Elecciones

La era del polivotante

Miguel Morales ha votado a todos los partidos desde 1993 cuando ejerció por primera vez su derecho al voto. Ha pasado de IU a Vox. Algunos le tachan de chaquetero, él se defiende: «No veo la política como un forofo del fútbol»

La era del polivotante
La era del polivotantelarazon

Miguel Morales ha votado a todos los partidos desde 1993 cuando ejerció por primera vez su derecho al voto. Ha pasado de IU a Vox. Algunos le tachan de chaquetero, él se defiende: «No veo la política como un forofo del fútbol»

La fidelidad no solo es una cuestión romántica, que se lo pregunten a los políticos que estas semanas se esfuerzan por conservar el favor de sus votantes. Los partidos «emergentes», véase Ciudadanos, Vox o Podemos, más que captar nuevos simpatizantes sudan para no perder los que han conseguido sumar estos años, mientras que las formaciones tradicionales del bipartidismo patrio han visto en este 10-N la baza perfecta para «repatriar» a los desencantados. Y es que muchos ciudadanos han visto en los «novatos» el principal obstáculo para formar Gobierno. Las encuestas son duras con los partidos de más corta vida, especialmente con los naranjas. Los votantes de Rivera son los menos leales: solo el 58% de los que le votaron en abril aseguran en el último CIS que mantienen su intención de repetir su papeleta en noviembre. Una baja tasa de fidelidad muy baja frente al PP o el PSOE que superan el 70%. De este modo parece que el cambiar de partido en cada comicio se ha convertido en la nueva tendencia, algo así como la era del «polivotante». Miguel Morales es uno de ellos, él ha pasado de apostar por Izquierda Unida en sus orígenes a depositar la papeleta de VOX en el 28-A. De Anguita (en 1993, la primera vez que votó) a Abascal. Puede sonar bizarro, pero su caso no es el único. Él nos recibe en Murcia para explicarnos qué le ha llevado a cambiar tantas veces de partido y de ideologías tan dispares en los 26 años que lleva ejerciendo su derecho a voto. Miguel, de 44 años, cita a su hermano nada más comenzar la entrevista: «Quien de joven no vota a la izquierda no tiene corazón y el mayor que no vota a la derecha es que no tiene cabeza», dice con sorna. Pronto se mete en materia, es de los que le gusta la tertulia política y argumenta con peso. Confiesa que él no se toma la política como un equipo de fútbol. «Hay mucho forofo que vota siempre las mismas siglas, con independencia de quién lo lidere o de las medidas que proponga, yo no siento así la política», confiesa este padre de familia que acaba de dejar a sus mellizos en la piscina. «Empecé votando a Izquierda Unida por Julio Anguita, era un buen tipo y me gustaban sus ideas. Los políticos de antes, como es su caso, eran gente mucho más centrada, personas que había abrazado la democracia tras la Transición y que no vivían con el resentimiento y la crispación que lo hacen ahora. También es cierto que entonces yo era muy joven y creía en las utopías», reconoce. Luego llegó Zapatero y apostó por él. «Mi mujer siempre me lo restriega, burlándose de mí. Pero es que me parecía un hombre honesto, me inspiraba confianza frente a Aznar que era una persona muy histriónica», apunta. Eso sí, fue la única vez que votó al PSOE, porque en 2008 llegó el volantazo. «Empecé a escorarme un poco a la derecha y voté por primera vez al PP, pero más que por un tema ideológico fue más bien por la economía», asegura. Y es que como licenciado en Económicas, para Miguel esto es una prioridad y un aspecto que siempre lee con atención en los programas de cada partido. Pese a ser experto en los número, ha trabajado en varios sectores: «Empecé trabajando en Telepizza, luego monté un negocio de informática con amigos y no funcionó. Más tarde compré un camión y fui autónomo alrededor de 15 años. Desde hace cinco me dedico a invertir en Bolsa», explica. Unos vaivenes laborales que también han influido en sus decisiones electorales. «Zapatero hizo el ridículo con la gestión de la crisis y además, por aquel entonces veía mucho Intereconomía, no por un tema ideológico, sino porque era el único medio que hablaba de economía y fue entonces cuando por primera vez deposité en la urna mi voto al Partido Popular», asegura. Aquello fue una alegría para su mujer que siempre ha sido simpatizante de los populares. «Ella sí que vive la política como los forofos del fútbol, desde que la conozco hace 20 años ha votado al PP. Le da igual lo que hagan o quién esté al frente. Así que cuando les voté... imagínate», dice. Pero el entusiasmo «de la parienta» duró poco, porque en 2011 volvió a cambiar su voto. «Me gusta Rosa Díez, su partido era transversal, ni de izquierdas ni de derechas y el hecho de que ella fuera del País Vasco era algo que me parecía interesante», apunta. Pero tampoco le duró mucho su «pasión» por la formación rosa, aunque el mismo argumento le sirvió para votar a Ciudadanos. «Me gustaba la historia que traían de Cataluña. Pensaba que si se la habían jugado de esa manera allí, también harían lo mismo con España, que acabarían con los chiringuitos, con el cupo vasco. Y además eran los más liberales que ha conocido la política española, pero también me decepcionaron porque se convirtieron en el refrito del descartes del PP y del PSOE», lamenta. Es más, Miguel asegura que «los de Podemos y los de Ciudadanos son iguales solo que estos segundos van más apretados y con corbata».

