Elecciones

“Los que quieren acabar con la semana santa vendrán a las procesiones a buscar votos”

El hito histórico de que una campaña electoral coincida con la semana santa indigna a los devotos. LA RAZÓN asiste al primer ensayo de La Macarena para tomar el pulso de los costaleros «indignados»

Costaleros de La Macarena en un ensayo, antes de la pandemia
Costaleros de La Macarena en un ensayo, antes de la pandemialarazon

El hito histórico de que una campaña electoral coincida con la semana santa indigna a los devotos. LA RAZÓN asiste al primer ensayo de La Macarena para tomar el pulso de los costaleros «indignados»

A modo de premonición, el capataz general José María Rojas da las últimas indicaciones a sus costaleros: «Con el paso arriba nadie habla, todo el mundo a trabajar porque éste es el momento más importante de nuestras vidas, aquí hay corazón macareno de verdad, nadie nos va a engañar, nadie», recalca.

Bien podría ser este discurso un mitin preelectoral ante una audiencia ansiosa de cambios, pero no, se trata del primer ensayo de costaleros de la Hermandad de La Macarena, que casi dos meses antes de su puesta de largo (La Madrugá del Jueves Santo), ya sueñan con el gran día y comienzan a desempolvar sus costales para amoldar el cuello que soportará (con gusto) el peso de la Virgen de la Esperanza y el Señor de la Sentencia. Sin embargo, y muy a pesar de los devotos para los que el reloj se para cada jornada santa, este año será, en cierto modo, diferente por designio del presidente Pedro Sánchez. La Semana Santa caerá de pleno y por primera vez en la historia de España en la campaña electoral. Es más, el pistoletazo de salida será el Viernes de Dolores (12 de abril), y ya hay más de un nazareno que prevé una indigestión ante el horror que podría suponer que los políticos aprovechen la coyuntura para conseguir votos y empapelar las calles con las caras del candidato de turno.

«Es algo inédito en nuestro país lo que va a ocurrir este año, aunque la Iglesia debe estar ajena a la política, no me gustaría que trataran de influir en unos días que son tan importantes para nosotros. Pero vamos, está claro que los políticos se dejarán ver más, ellos van allí donde hay gente y se meten donde sea. Habrá más de un autoinvitado en nuestro paso, estoy seguro, pero el que piense que así conseguirán algo se equivocan, porque para nosotros esta celebración es mucho más importante que la política, el nacionalcatolicismo ya pasó», subraya Miguel Ángel Fernández, el prioste del paso de La Macarena que amablemente nos abre las puertas de «su casa» para vivir en persona esta primera toma de contacto con el paso que en La Madrugá cautivará a propios y extraños. Y es que esta hermandad es una de las más grandes, populares y respetadas de Sevilla –conocida también por su gran labor social–, cuenta con más de 14.000 hermanos y en la procesión participan alrededor de 4.000 entre nazarenos, armados y costaleros. Precisamente con algunos de estos últimos hablamos mientras apuran, en parejas, la colocación de la faja antes de pasar a la acción.

«Hay quien dice por ahí que los políticos vendrán repartiendo caramelitos con su siglas de partido, yo espero que no sea así, aunque reconozco que para ellos será un filón. Me da pena que quizá a nivel estético quede en cierto modo deslucido porque no es bonito ver las imágenes religiosas con las caras de los políticos en banderolas», lamenta Luismi, que lleva 32 años bajo el Cristo y luce con orgullo su «morrillo», esa deformación típica de la nuca consecuencia del peso soportado: «Lo que sentimos portando el paso es inexplicable, es una mezcla de orgullo, agradecimiento, una manera de devolver lo que Él nos ha dado durante el año», añade. A este hombre de gesto bonachón lo que más le duele es que «los políticos de izquierdas que han hecho tantas declaraciones públicas contra la Semana Santa ahora vengan a hacer campaña, pero ya verás como vienen por aquí en busca de votos».

