Primarias en el PSOE

La guerra en el PSOE se recrudece

El cara a cara entre los candidatos visibiliza la fractura. Sánchez pierde la oportunidad de sentenciar las primarias ante un Patxi López solvente que frena su sangría de votos. Susana Díaz sale beneficiada de una pugna en la que llevó el peso de los ataques

La guerra en el PSOE se recrudece
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Ferraz fue escenario ayer del único debate en el que se medirán los tres candidatos a las primarias del PSOE. Un cara a cara poco bronco, aunque contundente y duro en el tono, y sólo decisivo en la medida en que los aspirantes podían ceder apoyos. Susana Díaz hizo su papel, mantuvo candente el cuerpo a cuerpo con Pedro Sánchez, y –según fuentes de su entorno– su intervención transcurrió sin sobresaltos, por los derroteros que había previsto. Sólo se salió del guión cuando espetó al ex líder: «No mientas, Pedro, cariño». Por su parte, un Sánchez previsible en sus argumentos, poco combativo y en ocasiones difuso –como cuando confundió el nombre del primer ministro portugués, António Costa, con António Soares– fue incapaz de dar la sorpresa y fracasó en su objetivo de apelar al voto útil, captando potenciales votantes de Patxi López. Esto se debió, en gran medida, a que el ex lendakari consiguió romper la polarización Sánchez-Díaz en varios momentos y frenó la sangría de apoyos hacia el ex secretario general, confrontando directamente con él.

Desde el minuto inicial hasta el de «oro» que cierra el debate, Sánchez se escudó en la abstención a Mariano Rajoy y en el victimismo del 1 de octubre, para contraponer su proyecto al de Susana Díaz, a quien calificó –en base a encuestas– como la «candidata preferida del PP». Esta apreciación fue recogida por la propia presidenta andaluza que, con ironía, se preguntó «¿quién le interesará más al PP: si el candidato de las dos derrotas electorales o la que le gana y le saca 10 puntos?». El primer bloque del debate, el relativo a política, fue el más agrio en los enfrentamientos. El ex secretario general achacó la crisis de identidad del PSOE a su paulatino acercamiento al PP y la presidenta andaluza a los vaivenes de la dirección de Sánchez. «Los ciudadanos no nos votaron porque no sabían si éramos el PSOE de la bandera de España más grande que la de Aznar en Colón –en alusión a la que exhibió el ex líder en su presentación como candidato a La Moncloa en 2015– o el de la plurinacionalidad, el PSOE que pactó con Ciudadanos o el que defiende trabajar “codo con codo” con Podemos», señaló Díaz. Para la candidata andaluza la abstención fue una decisión «difícil y dolorosa», sólo propiciada por la retroceso electoral –hasta los 85 diputados– que se vivió con Sánchez y por el que éste no asumió responsabilidades. Por ello, y ahí iba el anuncio, Díaz se descolgó con una promesa: «Si el PSOE no remonta electoralmente conmigo, me iré sin hacer ruido y sin fracturar más al partido». Un compromiso que no aspira a recuperar La Moncloa, sino a no ahondar más el suelo electoral de la formación.

La presidenta mantuvo en todo momento una actitud ofensiva y criticó con dureza los «bandazos» ideológicos de Sánchez para «contentar» a territorios como Cataluña. «Yo no digo que seas voluble, creo que cambias de opinión según te conviene. Cada día de la semana no se puede tener una idea de España», le espetó a Sánchez, en relación a los argumentos «imaginativos» como que es una «nación de naciones culturales». Fue precisamente a cuenta de la «nación» cuando se vivió uno de los momentos álgidos del debate. Patxi López, cansado de «nomenclaturas», interpeló directamente al ex líder preguntándole «¿qué es una nación?» y el ex secretario general, aunque calló durante varios segundos, acabó por responder –no sin cierta dubitación– que «un sentimiento».

Sánchez también pasó al ataque cuando afeó a Díaz su falta de lealtad mientras dirigió el partido. «No se puede cuestionar diariamente al secretario general, porque debilitamos a la organización», señaló al tiempo que le recriminó haber sido «el último español en enterarse del adelanto electoral en Andalucía». Por su parte, la presidenta de la Junta lamentó que intentara justificar sus derrotas y la desunión del PSOE en sus diferencias. «Tu problema no soy yo, tu problema eres tú, porque la gente que trabaja contigo no se fía de ti», dijo, y le fue desglosando las fugas de apoyos en la Ejecutiva o sus desavenencias con antiguos aliados como los ex presidentes del Gobierno Felipe González o José Luis Rodríguez Zapatero.

El ambiente se suavizó tras la pausa y el último tramo, el del modelo de partido, fue desperdiciado por Sánchez, ya que a priori era en el que más podía destacar el «secretario general de las bases». Díaz, consciente de ello, le acusó de esconder su responsabilidad detrás de los militantes y de no utilizar la consulta a los afiliados para dirimir la posición en la investidura, sino su propio futuro. «Si yo hubiera perdido una votación, me hubiera ido, no hubiera puesto una urna detrás de una cortina», señaló la presidenta, en alusión a la votación que se promovió en el Comité Federal del 1 de octubre. Sánchez se comprometió a que, si gana, las consultas para los pactos de Gobierno serán obligatorios y defendió que, por «coherencia y credibilidad» con el «no es no», hoy está en el paro. Un momento que aprovechó para espetar a López que si también consideraba un error la abstención, debía haber dejado el acta como él. El ex lendakari, bastante airado, respondió a la provocación que coherencia es respetar las decisiones de los órganos del partido.

Otro de los momentos tensos entre López y Sánchez se vivió cuando el ex líder volvió a apelar al voto útil, igualando su proyecto con el ex lendakari, tras haber incluido algunas de sus propuestas para fusionar sus candidaturas. «Me parece muy bien que si no tienes tus propias ideas, cojas las mías», destacó el diputado vasco, provocando las risas del auditorio. López, quizá consciente de que en la primera parte del debate fue especialmente beligerante con Sánchez, intentó tras la pausa centrar sus ataques en Díaz a cuenta de su intención de compatibilizar la Junta con Ferraz. Sin embargo, el argumento de que «un secretario general lo tiene que ser 25 horas al día» estaba demasiado manido en campaña y no causó el mismo impacto que los dardos a Sánchez. Éste aprovechó el guante para puntualizar que «serán los militantes con su voto quienes hagan incompatible» la dualidad a la que aspira la andaluza.