Opinión
A las nueve en punto
Ya no hay golpes de efecto ni cartas ni días de reflexión que valgan la pena para tapar la corrupción institucional
Madrid amaneció ayer con un cielo gris y plomizo. Llovía con prudencia y educación, hasta que, a las nueve en punto, la impoluta (véase la ironía) presidenta del Congreso, iniciaba la sesión de control al Gobierno. A las nueve en punto, la borrasca Leslie descargaba agua con todo su potencial. A las nueve en punto, Pedro Sánchez llamaba corrupta a Isabel Díaz Ayuso. A las nueve en punto, el Tribunal Supremo imputaba al fiscal general del Estado por la filtración de datos reservados de la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Pasados unos minutos de las nueve en punto, Sánchez pensaría que hay días que es mejor no levantarse de la cama. Y, el de ayer, fue uno de esos días, de los muchos que lleva pensando lo mismo, con Begoña Gómez, Ábalos y Aldama de fondo. Un día de tantos con la canción de Mecano «Hoy no me puedo levantar» dando vueltas en su cabeza.
Tan preocupado por el «qué dirá de mí la historia», tan preocupado por construir su relato, manipulando los hechos, creando bulos, mintiendo y atacando a jueces y medios de comunicación. Ya no hay golpes de efecto ni cartas ni días de reflexión que valgan la pena para tapar la corrupción institucional reinante en el Gobierno de Pedro Sánchez.
A las nueve en punto del día de ayer, se imputaba a la jefatura superior del Ministerio Fiscal por revelación de secretos, la primera vez que ocurre algo parecido en nuestra democracia. No era un bulo.
La gravedad de lo ocurrido no conlleva la dimisión ni el cese del fiscal general. Es regeneración democrática e independencia, nos dicen a la cara. ¿Habrá que esperar a las nueve en punto de la próxima borrasca para que se produzca la imputación de Uno?
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