abierta, y desde el PP madrileño están advirtiendo a la estructura territorial de que no hay lugar para «confiarse».

La semana pasada estaban en el límite, con el PP alrededor de los 55 escaños, pero Vox da signos de estancamiento e incluso de caída. ¿Y si no hay mayoría porque Vox se derrumba? Ésta es la pregunta que marca en este momento la campaña del PP en Madrid. De hecho, hasta circula el rumor de que, en alguno de los estudios internos que han realizado, el partido de Santiago Abascal se quedaba sin representación. Suena a increíble, pero de esto hablan en el PP regional, atribuyendo la «fuente» a la dirección de la campaña de Ayuso. En la actualidad, Vox tiene 12 escaños en la Asamblea madrileña, y sus votos fueron decisivos para que el PP pudiera liderar un Gobierno en agosto de 2019.

Este riesgo, que la caída de Vox ponga en peligro la mayoría absoluta de la derecha, era un factor con el que no se contó en esta campaña. Pero no es la única variable fuera de control. Las elecciones son un polvorín, en el que la mecha se ha encendido sin que nadie tenga seguridad sobre en qué dirección va a producirse la explosión.

El aire sopla con fuerza a favor de la candidata popular, a la que ninguna encuesta niega una subida espectacular con respecto a los resultados de las autonómicas de 2019. Entonces, el PP se quedó en los 30 escaños. La mayoría absoluta está en los 67.

Sin embargo, ante las vibraciones que percibe la demoscopia sobre la fuerza electoral de Vox, en el equipo de campaña de la Puerta de Sol empiezan a preguntarse si no les convendría dar algo de aire a Ciudadanos para garantizarse que la formación naranja entra en la Asamblea, e intentar así que, pese a la crisis radical en la relación entre los dos partidos, Cs acabe inclinándose del lado de la derecha.

Esta posibilidad también tiene sus riesgos porque en el PP temen que, en este contexto de guerra abierta entre los dos partidos que eran socios hasta antes de ayer, y que tienen que continuar siéndolo en importantes Gobiernos autonómicos, los de Inés Arrimadas pidan la cabeza de la candidata popular para proceder a la investidura de otro Gobierno del PP.

En este cálculo de escenarios, en el PP dicen que Ayuso debería «blindarse» buscando el apoyo de referentes del partido, «que estén más allá de Génova, ya que en la dirección nacional tiene adversarios que pueden jugar en su contra si las elecciones, pese a su remontada, la colocan en una situación difícil para sumar la mayoría absoluta que necesita para gobernar». Todas las encuestas publicadas animan a la confianza de los populares, pero en la «cocina» de la campaña no se da nada por hecho ni se respira tranquilidad.

Ya a nivel nacional, el bloque del centro derecha se ha visto inmerso en un proceso anticipado de recomposición, en el que la caída de Cs obliga a Casado a revisar su plan para llegar al Palacio de la Moncloa. De momento, la primera rectificación impuesta, sustancial, es su ruptura con el partido de Santiago Abascal.

De todas las idas y venidas en la estrategia frente a Vox, en Génova se impuso el divorcio rotundo, como salida cortoplacista para ganar a Abascal la moción de censura que presentó contra Pedro Sánchez. Esta estrategia tenía también su sentido electoral porque la cúpula popular sí coincide en esto con el criterio de los barones, aunque luego discrepen en los caminos para hacer frente al problema: el PP no puede volver a ser una opción de gobierno nacional si se escora a la derecha y pierde el centro.

Cuando se resuelvan las elecciones de Madrid, y se clarifiquen las alianzas, en el mejor de los casos Génova tendrá que hacer digerible para sus barones un acuerdo con Vox, en el que no descartan la posibilidad de que vaya incluida la exigencia de entrar en el gobierno. Y los barones no lo pondrán fácil, aunque no será suya, en ningún caso, la decisión. Ellos defendían que en donde se gobierna, la integración con Ciudadanos debía hacerse por simbiosis, y, sin embargo, esta integración se ha representado ante la opinión pública como una batalla cruenta, con elementos de «operación de pillaje». Desencadenada por la «jugarreta» de Cs en Murcia.

Madrid es también clave para Sánchez para convocar elecciones generales. En Moncloa dan cuerpo al eslogan de que la alianza del PP con Vox en la capital alejará definitivamente a Casado de la posibilidad de construir una alternativa de centro derecha a la mayoría del PSOE con nacionalistas, independentistas y otros partidos de izquierda. Dicen que el PP sólo puede llegar a La Moncloa cuando es capaz de hacerse con votos que en otras urnas han ido al PSOE, y que esto es imposible si la imagen que se traslada a la ciudadanía es la de la alianza Casado-Abascal. El PSOE está en otra operación de giro al centro, que cojea por el peso de lo hecho y dicho por Sánchez.