Antonio Martín Beaumont

Sánchez es un sobresalto continuo

El presidente ha deshecho las posiciones del PSOE en defensa del orden constitucional, descolgándolo de los frutos de la Transición

Nunca fue tan alto el riesgo de descomposición del “régimen del 78″, como lo denominan sus enemigos. El envite planteado por Pedro Sánchez de la mano de su bloque de investidura, ese que reniega de la Constitución, del Rey y de la soberanía nacional única e indivisible, no quiere frenos. Sánchez ha deshecho las posiciones del PSOE en defensa del orden constitucional, descolgándolo de los frutos de la Transición que trajo a España la época de mayor prosperidad, estabilidad institucional y convivencia de su Historia. Además, lo hace a toda prisa, de forma soberbia y grosera.

La democracia se ha sustentado sobre el consenso, el interés general y la voluntad de arrimar el hombro por razones de Estado de dos partidos que se reconocían la capacidad de alternarse en el poder como pilares centrales del constitucionalismo: Partido Socialista por la izquierda y Partido Popular por la derecha. Una de las columnas se ha desmoronado. Y quien ha liderado el destrozo tiene nombre y apellidos: Pedro Sánchez Pérez-Castejón. El doloroso diagnóstico es compartido por PP, Vox, los restos de Cs e incluso integrantes del PSOE. El presidente encabeza una deriva autoritaria, deslegitimadora del Estado de Derecho, junto a declarados enemigos de la Carta Magna como Unidas Podemos, ERC y Bildu. El alto voltaje de sus reformas es antidemocrático porque se escuda en una “soberanía popular” en la que aparentemente lo único que importa son los votos del Congreso. La dictadura de la mayoría parlamentaria.

Sánchez ha decidido hacer de su capa un sayo al actuar por la vía de urgencia, sin garantías y saltándose cualquier control, para doblegar al Consejo General del Poder Judicial y garantizar de inmediato el vuelco progresista en el Tribunal Constitucional, además de borrar la sedición o abaratar la malversación. Todo a gusto de ERC. Dirigentes socialistas admiten en privado que Presidencia del Gobierno ha forzado muchísimo la maquinaría en la Carrera de San Jerónimo para conseguir esos objetivos. Con su salto, Sánchez busca sin tapujos las condiciones para seguir en La Moncloa tras las próximas elecciones generales. Tiene claro que sólo podrá conseguirlo liderando “Frankenstein”.

A tal fin, ha decidido jugarse el futuro de todos dando un golpe que hace añicos la letra y el espíritu de la Constitución para edificar sobre sus cascotes el edificio de un Estado confederal. Aspira a volver del revés el país de espaldas a la mayoría de los españoles. Desde las propias filas socialistas lanzó la alarma el presidente de Castilla-La Mancha. En el PSOE se ha interpretado el golpe de Emiliano García-Page como una “ruptura total” con Sánchez, cuyo núcleo duro lo ha considerado un “desleal”. Aun así, sabe Ferraz que, como el líder castellano-manchego o el aragonés Javier Lambán, cientos de alcaldes maldicen por lo bajini.

Desde el anonimato, hay quienes lamentan “estar alimentando las pirañas” de UP, ERC y Bildu. A pesar de la contención en público, se ha puesto de manifiesto que Sánchez va por un lado y una parte del partido por otro. Los independentistas ya se marcan el objetivo de un referéndum. El mismo Gobierno que negó los indultos o la revolución del Código Penal se esfuerza en defender que “bajo ningún concepto” llegará la autodeterminación. Hay muchos nervios en el PSOE. Sólo destilan satisfacción en el PSC, donde ya su líder catalán, Salvador Illa, abre la puerta a la consulta.

El carácter de Pedro Sánchez va construyendo un régimen político unipersonal que aglutina todos los poderes. Para camuflar la ofensiva, sus guionistas han desplegado una campaña contra la Oposición con la esperanza de que la polarización, activando el comodín de la “alerta antifascista”, haga pasar al presidente del Gobierno por una víctima de una “derecha política y judicial” que le niega su legitimidad. El mundo al revés. El discurso según el cual la soberanía popular está por encima de todo, incluso de la ley, representa el triunfo definitivo de la tesis del separatismo durante los acontecimientos de 2017 en Cataluña y de los grupos de la izquierda antisistema entregados a la democracia asamblearia donde gana quien más grita. Y el PSOE, desgraciadamente, ha hecho suya esa argumentación, con consecuencias irreparables para nuestro sistema de libertades.

De modo que ésta es la encrucijada a la que nos ha abocado Sánchez. Va a ser difícil quedarse en las medias tintas. Es hora de hacerle frente. En manos del Tribunal Constitucional está decidir si preserva su independencia y defiende las razones de la ley, como le solicita el PP, o si, por el contrario, rinde armas ante un Gobierno dispuesto a culminar “manu militari” los sueños populistas. Consumar la colonización del Alto Tribunal es una pieza vital del puzle. Pero, ojo, el 28 de mayo los españoles tendrán en sus manos las papeletas que pueden hacer que el sanchismo pase de golpe y porrazo a un rincón de nuestra historia.