Pedro Sánchez

Impuesto a los ricos

Ya está aquí el líder del nuevo “PSOE marxista” para desenmascarar a aquellos que son fuertes con los débiles y sumisos con los poderosos.

Pedro Sánchez es un prestidigitador: “Nada por aquí, nada por allá y... ¡manguerazo!” Justo cuando el calor de la inflación aprieta al 10,2% y buena parte de los precios de la cesta de la compra se han multiplicado por ocho. Españoles, ya pueden irse de vacaciones. Olvídense de los “curanderos” del centro derecha, falsos profetas del juicio final. Su presidente tiene siempre la lucecita de La Moncloa encendida y la chequera pública ávida de aliviar las penurias.¿Quién va a pagar los “cheques electorales”? Ya se estudiará: “Eso es poco, Chiqui, eso es poco”, según la docta teoría de las milmillonarias cifras de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. ¿Será por dinero, cuando en la mano del artista está sacar de la chistera el “impuesto a los ricos”?

En fin, al menos nos van dando pistas sobre los señores que se juntan a conspirar en cenáculos madrileños --se supone que con Isabel Díaz Ayuso-- para descarrilar a Sánchez. Son banqueros y presidentes de empresas energéticas. Les ha tocado el papel de malos en la película sanchista para alborozo del populismo económico. Usan sombrero de copa y en la pupila lucen el dólar mientras se llenan los bolsillos a costa del trabajo de los ciudadanos de a pie. Pero ya está aquí el líder del nuevo “PSOE marxista” para desenmascarar a aquellos que son fuertes con los débiles y sumisos con los poderosos. Hay que criminalizar a los que crean riqueza, aunque se espante la inversión.

A las energéticas y a las entidades financieras se les va hacer pagar los platos rotos, vía tasas especiales e impuestos, por sus “beneficios extraordinarios”. ¿Que son empresas suministradoras de servicios básicos y, lógicamente, serán los consumidores quienes acabarán recibiendo en su buzón la factura con la repercusión de esos mayores costes? Ya Montero pondrá en la ley que está prohibido elevar el recibo por esa causa. Ahora bien, si lo hacen por nuevas comisiones o por precios extra, como ha ocurrido en las gasolineras con los veinte céntimos de subvención a los carburantes, siempre nos quedará el derecho al pataleo y gritar: “¡Rico malo!”

Bien es sabido, según la frase que se atribuye a Abraham Lincoln, que se puede engañar a algunos todo el tiempo, o a todos durante cierto tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Bruselas acaba de echar otro jarro de agua fría a las previsiones económicas de Nadia Calviño, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal ha advertido que “no hay lugar para la improvisación”, y los más prestigiosos economistas vaticinan que pintan bastos y es hora de bajar impuestos, de modular la presión fiscal a los asalariados y de que el Estado devuelva el incremento de su propia recaudación (la deflactación propuesta por Alberto Núñez Feijóo), disparada por el alza de precios. 2.000 millones se recaudan más por cada punto que sube el IPC. Aunque aquí, según parece, lo fundamental es salvaguardar el gasto de los 22 ministros y más de 800 asesores que desean larga vida al presidente.

Sánchez, con sus chapuzas, su cerrazón ideológica y su negativa a afrontar las reformas estructurales que la dimensión de la crisis exige, ya tiene en su registro haber lastrado la economía durante los últimos meses. Ahora, en poco más de una hora -con sus anuncios enfáticos aplaudidos eufóricamente por la bancada socialista y morada-, también hundió la bolsa. Se calcula que desde el anuncio del presidente en el Congreso, la caída en la cotización de las entidades del Ibex ha supuesto casi 6.000 millones de euros. Ojo, el mercado bursátil es el refugio más seguro y rentable para millones de pequeños ahorradores que depositan allí las ganancias de décadas de trabajo. Así que a quien se está empobreciendo, más que a los “malvados ricos”, es a las clases medias que han apostado por el “capitalismo popular”.