El personaje

Yolanda Díaz, ante el fuego amigo de Podemos

La vicepresidenta segunda del Gobierno sigue con sus planes de recorrer la geografía nacional y presentar su plataforma que define como «transversal en una nueva izquierda».

La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz.
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz.PlatónIlustración

Nada bien ha sentado en la cúpula de Unidas Podemos el anuncio de Yolanda Díaz, el pasado miércoles en televisión, de que piensa iniciar una «tournée» por toda España a partir de abril para recabar apoyos a su proyecto político. En el entorno de sus dos pertinaces enemigas, Ione Belarra e Irene Montero, tiran con bala: «Ni que fuera una gira artística», ironizan. Lo cierto es que las lideresas opinan que primero la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo debiera haber informado a la dirección del partido morado. Aunque de puertas afuera mantienen las formas, sus compañeras al frente de los ministerios de Derechos Sociales e Igualdad comentan que, hoy por hoy, Díaz carece de estructura organizativa y que su único aval sigue siendo la firma de Podemos. Tampoco Pablo Iglesias, antaño su gran mentor, parece contento por lo que considera un desprecio a la formación. Ajena a la soterrada polémica, Díaz sigue con sus planes de recorrer la geografía nacional y presentar su plataforma que define como «transversal en una nueva izquierda».

Tras aprobar la reforma laboral y el incremento del salario mínimo, que se atribuye como éxitos propios entre fuertes críticas, Yolanda Díaz hubo de frenar otra polémica en relación a la invasión de Rusia sobre Ucrania. El ministro de Consumo, Alberto Garzón, alentó una manifestación bajo el lema «No a la guerra» y en contra de las sanciones Putin. El propio Pedro Sánchez habló con ella antes de su declaración institucional y viaje a la cumbre de Bruselas para que calmara a las «fieras» y no se diera una imagen de división dentro de la coalición. De momento, la vicepresidenta lo consiguió a medias, ya que Garzón pidió la desaparición de la OTAN por ser «un factor de desestabilización» en Ucrania y Belarra afirmó que «la guerra no es el camino», pero sin condenar a Putin. En este tira y afloja permanente, Díaz prepara su gira de lanzamiento político sabiendo que debe hacer frente al «fuego amigo» de Unidas Podemos. A su favor tiene una personalidad mucho más atractiva y dialogante que Iglesias, y en contra la ausencia de una estructura organizativa de partido.

Trabajó en sus inicios con Carolina Bescansa, Tania Sánchez, Isa y Clara Serra, Irene Montero, Ione Belarra y Lily Verstringe, pero finalmente el líder supremo la escogió como heredera sin ser militante de Podemos. Una gallega afiliada al Partido Comunista y sindicalista de Comisiones Obreras, de quien Iglesias fue asesor cuando ella trabajaba con el dirigente del Bloque Nacionalista Gallego, José Manuel Beiras. Dicen que el flechazo político fue inmediato y desde su militancia en el grupo de izquierdas En Marea llegó como diputada al Congreso. Aquí se forjó como portavoz de UP en relaciones laborales y su ascenso fue vertiginoso hasta que Iglesias la propuso ministra de Trabajo y Economía Social. Un puesto que Díaz ha diseñado altamente mediático, de protagonismo con los agentes sociales, algunos de ellos como el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi,rendido ante ella hasta rozar un enorme ridículo, y la ha colocado como una de las cuatro vicepresidentas de Sánchez. Nadie duda que Yolanda Díaz es la nueva zarina roja, aunque vigilada de cerca por Belarra y Montero, auténticos «brazos armados» de Iglesias. Éste decidió investirla como sucesora frente a su propia pareja, Irene Montero, dejando una bicefalia para Belarra en el partido y candidata a la presidencia del gobierno en la figura de Díaz.

Desde entonces la gallega ha subido como la espuma. Para unos es simpática y cercana, «una gran seductora», dicen en su equipo, y «mujer fascinante», en palabras de Garamendi. Para otros está entregada a los sindicatos y esconde una demagogia que la lleva a decir algunas sandeces como cambiar la palabra «patria» por «matria», o criticar los sueldos de altos ejecutivos de empresas privadas. En un país con una tasa de paro tan elevada, a caballo entre los ERTES y los ERES, la lideresa está muy satisfecha de su gestión, se lleva bien con todos. Es roja por fuera y burguesa por dentro. Su estilo es claramente de «niña pija», enfundada en trajes y zapatos de alta gama. Le gusta lucir como una chica de derechas, a juzgar por las firmas de moda que escoge de diseñadores como su paisano Roberto Verino y los altos «stilletos» de Magrit o Manolo Blahnik. Combina sus colores favoritos, blanco y rojo, con una cuidada melena teñida de sugerentes mechas rubias, algo que se cambió hace años cuando su cabello natural, muy oscuro, la hacía bastante mayor.

A sus cincuenta años, luce una mirada radiante, una sonrisa de labios bien maquillados de rojo y hasta unas mascarillas de diseño a juego. Quienes la conocen la definen como «una roja entre algodones», con una herencia familiar de comunistas y sindicalistas que, sin embargo, no sufrieron nunca los rigores de una saga puramente obrera. Nació en Fene, La Coruña y estudió Derecho en Santiago de Compostela. Su padre, Suso Díaz, fue un histórico dirigente de Comisiones Obreras en Galicia. Su tío, Xosé Díaz, diputado del BNG, partido en el que militan sus dos hermanos. Su madre, Carmela, falleció hace cuatro años y supuso un duro golpe, pues estaban muy unidas. Por ello, a su única hija, Carmeliña, le puso el mismo nombre. Casada con el dibujante Juan Andrés Meizoso, un ferrolano en su etapa de abogada laboralista en Galicia, siempre cuenta que conoció a Santiago Carrillo con cuatro años, lo que la llevó después a afiliarse al PCE, aunque se dio de baja en Izquierda Unida tras la salida de Cayo Lara. Con puño de hierro en guante de seda, quiere menos Twitter sin asustar en las redes sociales. O sea, un comunismo de marca blanca y carácter social. Frente a los berridos de Pablo Iglesias, Díaz busca políticas de izquierda que no provoquen intranquilidad.

Cuida mucho su silueta con gimnasia, algo de yoga, paseos por las playas de su tierra y confiesa que sus dos grandes amores son su marido y su hija. Las bicefalias en política nunca han funcionado, pero ella se mueve con tacto entre las «gatas» femeninas de Podemos. Díaz ha cambiado la hoz y el martillo por vestidos, pantalones «palazzo» y bolsos de marca. Veremos si la nueva zarina roja consigue tejer una izquierda moderna o, por el contrario, sigue trasnochada, anacrónica y en la antípodas de Europa.