Opinión

El caminito hacia el palacio de Waterloo

Esta vez sí, el mandamás socialista necesita ir de la mano de todos aquellos que abjuran de la Constitución

CARLES PUIGDEMONT SALIENDO DE SU RESIDENCIA EN WATERLOO
CARLES PUIGDEMONT SALIENDO DE SU RESIDENCIA EN WATERLOO Twitter

Por mucho que haya precedentes suficientes sobre cómo enfila Pedro Sánchez su liderazgo, ante un tiempo nuevo que se abre siempre cabe pensar que pueda haberse obrado el cambio. Incluso el milagro. ¿Nace este jueves la legislatura herida de muerte ante el cambalache que precisa el PSOE para mantener a su secretario general en La Moncloa sin haber ganado las elecciones? ¿Será capaz Sánchez de ablandar a Puigdemont haciéndole creer que con él puede llegar la independencia y amnistía que exige? Porque, esta vez sí que sí, el mandamás socialista necesita ir de la mano de todos aquellos que abjuran de la Constitución. Ya que si en algo parece no haber variado nunca de opinión el hoy presidente en funciones es en su «no es no» al PP de Alberto Núñez Feijóo, que sería la solución más directa para evitar el tortuoso caminito que hay hasta llamar a la puerta del palacio en Waterloo del fugado de la Justicia.

Una diputada locuaz de ERC ha informado de que el equipo monclovita abrió hace días conversaciones «discretas» con quienes desea sean sus costaleros de procesión. Si en algo se han puesto de acuerdo rápidamente Partido Socialista y aquellos que forman el «bloque Frankenstein» es en separar los pactos de esta semana para la formación de la Mesa del Congreso de los posteriores, muchísimo más complejos y costosos, para la investidura de Sánchez. Vamos, que nadie de los que se autoproclaman «progresistas» quiere hacerse «un María Guardiola» y, como le pasó a la hoy presidenta extremeña del PP, dejar el control de la Cámara y los tiempos de la futura investidura en manos del adversario, por ejemplo, en este caso, de la diputada popular Ana Pastor.

De hecho, el primer gesto ya se habría hecho: Junts y ERC tendrán grupo parlamentario propio si la Cámara la preside un socialista. Y ello aunque los resultados obtenidos en las urnas por ambos no se lo permitirían (no consiguieron el 15% de votos en las cuatro circunscripciones donde se presentaron), tal como exige el Reglamento. Es decir, van a interpretarse con mano ancha las normas, que son Ley Orgánica, de modo que los independentistas catalanes manejen muchos más fondos públicos y más tiempo que si se los tuvieran que repartir en la amalgama del Grupo Mixto con formaciones como Coalición Canaria, UPN y BNG. Con todo, no parece que los de Carles Puigdemont, al revés que los de Oriol Junqueras, estén muy interesados en tener grupo parlamentario en el Congreso, quizá su postura final esta semana sea «cuanto peor mejor», con lo que decidan votarse a sí mismos y, de esta forma, podría saltar la sorpresa a la hora de elegir el presidente y el reparto de vicepresidentes y secretarios.

Más allá de las quinielas habituales en estas circunstancias, y una vez apartada de la carrera para ser la tercera autoridad del Estado la socialista catalana Meritxell Batet, a quien difícilmente apoyarían algunos de los grupos que deben entrar en el sumatorio de partidos, un nombre ha salido a la palestra para presidir el Congreso, quizá como liebre de trapo para ser destrozada por los galgos, el de Félix Bolaños. Otras informaciones socialistas apuntan a la expresidenta de Baleares como candidata para obtener las llaves de la Cámara Baja. Francina Armengol es persona con las relaciones bien engrasadas tanto entre los sectores a la izquierda del PSOE como con los grupos pancatalanistas, con quienes ha gobernado estos últimos años en la comunidad balear. Asimismo, nadie debe olvidar que sobre el tapete está el plan de asimilar el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo a una especie de ONU, con intérpretes y pinganillos, donde Sus Señorías puedan expresarse, además de en español, en cualquiera de las otras lenguas cooficiales del país. Otro guiño más al secesionismo.

Si el jueves Sánchez es capaz de trenzar un nuevo «cordón sanitario» contra el PP para la Mesa del Congreso, marginando a la fuerza con más escaños y legitimidad para presidirla, y premiando a los independentistas, no solo estará dando una nueva muestra de su catadura, sino que romperá con el compromiso que siempre ha presidido las negociaciones para el órgano de gobierno de los diputados, de reflejar la pluralidad de las urnas dando a cada cual el peso ganado con los votos. Los siete escaños del huido Puigdemont tienen en su mano, si es que deciden complementar a ese «bloque Frankenstein», que cinco de los nueve miembros de la mesa caigan de la parte «progresista».

Ante tal huida hacia adelante, tiene escaso margen de maniobra Alberto Núñez Feijóo, que ha comisionado a Cuca Gamarra para las negociaciones, que irán creciendo a medida que avance la semana sobre todo de cara a contar con el difícil apoyo del PNV. La número dos del Partido Popular se ha visto obligada estos últimos días en reivindicar lo obvio: que fue Feijóo y no Sánchez quien ganó las elecciones. Y que el PP, o por mejor decir, sus más de ocho millones de votantes, no pueden ser ni excluidos ni humillados arrinconando a sus 137 parlamentarios en una esquina minoritaria del nuevo Congreso de los Diputados.