Estrategia
El PP, ante la encrucijada de qué hacer con Vox
La posibilidad de una repetición electoral convierte en urgente la resolución del debate interno
Al convocar las elecciones generales Pedro Sánchez colocó al PP ante el complejo debate de cómo conjugar la gestión de los pactos postelectorales, que se derivaban de las autonómicas y municipales, con la campaña del 23J. Aquello provocó una discusión dentro de la organización popular que no ha terminado de resolverse. Hoy, el PP reconoce que Sánchez logró descolocarles la estrategia, pese a su papel de favoritos en la nueva carrera electoral: Vox le ha servido para aglutinar a un votante de izquierdas, resentido con sus acuerdos con ERC y Bildu, y a votantes nacionalistas e independentistas que, tanto en el País Vasco como en Cataluña, reaccionaron buscando refugio contra Vox en las siglas socialistas.
El análisis sale de las casas de encuestas, que buscan justificar sus errores de cálculo, pero también sale desde dentro de la organización popular en la obligada reflexión sobre qué ha fallado para que los sondeos y las expectativas no se ajustaran a lo previsto. Hoy, Sánchez se siente legitimado para pactar con los independentistas «lo que haga falta» para seguir en Moncloa, porque así lee los resultados del 23J, pero al PP le urge resolver con diligencia y eficacia el debate de qué hacer con Vox por si falla la primera opción, el Gobierno Frankenstein, como lo bautizó Alfredo Pérez Rubalcaba, con el consentimiento de Carles Puigdemont, el ex presidente prófugo de la Justicia, y España vuelve a ir a elecciones.
El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno,se ha enfrentado esta semana con contundencia a Vox, eligiendo una de los dos caminos que Génova tiene encima de la mesa para administrar un marco político en el que el «sanchismo» tiene ante sí la posibilidad de no ser derogado. La opción de Moreno es combatirlo sin sutilezas ni dobleces. Cierto es que el presidente andaluz tiene la ventaja de la mayoría absoluta que consiguió en las últimas elecciones autonómicas, pero en la etapa al frente de la Junta, en la que no disfrutó de esta holgada mayoría, tampoco se sometió a los planteamientos dogmáticos de los de Abascal.
En el PP sigue abierto el debate sobre cómo afrontar el problema que hoy representa Vox para construir un gobierno alternativo al «sanchismo». El mismo tira y afloja que rodeó la toma de decisiones sobre los acuerdos postelectorales con Vox, y que ahora es urgente que el PP resuelva con eficacia ante la posibilidad de que tenga que enfrentarse a una nueva campaña electoral si el bloqueo lleva a una repetición de las generales.
Feijóó tiene el perfil adecuado para combatir a Vox porque es la estrategia que ya practicó como presidente de la Xunta y que le sirvió para acumular cuatro mayorías absolutas. La piedra en el zapato es la Comunidad Valenciana, sin duda, aunque, por muy importante que sea este bastión territorial, en la Ejecutiva popular destacan que la capacidad del PP de aspirar a gobernar España depende de que sea capaz de derogar el mantra de la izquierda de que PP y Vox son lo mismo. En las filas populares admiten que las elecciones han confirmado que las encuestas no estaban acertadas cuando sugerían que el pacto entre PP y Vox estaba ya interiorizado por el electorado, o, al menos, si no estaban equivocadas, apreciaron mal hasta qué punto el PP no puede alcanzar la mayoría necesaria para garantizarse un gobierno estable si el centro le da la espalda.
El PP tiene pendiente cerrar los acuerdos para gobernar en Murcia y Aragón, pero el resultado del 23J, con Vox dejándose 19 escaños, complica las negociaciones. Al PP le interesa a nivel nacional, «es cuestión de vida o muerte», que no haya más gobiernos de coalición con perfiles elegidos por los de Vox similares a los de la Comunidad Valenciana. Y en Murcia parece que lo tienen claro, mientras que la carga de la prueba está sobre el partido en Aragón. En campaña, la dirección marcó el criterio nacional de que en aquellos sitios donde sólo fuera necesaria la abstención de Vox, no se les podía dejar entrar en el gobierno porque eso rompía la regla de respeto a la proporcionalidad con las urnas. Después de que pase el momento eufórico, en el que se ha instalado el equipo de Sánchez tras el 23J, vendrá la etapa dura de la negociación de un acuerdo con una amalgama de partidos vascos y catalanes que están más pendientes de lo suyo, de sus propias elecciones, que de la gobernabilidad. Y para entonces en las filas populares creen que Génova tiene que tener bien resuelto el debate de qué hacer con Vox por si a finales de año hubiera que volver a votar. En este marco no hay que olvidarse de Pablo Iglesias y de Podemos, que con sus cinco escaños también exigirán tener algo que decir en el futuro de Sánchez, aunque sólo sea para vengarse de la afrenta a Irene Montero.
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