Josep Ramon Bosch
Juego de niños
«¡Al suelo, que vienen los nuestros!». Pío Cabanillas verbalizó en esta frase que el peligro, en política, no está en los adversarios, sino en los del mismo partido. Winston Churchill advirtió a un diputado británico que sus peores enemigos no estaban en la bancada de enfrente (laboristas), sino en la de atrás (sus compañeros de partido). Konrad Adenauer, canciller alemán y uno de los padres de Europa, expresó ácidamente las relaciones con sus camaradas de filas: «Hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido». El primer ministro italiano Giulio Andreotti, distinguió entre los seres humanos: «Hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido». Viene esta reflexión a colación de la kafkiana situación en el PP madrileño, por la supuesta lucha cainita entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso. Que produce vergüenza a la mayoría de votantes de centroderecha.
Y la pregunta que nos hacemos es: ¿En que momento se «jodió» el PP?, licencia prestada del protagonista de la novela« Conversaciones en la Catedral» de Vargas Llosa, para saber cuál fue el momento crítico de la ruptura, más allá de Perú. Tal vez, la respuesta esté en el nombramiento de MAR (acrónimo de Miguel Ángel Rodríguez, el otrora todopoderoso asesor de Aznar) como jefe de Gabinete de la presidenta y que en Génova vieron como una amenaza al control que ejercían sobre Ayuso.
Pablo Casado fue un valiente cuando en enero de 2019 decidió que Ayuso y José Luis Martínez- Almeida encabezarían las listas más importantes: la del Ayuntamiento de Madrid y la de la Comunidad. Pero en abril obtuvo el peor resultado del PP en los últimos 30 años: 66 diputados, la mitad que Pedro Sánchez y
solo nueve más que Albert Rivera. Se asomaba al borde del precipicio, pero las siguientes elecciones le refrendaron al frente del partido, subiendo 23 diputados. La corriente de encuestas que le colocan como próximo presidente del Gobierno arranca, aunque a alguno le pese, en los éxitos de sus barones, que gobiernan con acierto Galicia, Castilla y León, Murcia, Andalucía y, claro, Madrid. Pero ninguno como Ayuso ha dado al PP la alegría de matar dos pájaros de un tiro (o tres): acabar con Pablo Iglesias, con el PSOE y frenar a Vox. Nadie duda que la remontada del PP a nivel nacional se debe en buena medida a la presidenta madrileña, que ha forjado su liderazgo en el enfrentamiento continuo al Gobierno, especialmente durante la pandemia. Pero han sido las habilidades comunicativas del spin doctor vallisoletano, que llegó a la Puerta del Sol diez días después de que Sánchez fuera investido, quien ha potenciado la figura de la presidenta en contraposición a la de Sánchez. Y esta ha sido la causa del enfrentamiento con el número dos del partido, Teo García Egea, ariete de Casado en esta guerra suicida de la derecha. Cuentan que todo empezó cuando el exsecretario de Estado recomendó a Ayuso: «No debes hablar con Teo, sólo con Casado», saltándose a las bravas la autoridad del señor de Murcia.
Almeida, una figura en alza, fue nombrado portavoz nacional por Génova para promover el discurso del partido hacia posiciones más moderadas tras la ruptura con Vox. Su nombramiento (o abrazo del oso, según se mire) levantó suspicacias en la organización regional, disparó el debate sobre la presidencia del PP de Madrid y motivó que el entorno de Ayuso presionase para acelerar la sustitución de Pío García Escudero, presidente accidental desde la dimisión de Cristina Cifuentes.
Destacados dirigentes del PP creen que la pugna se circunscribe a que el equipo de Casado va a intentar mantenerse al frente del partido si no logra gobernar tras las generales de2023yquesuintenciónescontinuaralfrente cuatro años más y Ayuso es una molestia.
Ayuso, bien aconsejada por MAR, ha decidido pasearse triunfalmente por una ciudad en fiestas por la Almudena y terminar en prime time, en «El Hormiguero». Se sabe ganadora. Parece un juego, pero no de tronos, sino de niños. Y Pedro sonriendo.
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