Senado

Siete presidentes eméritos del Constitucional debaten por primera vez los retos del Tribunal

Más de 50 expertos en derecho se citan durante tres días de jornadas en el Senado

XII Encuentro Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional. Asisten los presidentes eméritos del Tribunal Constitucional: Miguel Rodriguez, Alvaro Rodriguez, Pedro Crus, Emilia Casas, Pascual Sala, Francisco Perez de los Cobos y Juan José Gonzalez Rivas.
XII Encuentro Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional. Asisten los presidentes eméritos del Tribunal Constitucional: Miguel Rodriguez, Alvaro Rodriguez, Pedro Crus, Emilia Casas, Pascual Sala, Francisco Perez de los Cobos y Juan José Gonzalez Rivas.Alberto R. RoldánLa Razón

Más de 50 personalidades de tribunales constitucionales, catedráticos de derecho y expertos en esta materia se dan cita estos días en el Senado en el duodécimo encuentro iberoamericano de Derecho procesal constitucional. Una cumbre al más alto nivel que se inauguró este miércoles en la cámara alta con la presencia nada menos que de siete de los diez presidentes eméritos del Tribunal Constitucional (TC) que reivindicaron el papel de «soledad» de estos jueces a la vez que la necesidad de ser de este órgano que ejerce como contrapeso del resto de poderes del Estado.

El mensaje de bienvenida corrió a cargo del actual presidente del TC, Pedro González-Trevijano, que luego dejó paso a todos los antecesores que le han allanado el camino. Por orden del más antiguo al menos tomaron la palabra recordando sentencias históricas como la del matrimonio homosexual o la reforma laboral y señalando posibles reformas que abordar en la carta magna como lo relativo a la territorialidad de España.

Comenzó Miguel Rodríguez-Piñero y Bravo Ferrer, presidente entre 1992 y 1995 que remarcó cómo «los mismos jueces que se habían formados con leyes franquistas» se convirtieron luego en garantes del texto sobre el que duermen los derechos y las libertades fundamentales. «Nos encontramos en un ambiente no siempre razonable y a veces hostil», detalló, pero pronto las dinámicas cambiaron porque la existencia de una democracia constitucional era un clamor.

«De lo poco que puede disponer este pequeño grupo -en nuestro caso de 12 personas- realmente es el poder que está en la cúspide y es el poder que está más solo», señaló Pedro Cruz Villalón, presidente emérito del periodo 1998-2001. Son muchos los que miran a este tribunal, dijo, desde todos los ámbitos, tanto el parlamentario como el resto de jueces y la sensación de «soledad» es gigante, pero precisamente ese es su éxito en palabras de Cruz. La única mujer en la mesa de dirigentes reivindicó, precisamente eso, su papel de mujer en un nicho masculino «Mi incorporé a un Tribunal en el que no había ninguna mujer, así que compartí colegio con 11 hombres y era la primera que hablaba por turno.

Hacía casi 10 años que no llegaba una mujer al Tribunal», explicó Mª Emilia Casas, la única presidenta hasta el día de hoy que ejerció entre 2004 y 2010. «El BOE lo aguanta todo hasta que deja de aguantarlo», relató sobre la ingeniería para hilvanar bien las sentencias. Ella puso en valor el gran cambio que supuso la reforma sobre los recursos de amparo. «Cuando llegué existían 13.000 asuntos pendientes y cuando me fui quedaban 3.500», contó. Así empezaron «a ensayar la trascendencia constitucional», ese filtro que tiene que pasar ahora cualquier recurso para que los magistrados se sienten a estudiar el tema y que pasan un ínfimo porcentaje de temas.

Mucha de esta relevancia tuvieron y siguen teniendo todas las derivadas del procés que el tribunal de garantías ha tenido que resolver y que ensalzó el presidente recién salido Juan José González Rivas. Además, también hubo un amplio recuerdo para los tres que faltaban y, muy especialmente, para quien fue asesinado «vilmente por ETA». «Cuando echo la vista atrás me resulta inseparable de un recuerdo con Francisco Tomás y Valiente. Un 14 de febrero de 1996 muy poco después de las 10 de la mañana entraron en mi despacho y me dijeron ‘han disparado a Paco’», contó Álvaro Rodríguez Bereijo, dirigente entre 1995 y 1998. «La única manera de vencer a la muerte y a aquellos que la practican con sus semejantes es la memoria», sentenció.