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Análisis

Cuando el «voto» obrero no suma

El 4-M va a significar un punto de inflexión en cuanto a la unificación del voto de las derechas

Rocío Monasterio, Santiago Abascal y Macarena Olona, en Vallecas Bernat Armangue

La última semana de precampaña electoral en la Comunidad de Madrid, el PP sigue reforzándose con votantes procedentes de Ciudadanos y Vox, lo que ahonda la crisis de estos dos partidos.

Acontecimientos como los ocurridos hace una semana en Vallecas protagonizados por Vox por un lado y la extrema izquierda por otro, no han contribuido a frenar el trasvase de votantes de Vox al PP. Sin embargo en Cataluña en el anterior mes de febrero daba alas a los de Abascal y fueron fundamentales para que Vox diera el “sorpasso” el 14-F al PP y a Ciudadanos en las elecciones autonómicas catalanas.

Obviamente la estrategia de la tensión y de la coacción hacia los constitucionalistas que se practica en Cataluña no es exportable a la Comunidad de Madrid. Rebelarse contra los violentos de los CDR fue premiado por el electorado de Cs y PP transfiriendo voto a Vox. Pero en la Comunidad de Madrid el grado de libertad es infinitamente superior al de Cataluña. Además la correlación de fuerzas es muy distinta, las derechas suponen a fecha de hoy un 54,7% del voto y las izquierdas suman el 44.4%. Los partidos secesionistas en Cataluña recibieron el 50,8% de los votos.

En la Comunidad de Madrid los partidos pro unidad nacional suponen el 80,2% del voto. Estos datos deberían haber disuadido a Vox de experimentar con el enfrentamiento como táctica electoral para atraer votantes del centroderecha. De hecho no lo ha conseguido por los datos de las encuestas, que sitúan a Vox en porcentajes más bajos que la semana pasada y también por debajo de sus resultados de 2019.

Deserción de votantes de Cs

Con respecto a Ciudadanos, y tras una primera recuperación en los días que siguieron a la elección de Edmundo Bal como candidato, vuelve a caer y se coloca por debajo de la barrera del 5%. Y se debe fundamentalmente a la deserción de votantes naranjas hacia el PP. Los enfrentamientos de Vallecas no han servido tampoco para que Vox capte votantes entre los centristas.

El votante del centroderecha, que hasta las elecciones generales, autonómicas y generales de 2011 había permanecido fiel a un único partido, el popular, comenzó a disgregarse en las elecciones europeas y generales de 2015 y 2016 con la aparición de Ciudadanos, y en las elecciones al Parlamento de Andalucía de diciembre de 2018 y generales, municipales y autonómicas de 2019, aún se dividió más con la aparición de un tercer partido; Vox.

David y Goliat

Este proceso de fragmentación hizo que con los mismos o incluso más votos que las izquierdas, los representantes obtenidos por las derechas (diputados y senadores nacionales, parlamentarios regionales, concejales, etc…) fueran muchos menos que los que correspondería de haber habido una única candidatura de centroderecha, lo que permitió que se constituyeran mayorías Frankenstein en buena parte del territorio nacional, en ayuntamientos, autonomías y en el Congreso de los Diputados. Por lo tanto el 4-M va a significar un punto de inflexión en cuanto a la unificación del voto de las derechas, y que va a traspasar los límites de la comunidad autónoma, afectando como un maremoto al actual equilibrio de fuerzas políticas en todos los niveles; local, regional y nacional.

Por ese motivo estamos asistiendo a un combate entre David y Goliat. La consigna es evitar la victoria de Ayuso, no por ser la candidata popular, sino por sus políticas liberales que han encumbrado a la Comunidad de Madrid y que atraen como un imán el voto del centroderecha de la región de Madrid. La implicación directa de la Moncloa en la pugna electoral autonómica es buena prueba de ello.

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