Jorge Vilches

Orfandad política

Lo que está pasando hoy en el PP no tiene nada que ver con algo tan profundo. Todo es una cuestión personal, y eso es lo triste.

Listos, listillos y pelotas
Listos, listillos y pelotasEduardo ParraEuropa Press

Nunca había asistido al suicidio de un partido. Al menos de esta forma tan grosera y descarnada. Menos aún había recibido el impacto de tantas voces defraudadas, entristecidas porque el partido en el que habían puesto sus esperanzas haya tirado por el sumidero toda posibilidad a medio plazo de echar a Sánchez. Es inédito. No viví el hundimiento de UCD. El vaciado del PCE hacia el PSOE fue lento y previsible. Lo de Ciudadanos es incomparable con esto del PP porque nunca gobernó, al igual que UPyD. En los partidos nacionalistas no pasa.

Ni siquiera en los vaivenes socialistas he encontrado algo parecido. En octubre de 2016 dieron el boleto a Sánchez porque quería un gobierno Frankenstein contra Rajoy y se negaba a abstenerse en el Congreso para que gobernara el PP. Así lo vieron los militantes, que perdonaron el espectáculo del comité federal, el intento de pucherazo y las acusaciones cruzadas entre los dirigentes. Era una cuestión política, estratégica, de fondo y calado sobre el futuro de España y su libertad.

Lo que está pasando hoy en el PP no tiene nada que ver con algo tan profundo. No se trata de si hay que pactar con Vox o no, si es preferible un discurso centrista para no asustar ni movilizar a la izquierda, o defender el liberalismo conservador y allá películas. Todo es una cuestión personal, y eso es lo triste.

El paso de la ilusión a la sensación de orfandad política destruye cualquier partido, anula las posibilidades de llegar al poder y da alas a los competidores: Sánchez y Abascal. A los electores del centroderecha solo les importa tener un caballo ganador que no les abochorne. Es fácil de entender: no todo vale para defender una taifa, ni todo es digno para hacerse respetar.

El elector de la derecha repasa la trifulca entre Génova y Sol desde 2020 y se espanta. La sucesión de acontecimientos no encaja, las motivaciones son espurias, la falsedad se masca, y esto desazona a cualquiera. Lo peor de todo es que se veía venir y nadie hizo nada, solo armarse para cuando estallara la guerra civil.

Parece mentira que tanta experiencia y presunto conocimiento haya desembocado en este esperpento suicida. Hay dos elementos que nunca sirven para ser una opción de gobierno: el corto plazo y el odio interno. La combinación es autodestructiva si se suma la distancia entre las palabras y las acciones, el patriotismo supuesto y la responsabilidad que no se demuestra.

La obsesión por la política a corto plazo y trabajar más para entorpecer a los enemigos internos que contra los adversarios externos tiene un precio muy alto. Esto ha supuesto crear el escenario perfecto para la autodestrucción, el «se veía venir» y el «ya lo decía yo» que se escuchaba desde antes de las elecciones del 4 de mayo de 2021.

Nada se ha hecho bien. Ni siquiera han dejado que el elector del PP y el afiliado puedan defender las formas y los tiempos elegidos para dirimir las diferencias. La concatenación de chiquilladas y descaradas operaciones de imagen a lo Yolanda Díaz ha sido un tremendo error. No se puede tratar a los electores y afiliados como si fueran memos.

Las declaraciones de los jarrones chinos tampoco han ayudado. En lugar de buscar soluciones en privado, daban consejos de parte en público que solo han servido para aumentar el conflicto. Otra decepción. Muchos electores hubieran dicho aquello del rey Juan Carlos a Chávez: «¿Por qué no te callas?».

Ahora, para más inri, cavan trincheras entre detractores y defensores de tal o cual niñería, como si la razón de alguno estuviera por encima de un bien superior: crear una alternativa para echar a Sánchez, que es, como dicen ellos mismos, el problema de España. Esto ha sido el colmo. De aquí la orfandad de muchos electores del PP tras el show de esta semana.