Extremo centro
Lo pésima gente que éramos
Es fascinante cómo la historia nos obliga a desfilar bajo el yugo de nuestras acciones pasadas
Este lunes me ha llegado el primer plazo del IRPF de 2024. Dada mi naturaleza caótica mi mujer lleva unos meses vestida de negro, interviniendo mis cuentas con la autoridad de un burócrata europeo. Lejos de mi ánimo el quejarme. Tengo la suerte de que ella ponga el orden y la disciplina que a mí me falta en mi relación con la administración tributaria. La inevitable consecuencia es que se muestra más consciente del volumen de impuestos que pagamos como familia. Catalana como es, el sorteo de televisores y tostadores con cargo a la trimestral que se ha traído nuestro Gobierno durante estas legislaturas ya la habían imbuido con el espíritu schäuble. Los episodios sórdidos de corrupción, áticos y mordidas, la han dejado a la mano de la motosierra de Milei. Siempre me llamó la atención cómo Sánchez conseguía que sus socios de coalición, que competían electoralmente en Cataluña y País Vasco, hicieran avanzar la bicicleta de la legislatura. Desde enero de 2020 se firmaron compromisos y se repartieron fondos públicos.
La estabilidad legislativa de Sánchez era un síntoma admirable de reconciliación. Un ejemplo contra todo pronóstico de liderazgo, diálogo y carisma arrollador. Ahora sabemos que la extraña habilidad para tejer acuerdos y equilibrar demandas contradictorias estaba intermediada con la maestría en el arte de las mordidas.
De eliminar la malversación a la Ley de Amnistía, la coalición fue un ejercicio de innovación política. Se celebraba con ingenio al maestro negociador que aseguraba la lealtad de los socios más volátiles. Se nos explicaba que el feminismo era el dique de contención contra la ultraderecha. Hoy duerme en prisión la clave de las conversaciones con Junts y PNV, y la mujer de Santos le acerca una bolsa con ropa.
No sabemos si hubo comisiones, pero sí que en los socios había demasiadas ganas de mantener a flote al Gobierno. No podemos aún saber si en las negociaciones con Unidas Podemos, ERC, Bildu, BNG y Coalición Canaria había añadidas comisiones en los acuerdos. Pero es legítimo preguntar si se facilitaron apoyos a cambio de dinero. En el periodismo de manifiestos públicos y fuentes gubernamentales se nos leyó siempre la situación como un nuevo tiempo en el que los políticos españoles, de natural cerriles, habían entrado en el multipartidismo. Las columnas de opinión celebraban la cesión mutua, la cooperación y el espíritu negociador.
Pero la larga sesión de tragaperras parece ha llegado a su fin. Sabemos por su boca que el papel de ese extraordinario negociador que era Santos pasaba por engrasar la maquinaria. Mientras a los españoles nos subían los impuestos para sanidad y educación otros cobraban.
Mr Handsome es una gabinetera de apellido Gusano. Ilusionar a monologuistas y artistas del rock para lesbianas con el año de Franco tuvo precio de contrato menor. Los socios de la coalición ya pueden intuir el papel que han desempeñado con su voto en los presupuestos. Del sanchismo no va a quedar la foto bonita. Por eso en política siempre es mejor trabajar desde la decepción.
No sé si hubo algún despistado al inicio que creyera en el sanchismo. Lo que sabemos es que Cerdán transfirió dinero negro a Koldo desde el primer día que empezó la campaña de las primarias. Desde el primer día en que se montaron en aquel Peugeot les rodeó una financiación irregular surgida de comisionistas de empresas. No sé si podemos entender lo que han podido llegar a hacer en las campañas electorales.
Es fascinante cómo la historia nos obliga a desfilar bajo el yugo de nuestras acciones pasadas. A la vuelta del acuerdo de la OTAN nos pidió calma. Precisamente él. Le pidió a la opinión publica que no sobreanalizara los gestos de la cumbre y se quedara sólo en los acuerdos suscritos. Su equipo y él, pidiéndonos a la peña no estirar las cosas. Él. Y sus votantes. Que se apalancaban en la vacuidad emotivista de las fotos del «Aquarius» para explicarnos a los demás lo pésima gente que éramos.