Pablo Casado
Cierre de filas con Casado para frenar a Ayuso
Pacto de los barones en la Convención Nacional aunque someterán a escrutinio la «credibilidad» del proyecto
El principal, y casi único, objetivo de toda Convención o Congreso de un partido es reforzar el liderazgo del líder. Pablo Casado abrió ayer el proceso que terminará en Valencia este fin de semana con la tranquilidad de saber que esta vez puede apoyarse en los barones porque, en una especie de pacto implícito, nadie se saldrá del guion oficial.
Génova podrá así cerrar la Convención bajo el paraguas de una muy cuidada puesta escena de la unidad interna. El prólogo de la tensión con la Comunidad de Madrid ha sido un aliciente más para ese pacto implícito por el que Génova busca blindar al líder de cualquier salida de tono, «y si la hace Ayuso, se quedará sola».
Los ex presidentes del Gobierno Mariano Rajoyy José María Aznar, por distintas razones, han aceptado su papel de teloneros, y los presidentes autonómicos también se han plegado a las necesidades del «número uno», muy críticos, además, con el choque entre la cúpula nacional y la Comunidad de Madrid.
Este cierre de filas que Casado tiene garantizado no le exime de saber que los barones sí someterán a escrutinio la presentación de su proyecto.
Algunos de los movimientos de la dirección nacional han dado pie a interpretar que lo que más preocupa a Génova tiene su origen en la «inseguridad» sobre la posibilidad de que crezcan liderazgos alternativos a Casado en la sombra de la oposición. Pero, más allá de esa posible inseguridad, Casado no tiene hoy un problema de alternativa interna porque ninguno de sus potenciales sucesores, y en la lista no está solo Ayuso, se moverá antes de que concurra a las próximas elecciones generales. Sean cuando sea. A su favor tiene que el aire también sopla a favor del PP en las elecciones autonómicas y municipales, que deberían celebrarse antes de las generales, de no haber adelanto.
Su verdadero reto es superar una serie de obstáculos que «tiene que saltar» para llegar a La Moncloa, y uno de ellos, como indican desde sus baronías, es la construcción de un discurso creíble y cercano.
«La libertad y la igualdad están muy bien, pero se necesita bajar al detalle. Crecimiento económico sostenible. Creación de empleo para sostener los servicios públicos», apuntan desde el «mando» territorial.
Esta Convención se ha montado para potenciar al líder, y, a partir de ahí, en el partido señalan que para poder hacer cábalas sobre el futuro primero hay que descartar a Casado. Y eso se decidirá sólo en unas elecciones. Es verdad que, si las urnas descartasen a Casado, el abanico de alternativas se ha ido abriendo a medida que distintos líderes territoriales han ido consolidándose en sus respectivos feudos.
De esta manera, Casado abrió su mandato al frente del PP sólo con el presidente de la Xunta,Alberto Núñez Feijóo, como su «alter ego» en la sombra, con la experiencia y el reconocimiento orgánico que él todavía tenía que ganarse. Ahora, sin embargo, la lista es más amplia.
Además de Isabel Díaz Ayuso, en la lectura que hacen dentro del PP también incluyen el nombre del alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, pese a que su papel como portavoz nacional alimente externamente la tesis de que puede «quemarse» de la mano de Casado. En el PP no son de la misma opinión.
En el PP también siguen reconociéndole una influencia determinante a Feijóo, y se la anuncian al presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno,si le van bien las próximas elecciones autonómicas, que tocan para finales de 2022.
El balance de la Convención de Valencia ya se puede adelantar, sin riesgo a equivocarse, por el clima que se percibe dentro del partido: habrá exhibición de músculo y de unidad interna, y en Génova sólo tienen incertidumbre por cómo pueda gestionar su «aparición» la presidenta de la Comunidad de Madrid a su regreso de Estados Unidos.
Ayuso y Casado han dejado ver siempre una buena relación, y en el entorno de la presidenta adelantan que «no hay motivo para que esto no siga siendo así». Lo más previsible es que las rencillas entre los equipos continúen, así como la tensión en público, pero que en la Convención se eviten posicionamientos que conviertan en un titular el choque por el futuro liderazgo del PP de Madrid. De lo que no hay duda es de que todo lo que haga o diga Ayuso tendrá suficiente repercusión como para poder anular la línea oficial establecida. Casado está en sus manos durante este fin de semana. Aunque a Génova hay que reconocerla que ha conseguido hacer la cuadratura perfecta del círculo para encajar al pasado, los ex presidentes del Gobierno, en el «engrase» de la Convención, y evitar a ese pasado en los dos días de pirotecnia valenciana, con la justificación de que en el momento estelar sólo estarán dirigentes políticos en activo.
Ayer, el ex presidente Rajoy enmendó las políticas económicas de Pedro Sánchez y bendijo en Galicia el programa de Casado. Pero la gran prueba de fuego será Aznar, después del distanciamiento con su «hijo» político por razones más de ego personal que de diferencias políticas.
Aznar ha visto rebajada la influencia que en un primer momento tuvo sobre la «fontanería» de Génova, hasta el punto de asistir al cese de una de sus personas de más confianza, Cayetana Álvarez de Toledo, como portavoz en el Congreso del PP.
En cualquier caso, y aunque en la dirección nacional quieran romper con la imagen de tutelas, sean de quien sean, Casado sigue teniendo más afinidad en el discurso y en el proyecto con lo que representa el «aznarismo» que con las formas y la manera de hacer política de Rajoy.
Para estrenar esta semana de agitación del partido Casado reivindicó ayer, sin complejos, el legado de Rajoy y de Aznar en su parte de gestión económica. «Gobernamos dos periodos en democracia y nos encontramos lo que nos encontramos. Y me temo que no hay dos sin tres. La gestión de Rajoy es algo que tenemos muy presente», sentenció el presidente del PP ante la plana mayor del PP gallego.
El líder popular llega a esta Convención en su mejor momento en las encuestas gracias al continuo desgaste del Gobierno de coalición, que Sánchez no ha conseguido aún detener pese a la drástica remodelación del Consejo de Ministros que acometió el pasado mes de julio.
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