José Ramón Bosch

Indultar, dividir, ganar

El lunes se produjeron en Cataluña dos hechos significativos, que no deben pasar desapercibidos a la derecha separadora. Por un lado, el acto del 250 aniversario de la patronal catalana «Foment del Treball», en el que coincidieron por primera vez el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el president de la Generalitat, Pere Aragonès, y donde ambos dirigentes hicieron un esfuerzo por agradarse –con foto informal incluida– y apostar por la normalización política de la sociedad catalana. Por otra parte, el presidente de ERC, Oriol Junqueras, publicó un artículo en el que, rechaza la vía unilateral, puesto que «no es viable ni deseable», y desea encontrar una solución al conflicto de Cataluña y, concluye admitiendo, que los indultos «pueden aliviar el conflicto». Hay que recordar que hace unas semanas, el mismo dirigente republicano, clamaba sobre la posibilidad de ser indultado: «Se lo pueden meter por donde les quepa».

Lo significativo de la carta de Oriol Junqueras, es el cambio de guión de la cúpula republicana, especialmente en la hiriente autocrítica que hace sobre la declaración de independencia, admitiendo por primera vez que «nuestra respuesta tampoco fue entendida como plenamente legítima por una parte de la sociedad, también de la catalana», y reconociendo la existencia de los catalanes que nos opusimos férreamente al proceso que nos lleva a la decadencia catalana, afirmando: «Quiero extender la mano a todos aquellos que se hayan podido sentir excluidos, porque nuestro objetivo debe ser justamente el de construir un futuro que incluya a todos».

Y esta autocrítica debe entenderse como una enmienda a la totalidad a su rival, Carles Puigdemont. Si alguna utilidad debían tener los indultos, es la evidente desunión en su estrategia de futuro. Ni los de Esquerra Republicana ni los seguidores del president fugado, dejarán de ser separatistas, pero es obvio que ya no les une la misma «hoja de ruta».

Mientras tanto, voces críticas se alzan por doquier ante la situación de parálisis que atenaza la otrora pujante Catalunya. En un acto organizado por ESADE, 200 entidades y organizaciones económicas y sociales defendieron la ampliación del Aeropuerto de Barcelona, que debería consolidar el papel económico de Barcelona en el 2030, reclamando la inversión de 1.704 millones al gestor aeroportuario Aena. El presidente de La Vanguardia, Javier Godó, manifestó en un acto económico que «España está en una situación difícil, y Cataluña no acaba de encontrar su encaje en la realidad compleja del estado» advirtiendo que «corremos el riesgo de que el problema identitario nos impida progresar política y socialmente como lo demuestra la deriva de los últimos años». Y cada día más y más ejemplos de que la sociedad civil catalana está harta del proceso separatista. El último la victoria contundente de Maria Eugènia Gay en el «Col.legi d´Advocats de Barcelona», derrotando a la candidatura rupturista propuesta por Carles Puigdemont.

No es en la Plaza Colón de Madrid, ni recogiendo firmas por las provincias españolas, ni prolongando la cárcel a unos presos que ya hacen vida normal y se presentan como represaliados por el malvado estado español, donde derrotaremos al separatismo. Hemos de ser capaces de construir una Cataluña dentro de una España en la que todos quepamos, una España que sea percibida por todos los catalanes, como lo que es: el país que ha permitido la modernización de nuestra sociedad, la vía por la que hemos entrado en Europa y la que nos permite permanecer en ella, el proyecto que nos ha dotado de la etapa democrática más larga de nuestra historia. Debemos construir entre todos, un relato de afectos a una idea compartida de doble patriotismo, de amor a Cataluña por española y de amor a España por catalana.

En breve, los separatistas estarán indultados, inhabilitados y divididos. Sepamos construir nuevos afectos para ganar, y al final deberemos unirnos, quienes sabemos reconocer y los que sabrán rectificar. No es tan difícil.