El personaje
Josep Rull, de la cárcel al poder
Representa el viraje de la antigua Convergencia, catalanista y con mucha influencia en Madrid, hacia posiciones soberanistas
Fue un «pata negra» de la antigua Convergencia Democrática de Cataluña, admirador fervoroso de Jordi Pujol y se definía como un moderado nacionalista catalán. Pero Josep Rull i Andreu fue evolucionando hacia la hoja de ruta independentista a la sombra de Carles Puigdemont, cuando era presidente de La Generalitat, y fue su consejero de Territorio y Sostenibilidad. Marcado por su condición de imputado en el «procés», estuvo en la cárcel tres años y cuatro meses por haber ayudado a organizar el referéndum ilegal del uno de octubre de 2017. El destino político le ha colocado ahora como presidente del Parlament de Cataluña con el poder de fijar el debate de investidura el 25 de junio y designar un primer candidato. No obstante, antes el Tribunal Constitucional debe decidir si admite a trámite el recurso del PP catalán que pide la anulación de su nombramiento por admitir los votos telemáticos de los diputados electos Puigdemont y Lluis Puig. Un capítulo más de la enrevesada madeja de la política en Cataluña, teledirigida por el ex presidente prófugo de JuntsxCat y la secretaria general de ERC, Marta Rovira, auténtica mandamás del partido ante la dimisión de Oriol Junqueras y Pere Aragonés. Carles Puigdemont y Rovira se vieron en Ginebra, pactaron la Mesa de Edad del Parlament y la elección de Rull como presidente con el apoyo de la CUP.
Con astucia sibilina y algo maléfica, su intención es proponer como candidato a la investidura al socialista Salvador Illa, ganador de las elecciones, con el objetivo de quemarle en primera vuelta ya que no cuenta con los apoyos suficientes. Toda una trampa bien orquestada por los separatistas, en la que parece que Illa no piensa caer. Josep Rull no quiere designar a su jefe de filas, Carles Puigdemont, quien de momento no regresará a España hasta tener garantías bajo la Ley de Amnistía, dado que el juez Pablo Llarena mantiene vigente la orden de detención y el embrollo judicial que existe entre los magistrados y fiscales del Supremo es de campeonato.
Está claro que Rull, Puigdemont y Rovira pretenden poner en un brete a Salvador Illa, jugar con los tiempos y si no hay ningún candidato convocar nuevas elecciones en octubre con una lista conjunta de Junts y Esquerra. La batalla jurídica es enorme, porque los letrados del Parlament difieren de esta actuación y opinan que el presidente de la Cámara Autonómica tiene obligación de buscar candidato en el plazo de diez días y evitar nuevos comicios, a lo que podría acogerse el aspirante del PSC a la Presidencia de la Generalitat.
Josep Rull i Andreu nació en Tarrasa, Barcelona, se licenció en Derecho por la Universidad Autónoma y ejerció como abogado en la Asociación Catalana de Municipios. Empezó su militancia política en las Juventudes de Convergencia y, en el año 1995, era ya miembro de su Ejecutiva Nacional. Diputado en el Parlament de Cataluña y miembro de la Mesa, su amistad con el entonces delfín de CIU, Oriol Pujol, hijo del patriarca y destinado a ser el «hereu», le hizo escalar puestos en el partido hasta ser Secretario de Organización y Coordinador General. Perteneció a ese grupo de jóvenes cachorros pujolistas entre los que estaban Artur Mas, David Madí y Francesc Homs, aunque con postulados no tan radicales separatistas hasta que su proximidad con Carles Puigdemont le hizo girar hacia el independentismo.
Buen conocedor de las entrañas convergentes, Consejero de Territorio y Sostenibilidad con Carles Puigdemont, participó activamente en la celebración del referéndum ilegal del uno de octubre, lo que le valió ser imputado en el juicio del «procés» por rebelión, malversación de caudales públicos y condenado a prisión durante tres años y medio en los centros penitenciarios de Estremera y Lledoners. En diciembre de 2018, junto a los otros dirigentes encarcelados, realizó una huelga de hambre para denunciar su situación.
Josep Rull representa el viraje de la antigua Convergencia, catalanista y con mucha influencia en Madrid, hacia posiciones soberanistas. Fue un adolescente con la foto de Jordi Pujol en su habitación, como él mismo confiesa, y desde su entrada en las Juventudes del partido a los 16 años empezó a progresar de la mano de su gran amigo Oriol, hijo y delfín del Molt Honorable presidente de La Generalitat. Tras el escándalos de las ITV, que acabó con la carrera política del «hereu» del patriarca, Artur Mas cogió las riendas y le nombró Coordinador General. Con experiencia en el área de las infraestructuras, fue reclutado por Puigdemont como Consejero de Territorio y Sostenibilidad en el Govern, hasta ser juzgado por el «procés» en el Tribunal Supremo, condenado a diez años por sedición y después indultado con el resto de los encausados. Ingresó en la cárcel entonces distanciado del otro dirigente y Secretario General de JuntsxCat, Jordi Turull, pero luego ambos hicieron un tándem y fueron piezas claves en la nueva formación del prófugo de Waterloo. Número tres en la lista de las elecciones autonómicas, Rull fue quien le representó en todos los debates electorales y pertenece a su círculo de confianza.
Católico practicante, educado y afable en el trato, veteranos de CIU destacan su gran viraje del catalanismo hacia posiciones independentistas. Casado con Meritxell Ruiz y padre dos hijos, admite que su paso por la cárcel le ha marcado profundamente y se siente un «represaliado político» en lucha por los derechos de autodeterminación de Cataluña. Así lo puso de relieve en su discurso como presidente del Parlament, en el que también lanzó un alegato sobre la emergencia climática y sostenibilidad del planeta. Ahora, si el TC no lo impide, tiene en sus manos los pasos a seguir en la nueva y convulsa Legislatura catalana.
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