Legislatura

Moncloa teme elecciones en Andalucía y Valencia

El presidente es consciente de que un adelanto en el calendario afectaría a la hoja de ruta del PSOE

Pedro Sánchez saluda a Susana Díaz en la clausura del Congreso de los socialistas andaluces
Pedro Sánchez saluda a Susana Díaz en la clausura del Congreso de los socialistas andalucesÁlex ZeaEuropa Press

Como esos boxeadores, «sonados» por igual, que se abrazan para evitar caer al ring y besar la lona antes que el rival, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz han escenificado esta semana su «alto el fuego» con un pacto sobre la reforma laboral, un culebrón entre «socios» saldado con un acuerdo y un comunicado que no hubiera firmado ni el inigualable Chiquito de la Calzada. «Ahora, borrón y cuenta nueva», se empeñan en difundir algunos dirigentes del PSOE. «Una tormenta en un vaso de agua», restan importancia a lo ocurrido socialistas que se afanan en intuir los episodios de un presidente cada día más hermético y que lo mismo organiza un acto para cuidar la imagen de su vicepresidenta primera, Nadia Calviño, que un paseo por los jardines monclovitas para fotografiarse junto a su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, o una cumbre hispano-portuguesa para repartir afectos –y gestos– por igual a ambas políticas enfrentadas.

Resulta curioso que en esta especie de esquizofrenia en la que vive la coalición «progresista» gubernamental desde el minuto uno en que nació, en aquel «pacto del abrazo» entre Sánchez y Pablo Iglesias, los socialistas siempre se ufanen de que el problema, en realidad, quienes lo tienen son los morados. Pero, en sentido contrario, Podemos cargue todo el desgaste en las espaldas del socialismo. Muy curioso.

Ferraz interpreta que Díaz no tiene otro remedio que quitarse de encima la mochila del viejo partido de Iglesias si quiere revolucionar su cuota de poder en el Consejo de Ministros. Porque es vox pópuli entre los morados que el socialismo lleva meses presumiendo con que los ministros podemitas están achicharrados. Suenan a pasado. Algunos, por su manifiesta incompetencia, como Alberto Garzón o Manuel Castells. Otros, como Irene Montero, por sus hipotecas judiciales (la Audiencia de Madrid acaba de ordenar la reactivación del «caso Niñera») y por su evidente vinculación con un pablismo a la fuga que levanta tempestades entre la misma feligresía que un día lo encumbró.

Por su parte, Ione Belarra, la lideresa del partido de los círculos, bastante tiene con resistir en silencio ante la evidente «operación imagen» que protagoniza la vicepresidenta segunda y «heredera». Ni siquiera los presuntos éxitos de su Ministerio –caso Ley de Vivienda– han sido rentabilizados por ella, sino por el ala socialista y las nuevas ministras de Sánchez, que han llegado para dar frescura a La Moncloa. El presidente, en dicho «logro», del ala morada sólo dejó meter algo de cabeza a Yolanda Díaz.

Además, estos días, la hoja de ruta esbozada por Díaz confirma la teoría del alejamiento. La elegida por Pablo Iglesias como candidata a presidenta del Gobierno, a espaldas de la cúpula nacional de la formación de Belarra, prepara para lanzar su «Frente Amplio», una conferencia de «lideresas» junto a Ada Colau, Mónica Oltra o Mónica García, pero donde no estará presente la secretaria general de Podemos.

Así, con la legislatura blindada y a la espera de los miles de millones de euros del maná europeo, Sánchez ha aprovechado el 40º Congreso de su partido para meter distancia con sus socios a golpe de socialdemocracia y para poner las pilas a un nuevo PSOE que achique el espacio al «Frente Amplio» de Díaz. Y ello pese al riesgo de que durante los dos próximos años convivan bajo el mismo techo quienes cada vez tienen más claro que deben competir a cara de perro.

Sánchez juega con los gestos dejando ver que él es quien tiene el «botón nuclear» que permite convocar elecciones. Aunque, seguramente, es consciente de que pueden ser otros los que marquen ese camino desde fuera. Porque Juanma Moreno vuela en las encuestas en Andalucía y Vox le facilita poner fin a la legislatura. Igualmente, Alfonso Fernández Mañueco anda con la mosca detrás de la oreja sobre su futuro. Y para qué hablar de barones socialistas como el valenciano Ximo Puig, que ve cómo el PP le recorta el terreno cada semana que pasa sin adelantar sus comicios.

Esta hipótesis, me reconocen socialistas con acceso al núcleo de poder, provoca sudores fríos al presidente. Sánchez sabe bien que las mujeres que marcan el ritmo en Podemos están decididas a dar guerra. Son activistas, no estrategas como Iglesias. Así que en la batalla preelectoral por apropiarse ante los votantes de los pasos sociales del Gobierno no va a haber tregua. ¿De quién es el padrinazgo de la exhumación de Franco o la Memoria Histórica? ¿La ley trans? ¿Los topes de los alquileres? ¿El fin de la ley mordaza? ¿O el Ingreso Mínimo?

Ante este panorama, nadie tiene dudas de que en cuanto las Cuentas Públicas salgan aprobadas comienza otra etapa. La pelea final. Asimismo, la reciente crisis en Portugal ha puesto sobre aviso a PSOE y Podemos. En enero, cuando voten nuestros vecinos, con el socialista Antonio Costa como favorito tras librarse de la rémora de los podemitas lusos, los líderes de la izquierda española van a tomar buena nota de lo que suceda en Lisboa.

Sánchez pone fin al «susanismo» y recupera el bastión andaluz

La llegada de Susana Díaz a la clausura del Congreso de los socialistas andaluces despertó mucha expectación a las puertas del Palacio de Congresos de Málaga, donde aguardaban numerosos compañeros de partido para recibirla. El día anterior no había acudido y su ausencia fue llamativa, aunque ella le restó importancia asegurando que «el jueves llamé al secretario general, Juan Espadas, y le dije, ¿cuándo quieres que vaya? Y me dijo: el domingo. Pues allí estoy yo».
Pero hoy era el día de su sucesor en el cargo. Espadas consiguió ratificar su ejecutiva con un apoyo del 82,4% y el espaldarazo del presidente, Pedro Sánchez para recuperar la presidencia de la Junta. Sánchez participó en la clausura del Congreso de los socialistas andaluces para conminar al alcalde de Sevilla a recuperar el bastión primordial que durante más de 37 años ha estado en manos de su partido y que perdió en 2018 de la mano de Susana Díaz.
Enemigos acérrimos, Sánchez apenas tuvo palabras para la ex presidenta andaluza. Le dio las gracias por los años al frente del PSOE-A y se dirigió enseguida a Espadas para mostrarle toda su confianza: «Vas a ser un gran presidente. Tú en San Telmo, yo en Madrid», prosiguió Sánchez, reconvirtiendo el mensaje que Díaz le trasladó en 2015 durante la campaña a las elecciones andaluzas. Entonces, Díaz gobernaba la Junta y ya habían comenzado a dispararse las rencillas con Pedro Sánchez que terminaron con su abrupta destitución a cargo del comité federal del partido.