Opinión

Feijóo ante el buen momento de Vox

En vez de abrazar la «política de la performance», el líder del PP debería afrontar de una vez el asunto. Ya no hay motivos para que no lo haga

MADRID, 01/09/2025.-Vista de la rueda de prensa del presidente de Vox, Santiago Abascal, este lunes en Madrid.-EFE/ Daniel González
El presidente de Vox, Santiago Abascal, en una rueda de PrensaDaniel GonzalezAgencia EFE

Ha sido un buen verano para Vox. Las polémicas agosteñas han ido por los caminos que más engordan su voto: problemas de convivencia con los inmigrantes, falta de coordinación del estado compuesto en la respuesta a los incendios, etc… Hay quien observa que no han necesitado levantarse de la tumbona para beneficiarse de esa dinámica.

Es verdad que sus dirigentes han estado más bien desaparecidos del «mainstream» que se nutre sobre todo de las declaraciones públicas pensadas para ser recogidas por los medios de comunicación tradicionales. Pero este partido, a menudo dibujado a brochazo gordo como un taurino bañado en Brummel, domina mecanismos de propaganda que todavía escapan del radar «boomer». Su éxito entre los hombres menores de 35 años no sale de la nada. Esto se ha empezado a notar en las encuestas.

A ver qué nos dice el lunes la de NC Report para este periódico. De momento, coinciden en otorgar una mayoría absoluta abrumadora para la derecha estatal. Tanto que estaría al filo de esos 210 diputados que representan los tres quintos de la cámara que abren la puerta, ahí es nada, a las reformas constitucionales. Esto no es tanto atribuible al PP, que parece incapaz de superar el techo de los 150 diputados, como al empuje de Vox. La formación de Santiago Abascal vuelve a romper así los esquemas de los «nuevos partidos» surgidos al calor de la ola de desencanto de hace alrededor de una década.

Al contrario que Podemos, su éxito estuvo lejos de ser inmediato. El fracaso en aquellas europeas de 2014 que lo cambiaron todo auguraba una disolución rápida. Lo que vino a continuación fue, en cambio, una travesía del desierto que vio recompensada la paciencia con otro estallido de cabreo ciudadano: el de la gestión del procés. Súmese a eso el shock -quizá todavía hoy no superado- en el que quedó sumido el PP tras la moción de censura. Todo el cóctel hizo que Vox pasara de la irrelevancia a la institucionalidad que condiciona gobiernos solamente durante el transcurso del curso 2018-2019. Al contrario que Ciudadanos, el partido de Bambú (me pasa como a Peláez, no puedo dejar de pensar en la canción de Bosé cuando tiro de la calle de su sede para no repetir «Vox») consiguió crear una base sentimental de votantes que mantiene un cierto suelo por mal dado que venga el momento de popularidad.

Al contrario que todos los demás, ha remontado después de la caída hasta recuperar sus mejores registros demoscópicos. No es descartable que, de producirse ahora unas elecciones, batiera la marca del otoño del 19 en el Congreso. Y, si la cosa decae, siempre vendrá el Gobierno o el PSOE a echar una mano. La campaña del Ministerio de Igualdad sobre nuevas masculinidades que lleva el lema «Por huevos» parece diseñada con el único afán de que Vox no baje del 20% en la próxima convocatoria electoral. Insistimos en la primacía de este partido entre los varones jóvenes.

Es en este clima en el que hay que contextualizar las actitudes más recientes de Alberto Núñez Feijóo. Su plante anunciado para la apertura del año judicial de hoy puede dar para caso práctico en las escuelas de comunicación política. Quien tuviera que pasar a limpio la tormenta de ideas se debió de hacer un lío. El fondo del gesto resulta confuso. Pero la forma causa, directamente, estupor. Como hacer el gesto de dar un golpe energético en la mesa para terminar quitando una motita de polvo.

En vez de abrazar la «política de la performance», el presidente del PP debería afrontar de una vez el «Asunto Vox». Ya no queda ningún motivo para que no lo haga. Porque el gallego ya no tiene nada que perder. Otro tiro al palo como el del verano de 2023 y se va fuera. De unas próximas elecciones solo puede salir presidente o jubilado. No tiene sentido seguir orillando la existencia de Santiago Abascal. (No confrontar con él en TVE fue uno de los grandes errores de la nefasta campaña de hace dos veranos).

Se echa de menos más trabajo en desmontar sus narrativas, tan antagónicas a la «política para adultos» que el líder del PP prometió en 2022.

Algo es algo: del último congreso salió el anuncio (formulado de esa manera confusa tan marca de la casa) de que no se les incluiría en un hipotético gobierno.

Volvamos a las encuestas. No otorgan margen al PSOE para reconstruir su muro alternativo. Cualquier mayoría tendría que pasar por uno de los dos partidos de la derecha estatal. De confirmarse ese escenario, el PP podría negarse a pactar un Ejecutivo con Vox porque la gobernabilidad dependería de los socialistas. «¿No es tan mala la ultraderecha? Es usted el que va a decidir si mandan o no».

Todavía terminaremos sacando una lección de la campaña de Igualdad.