Toni Bolaño

¿Volverá el expresident?

Las hordas mediáticas más recalcitrantes del independentismo auguraban que Carles Puigdemont volvería a Cataluña antes del verano. Pasó el verano, pasó el veroño y sigue en su retiro de Waterloo. En este tiempo ha visto como pinchaba la celebración de la Diada, se deba un trompazo de nivel en el aniversario del 1-O y el 44% de los suyos le daban la espalda porque no querían salir del ejecutivo de Aragonés. Y sigue sin volver porque sabe que acabará con sus huesos en la cárcel, al menos hasta que se persone ante el Tribunal Supremo.

En estos días, la defensa de Puigdemont está haciendo su campaña ante la cita de final de mes en el Tribunal General de la UE. Gonzalo Boyé, su abogado, ha dado muestras de que se sabe mover bien y hasta ahora ha conseguido ser el depredador de la justicia española en Europa dando un revolcón tras otro. Ahora sabe que se la juega y está vendiendo un nuevo éxito alardeando que el fugado podrá volver a España porque se le reconocerá la inmunidad como eurodiputado. Sin embargo, un movimiento de Roberta Metsola, la nueva presidenta del Parlamento, le puede dejar compuesto y sin novia. Metsola ha preguntado a la Junta Electoral Central el porqué no tiene la confirmación de Puigdemont –Toni Comín y Clara Ponsatí van en el mismo saco– como eurodiputado. La JEC ha contestado: porque no juró o prometió la Constitución.

La intranquilidad se ha instaurado en Waterloo y el expresidente trata de recuperar el protagonismo aliándose con su manifiesto enemigo: el PP. Los populares han sido los únicos que han dado carta de veracidad –lo que tiene guasa a estas alturas– a la misiva de Puigdemont que aseguraba que un alto dirigente socialista le fue a visitar prometiéndole la libertad. ¿Por qué lo hizo Puigdemont? Para recuperar protagonismo y nuevamente convertirse en mártir de una causa que cada vez tiene menos seguidores. Este es el motivo, y no otro, de que el fugado descarte cualquier beneficio a causa de la homologación del delito de sedición español al reconocido en Europa. De hecho, tras la misiva, un exdirigente de Terra Lliure (una organización terrorista), Frederic Bentanachs, cargó en Twitter contra Llarena afirmando «es hora de tomar las calles por nuestra supervivencia como pueblo. Acabemos con los traidores, hace falta echar a la chusma de las instituciones». En esta chusma también incluye a los «traidores» de ERC. O sea, todo el que no piense como él. Por suerte, los catalanes no le hicieron mucho caso y las calles siguen en plena normalidad.

La vista del 24 y 25 de noviembre no será la final. La sentencia será recurrible y se conocerá en tres meses, pero la propia sentencia puede decir que si le concede la inmunidad esta deberá ser respetada hasta que no haya una resolución definitiva del Tribunal Superior de Justicia de la UE. Si esto sucede, Puigdemont podría volver a España, lo que pone de los nervios a ERC porque su llegada entroncaría directamente con la campaña de las municipales y daría aire a los de Junts, si es que para ese momento siguen todos en el mismo partido. Tampoco sería del agrado del Gobierno un retorno de Puigdemont por los mismos motivos electorales, pero también porque agravaría una situación de por sí delicada.

La vista promete emociones fuertes. Si vuelve Puigdemont y no se le puede tocar, los suyos lo verán como una gran victoria y se vendrán arriba. Pero, si esto fuera así no se estaría produciendo la campaña de Boyé. Casi parece que se pone la tirita antes de la herida. Si fracasa, Puigdemont se desempolvará el argumentario victimista, porque no olvidemos que también el Parlamento europeo está investigando la conexión rusa, un elemento que no le viene bien en su cruzada. Eso sí, si España vuelve a fracasar, la reforma del delito de sedición casi será una obligación para dejar de hacer el ridículo. A ver si el arco parlamentario español se da cuenta de esto.