Opinión

50 años de Monarquía, 50 años de democracia

El gobierno actual ha preferido conmemorar el fallecimiento de Francisco Franco, probablemente por lo divisiva que resulta su figura política. Otros, sin embargo, preferimos poner el acento en el valor de la restauración monárquica

Don Juan Carlos firmando el documento de su abdicación, que entregó al entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy
Don Juan Carlos firmando el documento de su abdicación, que entregó al entonces presidente del Gobierno, Mariano RajoyCasa de S. M. el ReyAgencia EFE

A la hora de hacer el balance histórico de hechos tan trascendentales como los ocurridos en España en noviembre de 1975 de los que ahora se cumplen medio siglo, cada cual señala sus preferencias y con ello define sus prioridades políticas. El gobierno actual ha preferido conmemorar el fallecimiento de Francisco Franco, probablemente por lo divisiva que resulta su figura política, otros, sin embargo, preferimos poner el acento en el valor de la restauración monárquica, su enorme trascendencia histórica y su aportación impagable a la convivencia de los españoles durante estos años.

Si la muerte de Franco fue un hecho biológico, el proceso político que se puso en marcha liderado por esa monarquía restaurada en la persona de Juan Carlos I fue una enorme y admirable obra humana y política. Nada fue fácil ni gratuito. Fueron necesarias grandes dosis de coraje, responsabilidad y grandeza por parte de toda una generación para que aquel incierto proceso de alumbrar una democracia acabara felizmente.

Todos los españoles de hoy somos deudores de aquella hornada de políticos a quienes el Rey Felipe VI ha reconocido simbólicamente con la concesión del Toisón de Oro a tres de sus más destacados representantes: Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Miguel Roca y Felipe González.

Recordar el proceso que se inició hace cincuenta años nos conduce de manera natural a constatar la conexión profunda e inseparable entre Monarquía y democracia. La Monarquía asumió el liderazgo de aquel difícil camino de la reconciliación y la libertad; con ello llegaría todo lo demás, la plena democratización de la sociedad española, su modernización económica, nuestro modelo de bienestar social, la consolidación institucional, el reconocimiento internacional, la entrada en Europa y todo lo que hoy somos.

Las modernas monarquías parlamentarias como la española se han acreditado como el modelo de Estado que mejor encaja con los valores de las democracias liberales, prueba de ello es que todos los países con este tipo de arquitectura institucional se sitúan a la cabeza de cualquier ranking de calidad democrática.

Los reyes encarnan la unidad y la continuidad histórica de la nación, pero también la estabilidad, la imparcialidad de las instituciones y la concordia civil. A cada uno de sus titulares le toca interpretar y desarrollar esa responsabilidad de acuerdo con las circunstancias de su tiempo histórico.

Juan Carlos I lideró valientemente la difícil transición democrática y sentó un modelo de neutralidad institucional irreprochable; su labor histórica ha sido tan decisiva que excede con mucho los errores que haya podido cometer. Cuesta mucho entender su lejanía actual de un país al que tan bien sirvió en los momentos más difíciles.

Don Felipe supo entender la necesidad de dar el nuevo impulso de ejemplaridad que la sociedad española reclamaba a la institución y lo hizo aun a costa de verse obligado a adoptar difíciles decisiones personales y familiares. En estos años de reinado nunca ha rebajado ese exigente listón ético y ha encontrado el modo preciso de acompasar su compromiso institucional con el esfuerzo por encarnar el sentir mayoritario de los españoles. Un equilibrio nada fácil cuando algunos parecen empeñados en convertir a España en un permanente campo de batalla poblado de enemigos irreconciliables. Hoy, los Reyes Felipe y Letizia encarnan dentro y fuera de nuestras fronteras la mejor imagen de nuestro país.

La Princesa Leonor ya ha comenzado a ejercer funciones institucionales como Heredera mientras continúa su formación para asumir su responsabilidad histórica cuando llegue ese momento. Todo lo que en estos años pueda aprender junto a sus padres le será de enorme utilidad para acertar en la respuesta a los retos que tendrá que afrontar como antes hicieron su padre y su abuelo. En ella adivinamos ya la misma vocación de servicio a una institución imprescindible para entender la España de hoy.

*Mariano Rajoy, presidente del Gobierno (2011-2018)