Jesús, otro compañero de «faena», advierte: «Como vengan con sus discursos creo que les va a perjudicar más que beneficiar, porque ese oportunismo no será bien visto. Para nosotros estos días son sagrados, están muy arraigados a nuestras vidas», confirma este funcionario que soporta sobre su espalda 36 de los casi 2.000 kg que pesa la Virgen de la Macarena. Ante la indignación de los cofrades – «imagínate que llegan a haber puesto las elecciones el 14 de abril, habría sido... bastante tenemos con que ese día hay derbi Sevilla-Betis», subraya Luismi–, algunos partidos han decidido evitar la campaña y despliegue de carteles los días de las procesiones de algunas localidades, no así en Sevilla, donde el terremoto electoral seguirá su curso caiga quien caiga. «Es una pena ver carteles electorales durante los recorridos de las procesiones, deberían evitarlo porque quita plasticidad a un momento especial. Me da pena que en días así, tan bonitos y esperados por nosotros, quieran sacar tajada.

La izquierda será la más oportunista porque parece que tiene mucha fobia a la religión, pero bien que vendrán a las procesiones para conseguir votos», afirma Manuel, de 44 años, que trabaja como informático. «Esto es la fiesta del pueblo y debería ponérseles la cara roja si quieren hacer campaña en estas fechas», sentencia. ¿Haber elegido otra para convocar las elecciones habría sido más apropiado? «Probablemente, tenían que haberlas puesto mucho antes, pero es lo que hay», recalca.

Tejemanejes partidistas

En su despacho, poco antes de comenzar el ensayo, nos recibe el director espiritual de la Hermandad, don Antonio, quien asegura que para él no hay palabras que puedan describir las caras de los fieles durante la procesión. «Tengo el privilegio de ir delante de la Virgen de la Esperanza, es una exaltación de sentimientos. La devoción de jóvenes y mayores es total y precisamente esto, la fe de personas sencillas, es lo que nos sustenta», apunta. En relación al impacto que tendrá la campaña electoral en el transcurso de la procesión y días previos, él lo tiene claro: «Las personas no son tan ingenuas como para ignorar los tejemanejes políticos.

La gente no cambiará su voto por ver a un determinado político en una procesión. Creo que es irrelevante. Nosotros, lo que debemos hacer es ser elegantes y cuidar lo que siempre hemos hecho para que no se desvirtúe», argumenta. Francisco Carrillo, el secretario de La Macarena, y Alberto Pérez, el diputado mayor de gobierno, coinciden en su visión, y no podría ser menos, porque para ellos la Semana Santa es una expresión de nuestra cultura, de nuestro patrimonio, y debe permanecer al margen de los vaivenes políticos.

«Yo llevo desde los ocho años aquí, toda la vida, imagínate», apunta Carrillo. A pocos metros de donde se preparan los costaleros de La Esperanza, Antonio Ferra hace lo propio en la Hermandad de San José Obrero. Allí están en plena «igualá», es decir, colocando a los costaleros por alturas para organizar el paso. «Está claro que los políticos se van a aprovechar de nuestra Semana Santa, van a aparecer en más actos y eventos, sobre todo los del doble rasero, los que van en contra de la Iglesia y las hermandades y luego vienen a regalarnos los oídos. Espero que al menos tengan la decencia de respetar las calles y eviten al máximo la carterlería electoral. Hace mucho que tenían que haberse convocado, lo han hecho queriendo en estas fechas. Va a dañar nuestras fiestas», subraya este hostelero de 27 años.

Alejandro, de la cuadrilla de la Hermandad de la Milagrosa de Sevilla, también está molesto: «La magnitud e importancia de la Semana Santa es mucho mayor que la de la campaña. Creo que a estas segundas irá menos gente, dejarán de lado la política. Algún que otro candidato puede aprovechar el momento para buscar amigos y asegurarse votos». Mientras, los costaleros de La Macarena enfilan ya el paseo que rodea el Parlamento andaluz. Casualidades de la vida. Pocos giran la cabeza. Van concentrados, soportando el peso de la que dentro de un par de meses será una de las imágenes más buscadas de la Semana Santa. «Sin que nada cambie, todo será distinto», concluye don Antonio con la voz de la experiencia y la serenidad con la que articula cada una de sus palabras.