Tras su decepción con CS llegó Santiago Abascal, un hombre cuya historia personal le suscitaba confianza a Miguel. «La recentralización que proponía me gustó. No me faltaron comentarios negativos de la gente de mi entorno, pero yo les decía: les voto porque quieren acabar con las subvenciones, con las televisiones públicas... pero claro, luego consiguen un asiento en el Parlamento y se enfrían, es una decepción, a todos los nuevos les pasa lo mismo», aclara. En su vida «electoral» ha votado a todos los partidos «mainstream» salvo a Podemos (que según el CIS el 6% de sus votantes podría dejarles en noviembre por el PSOE) y ahora, para el 10-N tiene previsto apostar por el Partido Libertario, desconocido para la mayoría de los votantes. «A ver si con este reportaje le doy un poco de publicidad y tiene algo de éxito», bromea. Él es consciente de que mucha gente no entiende sus cambios de rumbo en las urnas y ha tenido que soportar todo tipo de críticas. «Quienes más se meten conmigo son las personas de izquierdas, me dicen que cómo he podido votar a Izquierda Unida y ahora a la derecha, que lo que hago es defender a los ricos y que me olvido de la gente que tiene necesidades, no es justo», lamenta. Quien no ha aparecido en sus futuras quinielas es Íñigo Errejón, («Ese es el líder del partido ‘‘Más chiringuitos’’, espeta) que de «infidelidades» (políticas) sabe un rato.

Domingo es un pequeño empresario agrícola y comenzó su aventura democrática dando su confianza a Felipe González porque «a pesar de sus sombras el auténtico PSOE», confiesa. Más tarde «descargué mi voto en José María Aznar para acabar con los casos de corrupción que golpearon a los socialistas», dice. Y no le fue mal porque con el líder del Partido Popular en el Gobierno «gané más dinero que en los 10 años posteriores». Pero claro, luego vinieron las vacas flacas, una crisis global que se cebó especialmente con los países del sur de Europa. «A mí no me afectó porqué usé la cabeza», pero Domingo asegura que fue consciente de cómo Zapatero, a quien había votado, engañó con la gestión de la crisis así que como castigo delegó su confianza en Mariano Rajoy. Sin embargo, esa fue la última vez que confió en los populares. «Tendrán que pasar muchos años para decantarme otra vez por este partido porque han sido unos auténticos mafiosos». Luego se decantó por Ciudadanos, un partido que «ha conseguido quitar del poder al PSOE andaluz más corrupto y con más borregos a sus espaldas gracias a las limosnas del paro o del PER». Domingo es de los que hablan claro. En abril su elección fue Rivera, pero también le ha decepcionado, así que harto de probar ha decidido que el 10-N no votará. «He perdido la credibilidad en los políticos».

Esta joven madrileña ha votado en las elecciones generales en tres ocasiones y nunca ha sido al mismo partido. «Empecé votando PSOE por tradición familiar. Luego cambié a Ciudadanos porque entró como un partido Nacional muy fuerte y, en su momento con el discurso de regeneración política. A pesar de no encajar con mis ideas en algunos aspectos, un partido del centro, según decían, joven con ganas de regeneración, y contra la corrupción de los partidos políticos fue muy convincente. Además, también hacían hincapié en cambiar aspectos en relación al trabajo, sobre todo dirigido a los jóvenes» explica. Pero parece que no la convencieron así que en los comicios de abril optó por Podemos, porque tiene de los programas más completo respecto medio ambiente e igualdad. «Por no mencionar, el tema de los alquileres, que, en mi opinión es el camino más acertado», apunta. «Cambié por la desconfianza que me generó la formación de Albert Rivera. Entraron en el Parlamento con un discurso totalmente diferente al que luego han demostrado. También tengo ahora desconfianza hacia el PSOE y Pedro Sánchez, que al igual que CS tienen un discurso que luego no es el que siguen», dice. Para el 10-N no lo tiene todavía claro duda entre repetir con Pablo Iglesias o apostar por su rival, Íñigo Errejón.

Miguel habla de política sin complejos. Es consciente de que hay muchas personas que no verán con buenos ojos el hecho de cambiar cada cuatro años de partido político, pero él se defiende: «Hay quien vota por ideología, yo lo hago por las propuestas económicas», argumenta con conocimiento de causa ya que es economista de formación. Se considera liberal y, como inversor de Bolsa, le preocupa la estabilidad económica. «Por eso, a los únicos que no he votado nunca ha sido a Podemos. Cuando leí su primer programa para las elecciones europeas de 2014 pensé que lo habían escrito una noche de borrachera. Era terrible», confiesa.