El personaje
Pere Aragonés, el “monaguillo” de Junqueras
En ERC creen que “le falta autoridad para imponerse a JxCat” y que el Ejecutivo catalán es “una jaula de grillos”
No tiene altura para ser presidente de La Generalitat. Así opinan veteranos políticos catalanes de Pere Aragonès, un hombre de pequeña estatura física y falta de autoridad para controlar el Govern. Un separatista a quien no se le conoce oficio alguno, sin experiencia profesional, nieto de un alcalde franquista en La Pineda y miembro de una de las familias más adineradas de Cataluña. «Le falta autoridad para imponerse a JxCat y el Govern es un auténtico cachondeo», reconocen dirigentes de su partido, ERC, cuya única voz de mando sigue siendo Oriol Junqueras. A Pere Aragonès le consideran «un monaguillo» y destacan asuntos como la ampliación del aeropuerto de El Prat, que en un principio Aragonès apoyaba y así se lo trasladó a algunos empresarios, pero luego se echó atrás por presiones de Junts y las bases de ERC. En su entorno admiten que sus esfuerzos por poner orden dentro del Govern han sido infructuosos y el Ejecutivo catalán es «una jaula de grillos», con proyectos legislativos en barbecho y una fuerte batalla interna entre los partidos soberanistas. Pendiente de su próximo encuentro con Pedro Sánchez, tras haber mandado a La Moncloa a su escudera Laura Vilagrá para entrevistarse con el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, se aferra a esa pertinaz Mesa de Diálogo, que vende como un éxito propio.
Prueba de la batalla con sus socios de JxCat es un tema oscuro, filtrado desde círculos soberanistas, sobre su residencia. Según fuentes neoconvergentes Pere Aragonès vive en una finca conocida en Pineda de Mar como «Falcon Crest», un auténtico «casoplón» de amplias hectáreas con más de quinientos metros cuadrados edificados y permanente vigilancia de los Mossos. Sorprende que en su declaración de bienes remitida al Parlament únicamente figura un piso de alquiler con hipoteca, sin ningún ingreso procedente del negocio familiar, la potente cadena Golden Hoteles, en la costa catalana. En su entorno explican que la finca está en el Registro de la Propiedad a nombre de su padre, pero los vecinos de Pineda insisten en que es la residencia habitual de Pere Aragonès y todos la conocen como «Falcon Crest». Tras haber aprobado unos Presupuestos muy discutidos, el republicano no lo tiene fácil preso de sus socios en un Govern que hace aguas por todas partes, con las bases de ERC muy críticas ante los acuerdos en el Congreso con el Ejecutivo de una España que desean romper. Para el ala radical la Mesa de Diálogo es una «farsa insuficiente», en un matrimonio de conveniencia ante una legislatura que Sánchez quiere mantener a toda costa. Por su parte, Aragonès aguanta que no le vuelen la silla los de Junts, furiosos con las declaraciones del portavoz de ERC, Gabriel Rufián, que llamó «tarado» a Puigdemont. A pesar del enorme enfado, en ERC piensan que no romperán hasta las municipales para mantener su financiación.
Tiene Aragonès una dura piedra en su zapato llamada Junts, ahora liderados por Jordi Turull. Como candidato de ERC no logró en primera vuelta los votos necesarios para su investidura y fue durante un tiempo un aspirante en barbecho. Definido por quienes bien le conocen como «burgués, indepe y pragmático», Pere Aragonès García pertenece a esa doble faz de los independentistas catalanes: nieto de un alcalde franquista y con familia millonaria. Nacido en Pineda de Mar, su abuelo paterno, Josep Aragonés i Montsant, amasó una gran fortuna durante la dictadura que le llevó a construir el hotel más grande de España en aquella época, el Taurus Park. Fundador de AP en la comarca, fue edil del municipio y forjó un imperio hotelero y textil. Al fallecer en un accidente de tráfico, sus dos hijos, Pere, el padre de Aragonès, y su hermano Enric, heredaron las empresas del progenitor y su abultado patrimonio. Por razones de imagen política, Aragonès siempre niega su vinculación con el entramado empresarial de su familia, un imperio hotelero con varios establecimientos, parques acuáticos y centros de ocio en Pineda, Tossa de Mar, Salou y Calella. Su esposa, Janina Juli Pujol, procede también de una adinerada saga del litoral en el Maresme catalán. Se casaron por todo lo alto y son padres de una niña, Claudia.
Licenciado en Derecho, máster en Historia Económica por la Universidad de Barcelona, en las aulas conoció a Junqueras. Militante de las Juventudes de ERC desde los dieciséis años amplió estudios económicos en la Universidad norteamericana de Harvard, lo que no frenó su fervor independentista. A su regreso trabó un contacto muy estrecho con la secretaria general, Marta Rovira, y el propio Junqueras. Cuando Rovira se fugó a Suiza le llamó un día a la cárcel y le confirmó: «Ella se ha ido y tú eres el elegido». Asumió entonces el papel de segundón en el Govern de Quim Torra como vicepresidente de ERC y sus desencuentros fueron sonados. La tensión entre los dos socios era patente, con las eternas malas relaciones entre neoconvergentes y republicanos desde los tiempos de Jordi Pujol. Es un hombre flemático, rocoso, y a pesar de que se proclama ateo, su infancia está ligada a la cultura religiosa ya que estudió en la Escuela de la Madre de Dios del Roser, en Pineda. En su entorno admiten que participa junto a su mujer Janina en movimientos cristianos, que él califica de «izquierda solidaria», y comparte con ella un Audi Q5 que conducen por las carreteras de la costa. En sus teorías económicas de izquierdas priman el gasto, el sector público y la subida de impuestos, lo que despierta las iras de los empresarios catalanes que ven cada vez más asfixiado el tejido productivo.
Como vicepresidente del Govern con Quim Torra sus medidas fueron polémicas y su gestión actual como presidente «para salir corriendo», en palabras de destacados empresarios catalanes, como la ampliación del aeropuerto del Prat paralizada. Bajo su pequeña estatura y sus cuadradas gafas se esconde un hombre introvertido, de absoluta fidelidad a Junqueras. Muchos históricos de ERC le critican su radicalismo de izquierdas y hacerse fotos con Otegi. La política catalana vive en un esperpéntico vodevil, mientras este hombre pequeñito, pero tozudo, logra de nuevo sentarse de igual a igual con Sánchez. Los dos se necesitan.
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