José Antonio Vera

Tiempos de pan y circo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro SánchezRicardo RubioEuropa Press

Agota, pero es lo que hay. Entramos en campaña aun sin estarlo. Ahora todo es ya electorero. Nos lo decía ayer un destacado dirigente de la izquierda exquisita: el más electoralista en el pleno del pasado martes fue con diferencia Pedro Sánchez. Está entregado el hombre a vender lo bueno que es, lo bien que lo hace, lo mucho que le quiere Von der Layen y cómo sus triunfos implacables en la galaxia Davos le hacen ser el dirigente más importante de España y parte del extranjero. «El protagonista del milagro español», le dijeron los globalistas del WEF, y el presidente regresó a Madrid con varios kilos de más. No por el peso de la deuda que dejará en herencia, la más grande de España en décadas, ni tan siquiera por la altísima inflación y el paro que no cesa, sino por haber vencido al virus y después al Volcán y ahora a Putin. Entre sus logros evidentes Sánchez siempre cita el del Volcán. Viajó tanto a La Palma que el cráter del Cumbre Vieja se agotó y se apagó. Ningún presidente antes de Sánchez había vencido nunca a un volcán. Eso es cierto. Y ahora está dispuesto a enfrentarse a un meteorito o incluso al núcleo de la Tierra. «Ahí lo dejo», comentó con autoridad refiriéndose a este tema en el debate de anteayer, como dando a entender que hasta sería capaz, si se pusiera, de frenar el sentido inverso de la rotación del planeta, que tanto nos preocupa. No hay obstáculo para el mejor presidente del mejor Gobierno de la historia de España, según dijo con jactancia en público Yolanda Díaz. Son tan buenos que maquillan el paro y el IPC, y Europa lo compra. Pactan con la ultraizquierda comunista, y la UE aplaude. No explican en qué se está gastando el dinero de los fondos, pero no pasa nada. Mandan tanto los padrinos globales de Sánchez que cualquier cosa que hace su Gobierno es enaltecida.

Mucho más si se trata del PP, Feijóo o Ayuso. Al gallego lo quiere noquear en el debate del próximo martes, e ir contra Ayuso es ya deporte nacional. Ha salido a aullar contra la madrileña más de medio gobierno, culpándola de que la llamen «asesina» y «cucaracha». Si fuera Montero sería violencia política, pero Díaz Ayuso se lo merece, por fascista. A los fascistas de la derecha se les puede insultar, violentar y escrachar. Llevaron a la «Complu» una horda fanática de estudiantes con canas para soltar improperios contra la lideresa, poniendo al frente del circo a una joven «progremita» que encendió a la turba al grito de «Ayuso, pepera, los ilustres están fuera». Gran discurso, sin duda. Hoy por hoy, mientras más incoherente, insensato y vacuo sea el relato, más te aplaude la concurrencia. Esta chica llegará a ministra, asintió la corte enflequillada. Y hasta el ministro morado Subirats se rindió a la narrativa de la diva, resaltando la altura del sermón, con gran «contraposición de ideas».

Es lo que tienen las campañas electorales. Lo mismo aparece una navaja que una carta amenazante contra Iglesias. O se monta un aquelarre en la Facultad de Periodismo. Dado que son incapaces de encontrar soluciones para los problemas reales de la calle, nos entretienen con estos montajes mediático-políticos. Y ahora empezarán con las rebajas, los regalos, las promesas y las inauguraciones de calles y carreteras. Los emperadores romanos regalaban pan y entradas de circo a la turbamulta para tenerla entretenida. Aquí ya han empezado con una cosa y con la otra. Dinero para los pensionistas y jolgorio mediático asegurado desde aquí a mayo. La fiesta de la política en todo su esplendor. A Sánchez las encuestas le son adversas, pero si fue capaz de derrotar al virus y frenar al Volcán, seguro que puede también con Putin, con Feijóo y con Ayuso. Al ruso lo va a tumbar con sus «Leopardos». Y a los otros porque tiene baraka. O sea.