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Operación Moncloa: toda la presión al PP

Sánchez no tiene prisa y apelará a la abstención de PP para garantizar la estabilidad, una maniobra que los de Casado ven como «el abrazo del oso».

Pedro Sánchez evitó dar una fecha para la votación de investidura tras su reunión con el Rey (en la imagen) el pasado jueves
Pedro Sánchez evitó dar una fecha para la votación de investidura tras su reunión con el Rey (en la imagen) el pasado jueveslarazon

Sánchez no tiene prisa y apelará a la abstención de PP para garantizar la estabilidad, una maniobra que los de Casado ven como «el abrazo del oso».

Pedro Sánchez acudió el pasado jueves al Palacio de la Zarzuela convencido de que podría ser investido presidente, pero sin haber tejido aún la red de alianzas –y seguridad– imprescindible para ello. Desde su entorno se sostiene que es el encargo mismo lo que da el pistoletazo de salida a la investidura y a las negociaciones para superarla. En Moncloa no hay prisa. De hecho, existe la creencia fundada de que dejar correr el reloj les beneficia, porque a medida que avanza el calendario, se abren nuevos e interesantes escenarios. La dilación que se imprima a los tiempos se descargará, no obstante, en los partidos de la oposición y en su negativa en el corto plazo a favorecer con sus votos que Sánchez sea presidente.

«Todos los escenarios están abiertos», señalan fuentes socialistas consultadas por este diario. A día de hoy, los estrategas de Moncloa manejan varias opciones que evitan desvelar hasta que el martes se comience a perfilar –en los encuentros agendados con Iglesias, Rivera y Casado– la disposición de cada cual a alumbrar un escenario de «estabilidad». Desde el Gobierno se apela directamente a PP y Ciudadanos en esta línea, asegurando que «les gustaría que aportaran sus votos en positivo». En concreto, la baza que está dispuesto a jugar el PSOE es la del PP. El reconocimiento del líder popular, Pablo Casado, de que no hay mayorías de bloqueo a Sánchez que pilotar, deja una puerta entreabierta en la que explorar un entendimiento. Desde Moncloa ya reniegan de los reproches que le dedicaron en campaña y se muestran dispuestos a «abrir el abanico» en una «nueva etapa» en la que se busque una «fórmula» de gobernabilidad con los partidos que «más pueden aportar a ella». Este partido es el PP. A esto contribuye que en Génova no interese ni una investidura fallida ni la eventualidad de verse abocados a nuevos comicios, tras la estocada numérica, moral y económica que supusieron los últimos. Además, la formación de Casado podría marcar distancias con Rivera en su búsqueda de la centralidad, ubicándose como el partido que sustenta la estabilidad de España, liberándola del yugo de los independentistas y de los populistas en el Gobierno.

Esta tesis pasaría por un Ejecutivo del PSOE en solitario. La máxima aspiración de Sánchez desde la campaña y que mantendrá hasta el final, aunque esté dispuesto a incorporar perfiles progresistas que cuenten con el aval de Podemos. Los gestos de desplante hacia la formación de Iglesias no buscan sino dejarle sin margen de maniobra y aquí también es capital la gestión de los tiempos. Su apoyo se da por seguro, porque se asume que los morados no podrían superar, de nuevo, el estigma de haber torpedeado por segunda vez un gobierno de izquierdas. Imbuidos en su propia crisis interna, los de Iglesias tampoco pueden permitirse el lujo de jugar a la ruleta rusa de la repetición electoral. Por su parte, la llamada de atención a Ciudadanos sirve para retratar la ficción que vive Rivera como líder de la oposición, perdiendo la pátina de regeneración que poseía cuando irrumpió en la política. No se espera su apoyo.

La opción del PP permitiría a los socialistas esquivar otros escenarios posibles pero inestables. La jugada de UPN y Coalición Canaria depende de que los soberanistas mantengan firme su determinación a no renunciar al acta. Y en Moncloa tienen interiorizado que no son de fiar por su «imprevisibilidad». Dejar el acta supondría recuperar el quorum de siete diputados en las votaciones, pero dar entrada también a tres parlamentarios del PDeCAT que no son de la confianza de Carles Puigdemont. La guerra abierta en el seno de los neoconvergentes también favorece a Sánchez. Y es que tanto la eventualidad de UPN como la de Coalición Canaria penden de los acuerdos que se cierren a nivel territorial. De ahí que las consultas exploratorias que el candidato socialista emprenderá esta semana no vayan a tener ningún efecto hasta que se resuelva el puzzle municipal y autonómico. En esto reside que en Moncloa hayan pisado el freno de la investidura, a pesar de vender públicamente que se afanan en la negociación. El lunes, la Ejecutiva pondrá en marcha la comisión que coordinará las negociaciones con los distintos grupos parlamentarios de cara a esa investidura. Sánchez se reunirá personalmente con Iglesias, Rivera y Casado, pero serán Adriana Lastra, José Luis Ábalos y Carmen Calvo quienes piloten las conversaciones con las formaciones pequeñas, pero también claves –llegado el caso– para favorecer la reelección del presidente en funciones.

En paralelo, el convencimiento de que la investidura saldrá adelante es tal que Sánchez trabaja con total discreción en la configuración de su futuro Gabinete. Sobran dedos de una mano para contar a quienes están al tanto del esbozo del que sería el nuevo Ejecutivo, pero la improvisación no estará presente como sí lo hizo hace un año, cuando la premura de la moción de censura obligó a apresurar el diseño. Obligado a acometer una remodelación, por las salidas de Josep Borrell y Meritxell Batet, ya hay nombres de nuevos catalanes sobre la mesa, a quienes Podemos no podría poner vetos.

En Génova la «operación Moncloa» la tachan del «abrazo del oso que te ahoga». Los contextos han variado sustancialmente desde 2016 a la actualidad. Casado no tiene como referente principal a Sánchez, sino a Albert Rivera, y con la presión añadida del aliento de Santiago Abascal. en la espalda. Los estrategas populares subrayan que en estos momentos Sánchez tiene a su alcance una mayoría, «otra cosa es que quiera que seamos otros los que nos manchemos para debilitar más a la oposición».

Si la competición de Casado es con Rivera, a cara de perro, la abstención del PP frente al «no» de Ciudadanos sólo serviría, según el cálculo que hacen en Génova, para dar más aire a Rivera en su pulso por dirigir la oposición. Sería darle la coartada perfecta para ocultar del todo el hecho de que el PP sigue siendo el partido del bloque de derechas con más escaños. A esto se une el problema añadido de la pelea a la derecha de la derecha que plantea Vox.

Génova está convencida de que su prioridad tiene que seguir siendo recupera votante de Vox, y en ese objetivo quedarían absolutamente anulados en el momento en el que facilitasen de alguna manera un Gobierno socialista. «El electorado de centro-derecha quiere que Sánchez no esté en Moncloa». Si la amenaza es nuevas elecciones, Génova cree que, a las malas, puede por fin servir para movilizar el voto útil a su favor.