Política

Muere Alfredo Pérez Rubalcaba

La historia del post-felipismo

Encarnó una forma de entender el partido donde la vieja guardia se hizo con el control y un pequeño grupo tomaba las decisiones. Era duro de roer y doblarle el pulso, un reto.

En el Congreso extraordinario del PSOE de 2014, en el que Rodríguez Zapatero fue elegido nuevo secretario general; Rubalcaba le mostró su apoyo junto a Felipe González
En el Congreso extraordinario del PSOE de 2014, en el que Rodríguez Zapatero fue elegido nuevo secretario general; Rubalcaba le mostró su apoyo junto a Felipe Gonzálezlarazon

Encarnó una forma de entender el partido donde la vieja guardia se hizo con el control y un pequeño grupo tomaba las decisiones. Era duro de roer y doblarle el pulso, un reto.

Alfredo Pérez Rubalcaba es la historia del post-felipismo. Nadie mejor que él encarnó una forma de ver el partido donde la vieja guardia felipista se hizo con el control del partido, y donde un pequeño grupo tomaba las grandes decisiones. Empezó muy joven y se curtió de inmediato, lidiando desde el Ministerio de Educación con la protesta estudiantil que lidió el Cojo Manteca. Diez años después con tesón, trabajo y fuerza llegó al ministerio de Educación. Se había ganado la confianza de Felipe tras el conflicto con los guerristas y apenas un año después asumió el ministerio de Presidencia en el trienio final de Felipe González. Se convirtió entonces en su voz y en sus ojos. Hasta que el PSOE perdió en 1996, quizás porque la vieja guardia no supo leer el mensaje del 93 a pesar de que Felipe dijo «tomo nota».

Con la caída del felipismo, Rubalcaba maniobró junto con Joaquín Almunia hasta que llegó a la Secretaría General. Su designación por Felipe hizo que Almunia quisiera revalidar su liderazgo con unas primarias. Perdió, y José Borrell se convirtió en el Candidato Socialista a la Presidencia del Gobierno. El post-felipismo entró en pánico ante la idea que Borrell fuera elegido Secretario General y maniobró, Rubalcaba el primero, para que Borrell renunciara a esa batalla. Borrell acató los consejos de la vieja guardia que maniobró hasta que convirtió el liderazgo de Borrell en un campo de minas. El post-felipismo se impuso a los contestarios. La purga consiguiente eliminó del mapa a los partidarios de Borrell salvo Miquel Iceta que volvió al regazo del PSC y Elena Valenciano, que con los años se convirtió en su número dos.

El batacazo electoral de Joaquín Almunia precedido de la sentencia de Felipe González en el Palau Sant Jordi de Barcelona «Joaquín date a conocer», hizo temblar las estructuras del postfelipismo que se encontró con un escenario adverso a sus intereses. El PSOE inició un proceso de primarias. Pérez Rubalcaba era la guardia pretoriana del candidato de la vieja guardia: José Bono. Volvió a perder. Los españoles conocimos entonces a un joven leonés que llegó a la Secretaria General, aupado por las nuevas generaciones del partido –Pepe Blanco, Jesús Caldera, Carme Chacón–, por los socialistas catalanes de Maragall y Montilla y los guerristas, que se cobraron viejas cuitas con el post-felipismo.... y con Alfredo Pérez Rubalcaba.

Alfredo no entró en la Ejecutiva. Se quedó fuera, pero enseguida volvió a aparecer su figura por Ferraz como asesor de Carme Chacón en la Secretaría de Educación. En esa época fue muy amistosa. Quién lo iba a decir cuando unos años después se enfrentaron con acritud en el Congreso de Sevilla. El hábil, duro, meticuloso, y también desestabilizante Alfredo, capitalizó el pacto de la vieja guardia con la nueva dirección del partido, que aunque joven, miraba con respeto, y a veces con sumisión, a aquellos que lo fueron todo en el PSOE.

Hasta el punto, qué con la victoria de Zapatero en 2004, Pérez Rubalcaba era el pivot por que el pasaban todas las pelotas. Los duros inicios dirigiendo el grupo parlamentario, luego en Interior y más tarde en la Vicepresidencia. Pérez Rubalcaba miraba de reojo siempre al PSC. No le gustó el primer tripartito y menos el segundo, pero siempre fue el interlocutor de los catalanes. De todos, menos de Carme Chacón. En 2012 se enfrentaron en Sevilla y Rubalcaba ganó por un puñado de votos, gracias al cambio de posición de algunos delegados. «Juego sucio» se dijo entonces y todos señalaban al vencedor. El PSOE entró en barrena. Malos resultados electorales y confrontación interna entre los nuevos cuadros y la vieja guardia. Todo se fue al traste cuando volvió a perder en las últimas europeas. Dimitió, pero no se retiró. El proceso de primarias hizo aparecer a nuevos valores curtidos ya en política, Pedro Sánchez y Eduardo Madina, y un viejo rockero de izquierda socialista, Pérez Tapias. Lo vivió en primera persona, agazapado y siempre tratando de influir.

Rubalcaba y la vieja guardia apoyaron a Madina. Incluso le convencieron para que no tirara la toalla en el hall de un céntrico hotel madrileño. El viejo PSOE seguía controlando los resortes de poder, pero no a la militancia. Sánchez se impuso. No gustó en el núcleo de Alfredo que organizó el argumentario contra el nuevo Secretario General que no osaba hacerles caso. Objetivo: derrocarlo. Y así fue. El desaguisado socialista continuó hasta el fatídico uno de octubre. La vieja guardia aliada de los cuadros que controlaban el aparato cargó contra un débil Pedro Sánchez que no se vio acompañado de los resultados electorales.

La Comisión Gestora presidida por Javier Fernández trató de enderezar el rumbo con la candidatura de Susana Díaz, que contaba con un asesor de excepción: Alfredo. El trompazo fue morrocotudo. Sánchez volvió a ganar y Alfredo a perder. Su carácter indómito y su habilidad, en movimientos y palabra, generaban rechazo, al tiempo que respeto. Era duro de roer y doblarle el pulso era un reto, y no fácil. Era un socialista convencido que no quería que el partido acabara en manos de quienes no comulgaban con las esencias, que estaban en aquellos que lo dieron, y fueron, todo en el PSOE.

El viejo Rubalcaba estuvo siempre en primera línea, aunque volviera a la docencia de la química. De hecho, nunca la dejó, porque si profesionalmente era Doctor en Ciencias Químicas, en la política fue Doctor en Ciencias Alquimistas, que algo tienen que ver. Echaremos de menos al potente «Comando Rubalcaba». Siempre le dio importancia a la comunicación como parte de su estrategia. Su relación con los medios y su influencia eran innegables. Se movía como pez en el agua, haciendo lo que más le gustaba: la Alquimia. Con él, el post-felipismo ha tenido su último soplo de vida.