Opinión
Que la izquierda se manifieste
Es un clamor que lo que está haciendo el presidente es vender la solidaridad entre españoles, la unidad nacional, al mejor postor.
Solo queda organizar manifestaciones. La izquierda verdadera tiene que sacar a la gente a la calle, porque ni la derecha ni los medios pueden darle a Pedro Sánchez la excusa para decir que los carcas «no dejan gobernar a los progresistas». Es un clamor que lo que está haciendo el presidente es vender la solidaridad entre españoles, la unidad nacional, al mejor postor. No hay nada menos socialista. La lista de los que protestan no hace sino aumentar día tras día: Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, Ramón Jaúregui, José Bono, Jordi Sevilla, Juan Lobato, Emiliano García-Page… el partido es un clamor contra el indulto general a los 4.000 golpistas que en 2017 nos hicieron pasar el momento más angustioso de la historia política desde el 23F.
La amnistía es una vergüenza. ¿De verdad los siete escaños de Junts pueden arrogarse la fuerza de cambiar la Constitución, si la vía del derecho exige tres quintos de los votos del Parlamento para aprobar un cambio de esta magnitud? Se hace por la vía de atrás, torticera y cobardemente, engañando a la gente, fingiendo lo que no es. Si las 4.000 personas encausadas en Cataluña (y los miles que las apoyaron) hubiesen dispuesto de armas, Barcelona podría haber sido Sarajevo y las pérdidas materiales y humanas muchísimas más de las que fueron.
¿Lo hace por Cataluña? ¿Cree en una España federal? Nada de nada. Ni siquiera es por convicción. Sánchez únicamente busca entronizarse, aunque nos cueste la ruptura entre españoles. No se puede tolerar, como dice Alfonso Guerra. Tenemos que reaccionar. Es estomagante escuchar al presidente el Gobierno en funciones que esto es progresista. Es vomitivo ver las imágenes ayer de Yolanda Díaz adobada con corazoncitos colorados en el escote y en las manos, hablando del Gobierno progresista.
No hay nada más reaccionario que el nacionalismo, y ambos lo saben y lo han denunciado muchas veces. ¿Es progresista el partido Junts, que representa a lo más antiguo y poderoso de los catalanes? ¿Es progresista Esquerra, que tiene en sus filas a los agricultores ricos, a los funcionarios que viven del régimen y a los jubilados de las masías? ¿Acaso es progresista el PNV? ¡No me hagan reír! ¿Y Bildu? Es verdad que es comunista, ¡pero yo creía que era progresista defender a las viudas de la banda terrorista ETA y no intentar borrar las huellas de tanta sangre y tanto sufrimiento facilitando la salida a la calle de los asesinos sin que hayan pedido perdón ni ayudado a resolver los cientos de casos que todavía no se han juzgado!
Ahora resulta que progresismo es la burguesía catalana que ensalza Pilar Rahola y que visita a Carles Puigdemont en su exilio de oro en Bruselas. Que progresistas son los más poderosos catalanes y vascos que se quieren quedar con todo y se niegan a compartir la riqueza nacional con los de Extremadura, Andalucía o Castilla, a los que desprecian públicamente.
No, señor, ya es hora de que la izquierda reaccione. El núcleo del Partido Socialista Obrero Español es la justicia social. Para eso nacieron los socialismos. Y no hay nada menos justo que esas élites sociales de Sarriá y Tibidabo, de Guexo e Indautxu que tienen barquito y palacio en la Costa Brava más hermosa y en el País Vasco Francés, que esquían en Val Thorens y Baqueira y que tienen su dinero en paraísos fiscales. Esta gente, todos lo sabemos, no quiere repartir. Esta gente lo quiere todo.
No es el amor lo que les lleva a poner etiqueta de propiedad a la Sagrada Familia o el Guggenheim, sino el deseo de convertir sus cacareados estándares de buena vida en aun mejores. Indiferentes por completo a lo que le pase a una persona de la Línea de la Concepción, o Níjar, o Albacete. Ellos quieren asegurar el futuro principesco de sus herederos a costa de todos. ¿De verdad lo van a permitir las gentes de izquierdas de este país?
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