La estrategia
Yolanda Díaz jibariza a Podemos en su proyecto
Ucrania ha evidenciado las grietas en la coalición de izquierdas. La vicepresidenta se dispone a superar a los morados emulando a las mareas gallegas
Ucrania ha sido la vorágine que ha acabado por destapar las tensiones que se venían produciendo desde hace tiempo en Unidas Podemos a causa de la cuota de poder y representatividad que obtendrán en el nuevo proyecto que prepara la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz. Las réplicas del conflicto bélico, a nivel político y apegado en la órbita de los partidos de izquierda, han tenido una consecuencia clara, que seguramente sus actores principales no habrían querido desvelar tan rápido y que ahora trabajan para recomponer con vistas a las elecciones generales de 2024. La secuela es la cacofonía entre la vicepresidenta Yolanda Díaz y el espacio confederal que hoy comparte gobierno con el PSOE.
La falta de sintonía entre ambas partes venía evidenciándose desde finales de año. Todo empezó con un acto en Valencia donde Díaz se citaba con varias líderes referentes en la izquierda bajo la ausencia de las dirigentes moradas. La ministra, de hecho, se ha dejado ver, en contadas ocasiones junto a Podemos en actos de partido o institucionales. Durante este tiempo la líder de Unidas Podemos en el Gobierno ha dado varias pistas en las que evidenciaba su distancia con Podemos. También había dejado claro que sí ella emprendía un nuevo proyecto político lo haría sin las siglas de Unidas Podemos, que consideraba desgastadas.
El proyecto ya tiene fecha. En un mes la vicepresidenta comenzará a recorrer el país con el fin de conectar con la sociedad civil. Así testará si el respaldo que le otorgan las encuestas de opinión puede convertirse en un apoyo real en las urnas en las próximas elecciones generales. Coincide con el tiempo con el apoyo de Díaz al giro dado por el presidente del Gobierno con el envío de armas a Ucrania. Una decisión que ha partido en dos a Unidas Podemos y ha consumado las distancias en la coalición de izquierdas. Tras este cisma abierto, los apoyos vayan reconfigurándose con vistas al proceso de escucha. Díaz, con su apoyo al presidente ha conseguido el soporte del ministro de Consumo, Alberto Garzón, el titular de Universidades, Joan Subirats, parte del grupo catalán morado en la Cámara Baja, con el visto bueno de Ada Colau, además del apoyo de la confluencia gallega de Unidas Podemos. En frente, el núcleo duro del Podemos del ex líder Pablo Iglesias; las ministras Ione Belarra, Irene Montero y el portavoz Pablo Echenique.
Desde la cuota morada, que no niegan que la crisis en Ucrania ha evidenciado las discrepancias en Unidas Podemos, se afanan ahora en asegurar que existe una confianza ciega en la vicepresidenta y que esperan que las posturas encontradas en cuanto al conflicto bélico no tengan repercusiones en el nuevo proyecto. Sin embargo, la decisión de la vicepresidenta de aislarse de los morados ya estaba tomada desde antes. Y es que Díaz ha diseñado un “proceso de escucha” de seis meses, en el que rebajará al mínimo la influencia de los morados. Según explican desde su entorno, a los actos -que serán “versátiles”- estarán invitados todos los colectivos que quieran asistir, así como las fuerzas políticas o sindicales. Una precisión que subrayan varias fuentes consultadas y con las que deja claro el papel secundario que obtendrá uno de los partidos principales con los que ahora cuenta como interlocutor y conexión con su afinidad ideológica. Y es que la vicepresidenta siempre ha querido separar su proyecto político de la vida interna de los partidos que la rodean. Son, según su visión, actores secundarios. El papel “protagonista” debe ser el de la sociedad, repiten incansablemente.
La vicepresidenta, que aspira a un proyecto “novedoso”, superará las siglas de Unidas Podemos, una vez que decida presentarse como candidata en la izquierda a las próximas elecciones generales. Y es que, en su entorno, recuerdan que primero iniciará una gira nacional y después tomará la decisión final de si presentarse o no. En cuanto a la fórmula jurídica de su proyecto político, Díaz aleja la posibilidad de configurar un partido tradicional. Inciden en que tiene experiencia en trabajar con “herramientas líquidas” y citan, como referencia, a las mareas gallegas que nacieron en 2015. Para estas mareas, la vicepresidenta sopesa la idea de incorporar perfiles independientes de distintos ámbitos de la sociedad civil, así, los principales puestos no estarían garantizados para los principales dirigentes de Podemos.
En el espacio confederal no se oculta el malestar existente por las distancias que está marcando la vicepresidenta. Les gustaría conocer de primera mano los pasos que dará y ser partícipes del nuevo proyecto, sin embargo, hasta ahora, admiten que no conocen los detalles de su hoja de ruta. Sin embargo, esperan pacientemente los pasos que dará la vicepresidenta y confían en que sí puedan tener ese papel importante dentro del proyecto de escucha y en la futura plataforma que construya. En palabras del cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, Unidas Podemos debe ser “la nave nodriza”, desechando la idea de plataformas como herramientas que trasciendan los partidos entendidos de manera tradicional. En el partido se muestran recelosos con esa intención de reducir la importancia del papel orgánico que deben tener las formaciones que acompañen a Díaz en su camino.
Los morados reconocen que no hay un “plan B” a la vicepresidenta y es por ello evitan presionarla en este sentido. Además, contradicen la idea de la vicepresidencia de alejarse de la vida orgánica de los partidos. Fuentes de la dirección de Podemos insisten en que el resultado de las elecciones en Castilla y León ha dejado claro que “los partidos son imprescindibles en el proyecto” de Díaz. Y es en ese sentido en el que presionarán los morados, así como para el que se preparan desde la secretaría de Organización dirigida por Lilith Vestrynge, que tiene marcada una hoja de ruta muy definida dirigida a “robustecer” a Podemos en los territorios y recuperar el sueldo electoral del que sí gozaba Podemos en 2015, en sus primeros procesos autonómicos y municipales, cuando lideró los llamados “ayuntamientos del cambio”.
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