Fuerzas Armadas

Soldados: expulsados de las Fuerzas Armadas a los 45, expulsados de la sociedad

En la España actual, echar del trabajo a una persona con esa edad es duro y es lo que le pasa a los expulsados de las Fuerzas Armadas de los Militares de Tropa y Marinería (MTM)

Luis García - Mauriño

El primer argumento que esgrimen casi todos aquellos que justifican la expulsión de las Fuerzas Armadas de los Militares de Tropa y Marinería (MTM) mayores de 45 años y «no permanentes» es casi siempre la misma: «ya lo sabían al entrar, la ley es lo que dice». Esta aseveración es contundente y clara, pero obvia. Naturalmente que lo dice la ley. ¿Es que acaso podría hacerse si la ley no lo permitiera?

En realidad, este primer argumento no es tal. Es precisamente porque está así establecido por lo que surge el debate. Y a nosotros, la asociación militar «Tercios Viejos españoles», nos parece una ley injusta, innecesaria y perjudicial para el Estado y para los ciudadanos.

Hace mucho tiempo, había una ley que permitía la esclavitud; así que muchos propietarios de esclavos contestaban de igual modo: la ley lo permite. Pero surgió un debate social y la ley cambió. Y esto es lo que nos proponemos; que la sociedad reflexione sobre lo que significa echar a la calle a una persona a los 45 años, en una edad en la que la mayoría de los mortales paga una asfixiante hipoteca, lleva a los niños al colegio, estira el sueldo de forma milagrosa y se esfuerza en conciliar la vida profesional y familiar.

En la España actual, echar del trabajo a una persona con 45 años es, prácticamente, expulsarla de la sociedad. Sus oportunidades de obtener un empleo son muy bajas. Todos conocemos muchos casos de personas formadas y con experiencia que no encuentran un empleo. Necesitamos a alguien más joven, les dicen. Así que el argumento de que han dispuesto de muchos años para formarse es una razón muy débil, pues su cualificación pesa menos que su edad.

Es curiosa también la obsesión por la formación de los MTM, como si eso fuera una solución. Quizá tenga su fundamento en la tradición militar de «hacer carrera». Parece que si alguien no asciende progresivamente, es un fracasado. Pero, ¿por qué esta obsesión? Del mismo modo que un pintor puede ser pintor toda su vida, o un chapista, o un mecánico pueden serlo siempre, ¿por qué no puede un soldado ser soldado toda la vida?

Muchos dicen que por la edad. De nuevo un argumento muy cuestionable. Parece que la edad no es algo que afecte a los pintores, a los chapistas ni a los mecánicos, a los que la sociedad quiere ampliar su vida laboral hasta los 67 años. Tampoco afecta a la Guardia Civil, en la que se puede ser guardia toda la vida. Y pocas organizaciones militares han demostrado a lo largo del tiempo más eficacia que la Guardia Civil. Quizá, dentro de sus virtudes esté la de una adecuada gestión de personal que sabe poner en los puestos más exigentes a los más aptos físicamente y reserva otros puestos a aquellos a los que la edad o la enfermedad comienzan a limitar.

Sucede también, dentro de las enormes contradicciones que existen en el Ministerio de Defensa, que la edad es una enfermedad subsanable, pues si el MTM consigue, vía examen y cupo, acceder a una relación de servicios permanente, esta deficiencia, la edad, se cura como por arte de magia. Ya no hay problema en seguir siendo cabo con 56 años.

Tampoco parece la edad un impedimento para el resto de escalas: de oficiales y de suboficiales.

Quizá, la transición de un ejército de recluta obligatoria a uno profesional se hizo muy rápida y sin un amplio debate social y político. Quizá la sociedad, y los propios militares, acostumbrados a ver quintos muy jóvenes, no terminan de entender que la vida no acaba a los 45. Quizá algunos no se han dado cuenta de la revolución tecnológica y sigan creyendo que la infantería se desplaza todavía desde Roma a los limes del Danubio a pie. Y esto sucede, además, en un momento en que las FAS españolas se han dotado de un mecanismo para comprobar anualmente la aptitud psicofísica de todo su personal y en un tiempo en el que la esperanza de vida con calidad de vida se ha expandido significativamente.

La defensa de una nación requiere como requisito previo disponer de una nación que defender, y no hay nación posible sin justicia social. Si se excluye a parte de la población del régimen general de derechos y deberes de todos los ciudadanos, es difícil que se sientan identificados con el interés general y que luchen por algo de lo que se sienten excluidos.

Es urgente revisar la Ley 08/2006, de Tropa y Marinería, y buscar una solución que garantice para nuestros soldados la seguridad en el trabajo. Su promoción, como la de todos, debe ser voluntaria. No todo el mundo quiere ser general, pero cada uno tiene su sitio. Y las guerras también las ganan los soldados, quizás más que ningún otro.

El coronel Luis García-Mauriño es presidente de la asociación “Tercios Viejos españoles”, una asociación profesional militar que busca la regeneración de la vida militar y la defensa de los mejores valores de los ejércitos que hicieron grande a España.

www.asociacionterciosviejos.com