José Antonio Vera

Hipocresía sobre hipocresía

PSOE y Podemos están en contra de la gestación subrogada, pero los colectivos LGTBI a quienes amparan son los que más usan esta vía

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y las ministras Irene Montero e Ione Belarra durante la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y las ministras Irene Montero e Ione Belarra Alberto R. RoldánLa Razón

A Ana Obregón le está cayendo la mundial por salir en la portada del «Hola» con su bebé adquirido a través de un vientre de alquiler en Estados Unidos. Tener una hija a la edad en que se es abuela madura parece más capricho que necesidad. Hacerlo en España no es legal, pero sí fuera. Un mundo de hipocresía del que se beneficia la «industria» de la explotación reproductiva, lucrativo business que mueve más de 6.000 millones de dólares y vulnera los derechos de 20.000 mujeres. Es legal en Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Georgia y Ucrania, siendo este último país el «paraíso» del negocio en su versión «low cost», con cientos de bebés almacenados en stock por empresas que, sin autorización, exponen sus «nacidos» sin inscribir, calificándolos de «apátridas» y vendiéndolos a 50.000 euros, frente a los 150.000 dólares que pueden costar en Canadá.

La hipocresía que tenemos en España y otros países europeos es extraordinaria. Aquí prohibimos la práctica pero es fácil comprar bebés en EE UU o Ucrania para luego registrarlos. Nuestros consulados inscribieron más de 900 niños por esta vía entre 2010 y 2016. Dado que los subterfugios son accesibles y numerosos, la cifra no para de crecer.

Hipocresía sobre hipocresía. Cs planteó desde siempre que habría que permitir la gestación subrogada cuando sea sin contraprestación. El PP parece apuntarse ahora a esta teoría, o al menos a abrir «un debate profundo», como dijo ayer Cuca Gamarra. El diálogo sobre asuntos sensibles es necesario, y no como hace nuestro Gobierno social-podemita, que acostumbra a aprobar leyes más que complejas sobre aborto, eutanasia, igualdad de género o derechos de las personas trans, sin acuerdo ni consenso alguno. El pacto sobre tales asuntos debiera ser obligatorio.

PSOE y Podemos están en contra de la gestación subrogada, pero los colectivos LGTBI a quienes amparan son los que más usan esta vía. También los famosos, por su mayor poder adquisitivo. A veces por razones de salud, otras por capricho o porque sí. No solo es el caso de Ana Obregón o Tita Cervera, también los de Kim Kardashian, Jessica Parker, Miguel Bosé, Elton John, Ricky Martin, Miguel Poveda, Kike Sarasola, Jaime Cantizano o Cristiano Ronaldo.

De manera que la práctica está prohibida pero es habitual recurrir a ella e incluso airearla, como ahora Obregón, en medio de un ambiente ablandado de permisividad que acicala lo que constituye una auténtica explotación de cientos de mujeres, que apenas reciben un 0,5% del dinero que genera el negocio. Un comercio real que funciona con una crudeza más a allá de lo normal. Los «compradores» ejercen el control de la alquilada en clínicas de Ucrania o EE UU, pudiendo decidir incluso qué comen, su actividad, si tienen sexo o abortan si las cosas no van. Son aisladas de familia e hijos y sometidas a técnicas de desprogramación. Si se deprimen no importa. Tampoco si hay impacto negativo en su salud.

Claro que el futuro que nos pintan parece aún más inquietante. Digamos que lo de Ucrania es el preludio de lo que ya nos anuncia la tecnología EctoLife y su proyecto de granjas de bebés con cientos de recipientes para embriones gestados en cápsulas transparentes de crecimiento programado. El proyecto pertenece a Hashem Al-Ghail, un autodenominado científico que dice contar con amparo del Foro Económico Mundial para ponerlo en marcha. Las cápsulas reproducen un útero sintético con cordón umbilical y líquido amniótico artificiales, conectado a un canal de oxígeno, nutrientes y la opción de monitorear signos vitales, defectos físicos y anomalías genéticas a través del smartphone. Con gafas de realidad virtual y trajes hápticos, los «progenitores» (hombre, mujer o de género indeterminado) podrán notar hasta las patadas del gestante. Serán ya bebés transhumanos. Parece pura distopía, pero va en serio. También el teléfono móvil era ciencia ficción.