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El orgullo de contar con la Guardia Civil, en su 175 aniversario

Su primera Cartilla, obra de su fundador, el Duque de Ahumada, permite demostrar la vigencia de unos principios que no han variado en su esencia.

Acto conmemorativo del 175 aniversario de la Guardia Civil, en la Plaza de la Armería del Palacio Real, en Madrid. (Foto: Alberto R. Roldan)
Acto conmemorativo del 175 aniversario de la Guardia Civil, en la Plaza de la Armería del Palacio Real, en Madrid. (Foto: Alberto R. Roldan)larazon

Su primera Cartilla, obra de su fundador, el Duque de Ahumada, permite demostrar la vigencia de unos principios que no han variado en su esencia.

Resumir en un comentario 175 años de historia de la Guardia Civil, Cuerpo querido y respetado por la inmensa mayoría de los españoles, es complicado y sencillo a la vez. Tanta historia en unas cuantas palabras, conlleva el riesgo de olvidar aspectos fundamentales y quedarse en asuntos más o menos llamativos, que también son importantes, pero que pueden dar un aire de superficialidad al comentario.

En el caso del Instituto Armado, su primera Cartilla, obra de su fundador, el Duque de Ahumada, permite demostrar la vigencia de unos principios que no han variado en su esencia.

“El guardia civil no debe ser temido sino de los malhechores, ni temible sino a los enemigos del orden. Procurará ser siempre un pronóstico feliz para el afligido, y que a su presentación el que se creía cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenía su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que veía a su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos”.

Cuando don Francisco Girón y Ezpeleta redactó este artículo, la Guardia Civil que iniciaba su andadura no contaba, lógicamente, con el número de efectivos actuales; las unidades especializadas (admiradas en todos los países en que han operado) que, se puede decir con todas las palabras, se ocupan de preservar la seguridad de los españoles por tierra, mar y aire.

Pero si analizamos el contenido del precepto, se observa que muy poco ha cambiado: temido por los malhechores; pronóstico feliz del afligido, velar por la propiedad y seguridad de todos...

El despliegue de las unidades del Cuerpo, que, lamentablemente, por cuestiones presupuestarias y operativas, no cuenta hoy con un cuartel en cada localidad, lo que conllevaba una proximidad a los ciudadanos que les daba seguridad y confianza (al tiempo que se obtenía sobre el terreno una información valiosísima), permite, sin embargo, que nuestra Guardia Civil, sin otro remedio que multiplicar el trabajo, esté allí donde se le necesita y en un corto espacio de tiempo. Como decía un teniente del Servicio de Información (SIGC) de la entonces 513 Comandancia (Inchaurrondo, San Sebastián), “al cabo, la sombra del tricornio es alargada”. Qué gran verdad.

Añadía la Cartilla de Ahumada: “cuando tenga la suerte de prestar algún servicio importante, si el agradecimiento le ofrece alguna retribución, nunca debe admitirla. El guardia civil no hace más que cumplir con su deber, y si algo debe esperar de aquel a quien ha favorecido, debe ser sólo un recuerdo de gratitud”. Punto. No hace falta ningún comentario porque cualquiera que haya sido auxiliado por los agentes del Cuerpo sabe que es así. Gente extraordinaria.

33 años haciendo información sobre asuntos de Interior, en estrecho contacto con la Benemérita, en especial en la lucha contra el terrorismo aunque también en otras misiones de no menor importancia, las puedo resumir en una sola palabra: orgullo. Y, sobre todo, dar gracias a Dios, y a la Patrona, la Virgen del Pilar, por haberme permitido desarrollar parte de mi vida con españoles dignos de serlo.

Ha habido momentos malos y buenos, al principio más de los primeros y, con el paso del tiempo, abundaban los segundos. La lucha contra la peor organización criminal que ha conocido España, la cuadrilla de criminales que se agrupaban (y se agrupan) bajo las siglas de ETA, ha tenido de todo.

Al final, eso, el orgullo de ser un español que podía seguir casi en primera línea la labor de unos hombres y mujeres que, sin importarles las horas, las inclemencias (con la rabia contenida cuando los malos se salían con la suya y causaban víctimas), ponían el cumplimiento del deber con la principal divisa del Cuerpo por delante: el honor.

En el Cuerpo, no se puede olvidar, tan importante es la labor de un agente del SIGC, como uno de las unidades rurales que, antes a pie o a caballo, ahora en vehículos de todo tipo, siguen realizando las tradicionales “correrías” por pueblos, pedanías, caminos, en el espacio aéreo, en nuestras aguas territoriales...Tan relevante es la misión del jefe de puesto del enclave más perdido de nuestra geografía, que el de las unidades del GREIM de montaña, los buzos de los GEAS, la Unidad Especial de Intervención, el GAR...Aunque no se cite a todas, ahí están, para cuando hace falta y, en cualquier caso, con su presencia amiga para la mayoría y coercitiva para los malos.

No podía olvidar en este comentario a un miembro canino del Cuerpo, “Azor”, labrador negro, que estuvo algún tiempo en nuestro hogar dentro de un programa de socialización. Todavía corre alguna lágrima cuando se le recuerda. Desde luego era un genuino ejemplar del Servicio Cinológico. Lástima no haberle podido acoger más tiempo. Allí donde esté prestando servicio, el cariño de nuestra familia.

Orgullo, en definitiva, como español de que nuestra Patria cuente, entre sus Fuerzas de Seguridad, con la Benemérita, ejemplo de lealtad constitucional, que, no se olvide concluye su himno con vivas a la propia Guardia Civil, al Rey y a España.

El lector puede llegar a pensar que el firmante es un privilegiado, al que no ha corregido la Guardia Civil cuando ha procedido. Con 15 años, en las afueras de Riaza (Segovia) mi primera (de las pocas) multas: 25 pesetas por circular con la bicicleta junto a la de un amigo en posición paralela por la N-110. Otra vez, cuando nos aprestábamos a pescar truchas sin licencia en el río que lleva el nombre de la citada localidad, inexplicablemente, entre la maleza, surgió la “pareja” que nos indicó de lo inconveniente de nuestras pretensiones. Aquellos agentes imponían el respeto, que sigo, seguimos, sintiendo por los miembros de la Guardia Civil. Y el orgullo de tenerlos entre nosotros.