Iñaki Zaragüeta

¡A vacunarse toca, Novak!

Está a una distancia sideral de Federer y Nadal en conducta

Lo tienen todo. Lo han conseguido ellos. Son los mejores en lo suyo. Existe un paralelismo en su carrera profesional. Entrenamiento, dieta, horario, fama, dinero, el mundo a sus pies. Sin embargo, mantienen una distancia sideral en el momento de digerir todo eso, de comportarse hacia el exterior, de ofrecer imagen al mundo, de servir de ejemplo, especialmente a niños y jóvenes. Me refiero a los tres dioses del Olimpo tenístico: Roger Federer, Rafa Nadal y Novak Djokovic. Mientras los dos primeros no pierden la compostura civilizada, el tercero presenta con frecuencia estridencias impropias de una persona con proyección pública. Si nos fijamos en nuestro deportista y el serbio –Federer está casi en retirada– el segundo no resiste una comparación con el español en conducta, humildad, educación y sencillez.

Acabamos de presenciar unos hechos que lo confirman. Djokovic se ha creído dios, con poderes infinitos, con capacidad hasta de saltarse las normas, provocando un desafío a la Justicia australiana y originando el ridículo de su familia y de las máximas autoridades serbias, con su presidente a la cabeza.

El tenista que quizá estaba llamado a liderar el número de «Grand Slam» ha tirado por la borda ese reconocimiento de la peor manera, con la mentira y la soberbia. La maniobra no le ha podido salir peor. No ha burlado las leyes australianas, ha perdido la posibilidad de agrandar su palmarés y, de no cambiar su comportamiento, afronta la probabilidad de dejar en blanco 2022. Por no hablar del desastre económico que puede suponer el éxodo de patrocinadores. ¿Mantendrá su empecinamiento en Wimbledon, Open USA y Roland Garros?

Debería mirarse en el espejo de Andre Agassi, otro de los grandes, que se perdió tres ediciones del británico por negarse a vestir de blanco como ordena su reglamento. ¡A vacunarse toca, Novak! Así es la vida.